BOGOTÁ, domingo 11 septiembre 2005 ZENIT.org.- La paz requiere empeño y dedicación. Así lo ha recordado monseñor Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana y arzobispo de Tunja, en el acto inaugural del Congreso Nacional de Iniciativas por la Paz que comenzó el jueves en Bogotá.
Monseñor Castro confesó a los presentes los diez anhelos que alberga en el corazón, motivos de preocupación pero también de esperanza.
Entre estos deseos, destacó la necesidad de invocar a Dios por la paz de Colombia y dijo que «la paz es a la vez don y tarea y como don la invocamos a Dios por medio de su Hijo Jesucristo, sin cesar».
La liberación de los secuestrados en el país es otro anhelo del prelado, que dirigió su pensamiento a esas personas que han perdido la libertad, a sus familias y a los secuestradores, invitando a estos últimos a que dejen «aflorar lo mejor de su humanidad para que las consideraciones humanitarias primen sobre las consideraciones políticas y sean aquéllas el motor que los lleve a la decisión de liberarlos».
El arzobispo destacó que los buenos propósitos de paz y vida deberían traducirse en «hechos reales de calidad de vida y respeto a la vida» y abogó por la defensa de la vida «desde la concepción hasta la muerte, la vida del no nacido, del niño, del joven llamado a las armas, del anciano, de los desplazados, de los amenazados, de los empobrecidos y de todas las víctimas que viven sumidas en el dolor».
El presidente del episcopado confesó su anhelo de «avanzar eficazmente con la subversión en la búsqueda de una solución dialogada del conflicto que incluya el cese al fuego y a las hostilidades».
«Digo avancemos y no avancen, refiriéndome al gobierno y a la subversión, porque todos los aquí presentes nos sentimos parte de este proceso de la consecución de la paz en nuestra patria», remarcó.
El prelado hizo un llamamiento a la sociedad colombiana para que «sea cada vez más fuerte política, cultural y espiritualmente» y deseó que «los desmovilizados se transformen en hombres y mujeres de paz mediante un proceso educativo, cultural, espiritual y social de reinserción».
«O reinserción o delincuencia», dijo tajantemente.
Para lograr la paz subrayó la necesidad del «crecimiento de la justicia social, a la eliminación de la exclusión, al crecimiento de la solidaridad, a la reducción de la miseria y de la pobreza».
La paz requiere «una mentalidad planetaria», insistió el arzobispo, invitando a los colombianos a no dar la espalda al sufrimiento del resto del mundo.
El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia llamó a la paz «don y regalo de Dios» además de llamar a la paz «un descubrimiento», «dedicación» y «diálogo», además de «desarme cultural y moral».