CASTEL GANDOLFO, jueves, 8 septiembre 2005 (ZENIT.org–El Observador).- Tras el saludo de esta mañana, a nombre del primer grupo de obispos mexicanos que realizan la visita «ad limina Apostolorum» al Papa Benedicto XVI, el arzobispo de Chihuahua, monseñor José Fernández Arteaga, confirmó que México es un pueblo que «por tradición cristiana y convicción de fe, ama entrañablemente al Papa».
«Es tradición –dijo– que nuestro pueblo tenga al Papa especialmente encomendado a la protección de María de Guadalupe, como ha querido ella ser invocada por nosotros».
El arzobispo de Chihuahua, expresó ante Benedicto XVI la preocupación de los pastores de la Iglesia católica mexicana con respecto a las actividades proselitistas de otras creencias, confesiones y religiones.
También reflexionó sobre el aumento del consumo de drogas ilícitas, constatando que México se ha convertido en un país tanto de cultivo como de tránsito y consumo de drogas, la falta de seguridad, los secuestros, los desfalcos, las rapiñas, el robo y la tortura que aún persisten en el país azteca.
Al representar a los obispos del Pacífico Centro y Noroeste de México, el arzobispo Fernández Arteaga tocó ante el Sumo Pontífice uno de los temas que más preocupan a esas diócesis fronterizas con Estados Unidos: la migración.
«La obligadas emigraciones (podría leerse huidas del lugar de origen), con todas sus negativas consecuencias, entre otras, la ofuscación y hasta el olvido de los principios que son el fundamento de la familia humana y cristiana», está cambiando el rostro del país, confesó monseñor Fernández Arteaga.
Asumiendo la responsabilidad de la Iglesia católica para mejorar la situación de México, el prelado mexicano rememoró las palabras del Papa, cuando era, todavía, cardenal, y habló de los estragos que está causando en estas diócesis «la dictadura del relativismo».
«Algunas de las tradiciones cristianas –señaló– dan la impresión de tambalearse».
«Estamos viviendo en este año y en el próximo una difícil y especial situación con motivo de las elecciones de los nuevos gobernantes. Nos esforzamos para que acontecimientos como ese, nos hagan crecer en actitudes de solidaridad e interés verdadero por el bien común», precisó monseñor Fernández Arteaga.
Finalmente, antes de reiterarle el cariño del pueblo y la Iglesia de México al Santo Padre, así como el compromiso de vivir en plena comunión con el sucesor de Pedro, el arzobispo Fernández Arteaga pidió a la nación mexicana ser capaz de aprovechar la cercanía geográfica con Estados Unidos y encontrar «lo positivo que nos ofrece una cultura distinta a la nuestra y tener el valor de evitar las contaminaciones de lo que no siempre es positivo para la cultura, la identidad y la forma tradicional de vivir».
Así también lo había señalado el arzobispo de Hermosillo, Ulises Macías, en su homilía de esta mañana, al celebrar la misa en una de las capillas de las Grutas Vaticanas, ante un nutrido grupo de peregrinos de su arquidiócesis.
El arzobispo de Hermosillo resaltó la pérdida de los valores morales y cristianos que está sufriendo la porción Norte del país, en su frontera con Estados Unidos, al tiempo que llamó a los fieles a ser testimonio de una Iglesia que no se desentiende de los más desprotegidos.
Por su parte, el arzobispo emérito de San Luis Potosí y coordinador de la visita «ad limina» del pleno de la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor Arturo Szymanski Ramírez, dijo a Zenit–El Observador que el discurso que les dirigió Benedicto XVI responde a los desafíos que enfrenta la Iglesia en el Noroeste y Pacífico Centro de México.
En particular, mencionó el proceso acelerado de pobreza, la migración y la necesaria participación de la Iglesia en la consecución del bien común.