PEKÍN/ROMA, lunes, 12 septiembre 2005 (ZENIT.org).- La última palabra sobre la posibilidad de que cuatro obispos chinos viajen a Roma para participar en el próximo sínodo le corresponde aún al presidente Hu Jintao y al primer ministro Wen Jiabao.
Con este análisis el experto en el mundo chino, el padre Bernardo Cervellera, sale al paso este lunes de la presunta negativa de Pekín –cuyo eco ha llegado a la prensa internacional— a la presencia en el Vaticano de cuatro obispos católicos chinos llamados por Benedicto XVI a participar en la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos del 2 al 23 de octubre (Cf. Zenit, 8 septiembre 2005).
Los prelados nombrados por el Papa son monseñor Antonio Li Duan –arzobispo de Xian– y monseñor Aloysius Jin Luxian –obispo di Shangai— (ambos reconocidos por el gobierno), monseñor Giuseppe Wei Jingyi –obispo de Qiqihar— (no reconocido por el gobierno, por lo tanto de la Iglesia no oficial o «clandestina») y monseñor Luca Li Jingfeng –obispo de Fengxiang (Shaanxi)–, que acaba de ser reconocido por el gobierno.
En China, el gobierno permite la práctica religiosa sólo con personal reconocido y en lugares registrados ante la Oficina de los Asuntos Religiosos y bajo el control de la Asociación Patriótica (AP). Los fieles que tratan de salirse de este control para ponerse en obediencia directa del Papa forman la Iglesia «clandestina».
«Es la primera vez desde el inicio del comunismo en China que el Papa invita a Roma a obispos de la Iglesia no oficial», constató la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, «AsiaNews». Los cuatro prelados chinos, para participar en el Sínodo, deben tener su pasaporte en regla y después pedir al gobierno permiso para salir del país.
Igualmente puntualizaba que el Vaticano ya había advertido al gobierno de la invitación a los cuatro obispos, y que se esperaba la respuesta, si bien recalcaba la posibilidad de que el Vaticano hubiera contactado directamente con el gobierno, sin pasar por las estructuras de la AP.
«Un desconocido portavoz de la AP y del Consejo de los obispos de China ha hecho saber su “desagrado” por la invitación dirigida por Benedicto XVI a cuatro obispos chinos» y «afirma que el anuncio público del Vaticano “no muestra respeto alguno” hacia los 5 millones de católicos chinos, los obispos, el colegio de obispos y la Asociación Patriótica y hacia la organización de las decisiones de los dos organismos», comenta este lunes el padre Cervellera.
«Y añade que al principio los dos grupos “pensaron” que la invitación era “una buena señal para la normalización de las relaciones entre China y el Vaticano”, “reconociendo el colegio de los obispos y la Asociación patriótica”», sigue en un editorial de la agencia «AsiaNews», que dirige.
«La conclusión del desconocido portavoz –explica el misionero del PIME– es que, dada la precaria salud de algunos de los obispos invitados y dadas las relaciones diplomáticas del Vaticano con Taiwán, los obispos no podrán ir a Roma».
Pero «las noticias recibidas por “AsiaNews” de China estos días no coinciden con las afirmaciones del portavoz sin rostro»; «católicos y obispos están felices por la invitación y piensan que es un honor para la Iglesia y para China», aclara.
Además, según la agencia, los 5 millones de católicos oficiales y los 8 millones de «clandestinos» están de celebraciones a causa de la invitación y han decidido orar, ayunar y hacer novenas para que el gobierno conceda el permiso a los cuatro prelados.
«Nuestra impresión es que ésta no es aún la última palabra sobre la invitación a Roma de los cuatro obispos chinos –analiza el padre Cervellera–. Un católico chino ha dicho a “AsiaNews” que “si el gobierno quiere enviar a los obispos a Roma, ninguna Asociación Patriótica podrá detenerle”».
«La última palabra es en efecto del presidente Hu Jintao y del primer ministro Wen Jiabao –recuerda el misionero experto en el mundo chino–. Un elemento que da aún alguna esperanza es que desde hace tiempo se percibe una cierta separación de las decisiones del gobierno respecto a la práctica de la AP».
Ésta cuenta con «secretarios aún de mentalidad estalinista y de Revolución Cultural» y «crea ya más problemas que respuestas a los católicos chinos»; «en muchas regiones –añade– la tensión entre los secretarios de la AP y los fieles, clandestinos y oficiales, es tal que pone en crisis el proyecto de “sociedad armoniosa” y cercana al pueblo que Hu Jintao está persiguiendo».
De hecho, ya «el nombramiento de los obispos auxiliares en Shanghai y en Xian» se produjo «con el consentimiento tácito entre Vaticano y gobierno, sin pasar a través de la AP», observa el padre Cervellera.