CASTEL GANDOLFO, jueves, 15 septiembre 2005 (ZENIT.org–El Observador).- Benedicto XVI constató este jueves al recibir al segundo grupo de obispos mexicanos en visita «ad limina apostolorum» la incoherencia entre fe y vida de muchos católicos que genera estructuras sociales injustas.
El Santo Padre denunció ante los pastores de las circunscripciones eclesiásticas de Monterrey, Morelia y San Luis Potosí los «pecados sociales» originados por la pérdida del sentido de Dios y de los principios morales.
«México tiene ante sí el reto de transformar sus estructuras sociales para que sean más acordes con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales», afirmó el pontífice en su discurso dirigido en castellano a los prelados con los que ha ido encontrándose en los días pasados en audiencias personales.
«A esta tarea están llamados a colaborar los católicos, que constituyen aún la mayor parte de su población, descubriendo su compromiso de fe y el sentido unitario de su presencia en el mundo», afirmó en el encuentro que se celebró en la residencia pontificia de Castel Gandolfo, a unos 30 kilómetros de Roma.
En México, el 88.7% de sus cerca de 106 millones de habitantes es católico. Es el segundo país en número de católicos por detrás de Brasil y por delante de los Estados Unidos.
Para el obispo de Roma «la separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo».
Este divorcio entre vida y fe, denunció, provoca el que «en algunos ambientes, por el afán de poder, se hayan deteriorado las sanas formas de convivencia y la gestión de la cosa pública, y se hayan incrementado además los fenómenos de la corrupción, impunidad, infiltración del narcotráfico y del crimen organizado».
«Todo esto lleva a diversas formas de violencia, indiferencia y desprecio del valor inviolable de la vida», constató con tristeza.
El sucesor de Pedro llamó a estos fenómenos «pecados sociales», que «ponen de manifiesto una profunda crisis debido a la pérdida del sentido de Dios y a la ausencia de los principios morales que deben regir la vida de todo hombre».
«Sin una referencia moral se cae en un afán ilimitado de riqueza y de poder, que ofusca toda visión evangélica de la realidad social», señaló.
Ante esta situación, el pontífice alentó a los obispos mexicanos a «proponer la riqueza trascendental del cristianismo como acontecimiento que da un verdadero sentido a la vida y una capacidad de diálogo, escucha y colaboración con todos».