ROMA, viernes 22 abril 2005 (ZENIT.org).- El presidente del Consejo Pontificio para la Familia, el cardenal Alfonso López Trujillo, ha pedido la objeción de conciencia de los católicos ante la ley aprobada por el Congreso español sobre el así llamado «matrimonio» homosexual en España.
La mayoría de los grupos parlamentarios aprobaron este jueves, en el pleno de las Cortes, el proyecto de Ley que modifica el Código Civil para extender el derecho a contraer matrimonio y a adoptar niños a las pajeras del mismo sexo.
El único partido que rechazó el proyecto de Ley en pleno fue el Partido Popular y algunos diputados democristianos de Convergència i Unió (CiU) y del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que votaron en contra.
El texto será remitido ahora al Senado y regresará al Congreso, previsiblemente el mes de junio, donde debería ser ratificado de manera definitiva, según prevé «Análisis Digital».
En una entrevista publicada en «Il Corriere della Sera» este viernes, el cardenal López Trujillo recuerda el juicio negativo de la Iglesia católica sobre este proyecto de ley, pues supone «la destrucción de la familia ladrillo tras ladrillo».
«Una ley no tiene razón por el simple hecho de ser una ley», recuerda el purpurado. «No se pueden imponen cosas inicuas a los pueblos. Es más, precisamente porque son inicuas, la Iglesia llama con urgencia a la libertad de conciencia y al deber de oponerse».
Esta objeción de conciencia, afirma el cardenal colombiano, afecta a «todas las profesiones que tienen algo que ver con la aplicación de esta ley: la misma objeción de conciencia que se pide a los médicos y enfermeros ante un crimen como el aborto».
«Todos los cristianos deben estar dispuestos a pagar el precio más elevado, incluyendo la pérdida del empleo», recuerda.
El cardenal se opone de manera particular a la medida que prevé la adopción de niños por parte de parejas homosexuales.
Recuerda que en 1989 las Naciones Unidas, en un importante congreso sobre la infancia, recordaron que en esta materia hay un principio fundamental: «que la adopción ayude a los niños no a quienes les adoptan».
«Los niños no son un juguete», subraya.
El cardenal aclara que la Iglesia «no discrimina nunca». «La Iglesia no acepta el que las personas homosexuales sean objeto de bromas o insultos o expresiones inhumanas. Son personas que merecen todo nuestro amor y ayuda», concluye.