CASTEL GANDOLFO, domingo, 4 septiembre 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI consideró este domingo que la relación con Jesús en la Eucaristía fue el secreto de la vida espiritual de Juan Pablo II.
Al rezar junto a los peregrinos congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo la oración mariana del Ángelus, el Papa recordó que en octubre concluirá el Año de la Eucaristía convocado por el difunto pontífice.
«Este año especialmente dedicado al misterio eucarístico fue convocado por el Papa Juan Pablo II para volver a suscitar en el pueblo cristiano la fe, la maravilla y el amor por este gran sacramento que constituye el auténtico tesoro de la Iglesia», afirmó.
«¡Con cuánta devoción celebraba la santa misa, centro de cada una de sus jornadas!¡Cuánto tiempo pasaba en adorante y silenciosa oración ante el tabernáculo! », exclamó su sucesor, quien había sido uno de sus más cercanos colaboradores como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que comenzó a desempeñar en 1982.
«En los últimos meses, su enfermedad le asimiló cada vez más a Cristo sufriente. Impresiona el hecho de que a la hora de la muerte haya unido la entrega de su vida a la de Cristo en la misa que se celebraba junto a su cama», siguió recordando.
Aquella misa de la fiesta de la Divina Misericordia, que comenzó a partir de las 20.00 del 2 de abril fue presidida por el arzobispo Stanislaw Dziwisz, entonces secretario de Juan Pablo II y hoy arzobispo de Cracovia, con la participación del cardenal Marian Jaworski, arzobispo de Lviv de los latinos, del arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y de monseñor Mieczyslaw Mokrzycki, quien también era secretario del Papa.
Según informó posteriormente Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, durante esa misa se le administró a Juan Pablo II el santo viático y, una vez más, el sacramento de la Unción de los Enfermos.
Juan Pablo II falleció a las 21,37 horas, cuando en la plaza de San Pedro decenas de miles de fieles rezaban por él.
Al seguir recordando aquellos momentos, Benedicto XVI constató que la existencia terrena de Karol Wojtyla concluyó en el día de la octava de Pascua, «precisamente en el corazón de este año eucarístico, en el que tuvo lugar el paso de su gran pontificado al mío».
«Con alegría, por tanto, desde el inicio de este servicio que el Señor me ha pedido, reafirmo el carácter central del sacramento de la presencia real de Cristo en la vida de la Iglesia en la de todo cristiano», aseguró el Santo Padre.
El año de la Eucaristía comenzó con el Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en octubre pasado en la ciudad mexicana de Guadalajara, y concluirá con el sínodo de obispos del mundo dedicado a este sacramento.