CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 18 abril 2005 (ZENIT.org).- ¿Qué pasará cuándo el nuevo Papa sea elegido? Después de que acepte e indique el nombre por él decidido, se quemarán las papeletas con las que se votó en el último escrutinio y los apuntes.
La «fumata» blanca que saldrá de la chimenea procedente de la Capilla Sixtina indicará a los fieles en el exterior el éxito de la elección.
Según establece la constitución apostólica de Juan Pablo II para el cónclave, Universi Dominici Gregis, «después de la aceptación, el elegido que ya haya recibido la ordenación episcopal, es inmediatamente Obispo de la Iglesia romana, verdadero Papa y Cabeza del Colegio Episcopal; el mismo adquiere de hecho la plena y suprema potestad sobre la Iglesia universal y puede ejercerla» (UDG 88). Pero «si el elegido no tiene el carácter episcopal, será ordenado Obispo inmediatamente».
El Pontífice, tras haberse puesto en la Sacristía, con ayuda del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas, los vestidos que le son propios, regresará a la Capilla Sixtina y se sentará en la Cátedra.
Los momentos de oración previstos a continuación no constituyen ningún tipo ratificación ni son un acto añadido a la elección canónica y a la aceptación, que son los dos momentos esenciales de la Elección del Romano Pontífice.
El Decano del Colegio Cardenalicio –o en su defecto el Subdecano o el primero de los cardenales obispos— saludará al Romano Pontífice diciendo: «Beatísimo Padre, en esta hora solemne en la que por un impenetrable proyecto de la Divina Providencia has sido elegido a la Cátedra de Pedro, antes de elevar, unánimes, nuestras oraciones a Dios y de darle gracias por tu elección junto a la beata siempre Virgen María, Madre de Dios y todos los Santos, conviene recordar las palabras con las que nuestro Señor Jesucristo prometió a Pedro y a sus sucesores el primado del ministerio apostólico y del amor».
El Sumo Pontífice se levantará; todos están de pié y el primero de los cardenales diáconos proclamará el texto del Evangelio, entre los que propone el «Ordo»: Mt 16,13-19 («Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia») o Jn 21,15-17 («Apacienta mis ovejas»).
A continuación, el primer cardenal presbítero dirá la oración por el Sumo Pontífice, tras haber invitado a un instante de oración en silencio: «Oh Dios, que en el proyecto de tu sabiduría has edificado a tu Iglesia sobre la roca de Pedro, cabeza del colegio apostólico, protege y sostén a nuestro Papa N.: tú que lo ha elegido como sucesor de Pedro, haz que sea para tu pueblo principio y fundamento visible de la unidad en la fe y de la comunión en la caridad. Por Cristo Nuestro Señor».
A continuación, los Cardenales electores, según el orden de precedencia, se acercan al nuevo Papa para expresarle un gesto de respeto y obediencia –salvo si el elegido no fuera obispo; sólo después de su consagración episcopal se le brindaría este gesto–.
Concluido este acto todos dan gracias a Dios en la Capilla Sixtina con el solemne canto del himno «Te, Deum, laudamus», que entonará el propio Sumo Pontífice, siguiendo el «Ordo». Dice en español: «A Ti, oh Dios, te alabamos, a Tí, Señor, te reconocemos. / A Ti, eterno Padre, te venera toda la creación. / Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran. / Los querubines y serafines te cantan sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo./ Los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria./ A Ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles, la multitud admirable de los profetas, el blanco ejército de los mártires. / A Ti la Iglesia santa, extendida por toda la tierra, te proclama: Padre de inmensa majestad, Hijo único y verdadero, digno de adoración, Espíritu Santo, Paráclito. / Tú eres el Rey de la gloria, Cristo. Tú eres el Hijo único del Padre. / Tú, para liberar al hombre, aceptaste la condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen. / Tú, rotas las cadenas de la muerte, abriste a los creyentes el reino del cielo. Tú te sientas a la derecha de Dios en la gloria del Padre. / Creemos que un día has de venir como juez. / Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre./ Haz que en la gloria eterna nos asociemos a tus santos».
Tras ello, el cardenal protodiácono dará el solemne anuncio de la elección a los fieles y el nombre del Papa.