CIUDAD DEL VATICANO, martes, 20 septiembre 2005 (ZENIT.org).- Las últimas palabras pronunciadas por Juan Pablo II poco antes de morir el 2 de abril fueron «dejadme ir a la casa del Padre», según la crónica oficial de su fallecimiento publicado ahora por la Santa Sede.
La última edición de las «Acta Apostolicae Sedis» (Librería Editora Vaticana), boletín oficial del Vaticano, comienza con una narración de poco más de cuatro páginas en italiano –con introducción en latín– con detalles sobre los últimos días de la vida de Karol Wojtyla, desde el 31 de enero hasta el certificado médico de su defunción.
La crónica del 2 de abril comienza a las 7,30, con la misa que se celebró en presencia del Santo Padre, «que comenzaba a experimentar un inicio de pérdida de conciencia».
«Al final de la mañana recibía por última vez a la cardenal secretario de Estado y después comenzaba un brusco realce de la temperatura».
«En torno a las 15,30, con voz muy débil y ronca, en polaco, el Santo Padre pedía: «Dejadme ir a la casa del Padre». Poco antes de las 19,00 caía en coma. El monitor documentaba el progresivo agotamiento de las funciones vitales», explica el documento.
«Según una tradición polaca, una pequeña vela encendida iluminaba la penumbra de la habitación, donde el Papa iba apagándose», recogen las actas vaticanas.
«A las 20.00 comenzaba la celebración de la santa misa de la fiesta de la Divina Misericordia a los pies de la cama del Papa moribundo».
El rito era presidido por el arzobispo Stanislaw Dziwisz, secretario particular de Juan Pablo II, con la participación del cardenal Marian Jaworski, arzobispo de Lviv de los Latinos, del arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y de monseñor Mieczyslaw Mokrzycki, el otro secretario del Papa.
«Cantos religiosos acompañaban la celebración y se fundían con los de los jóvenes y de la multitud de los fieles recogidos en oración en la plaza de San Pedro. A las 21,37 Juan Pablo II se dormía en el Señor».
Inmediatamente llegaron para rendir homenaje al fallecido Papa el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado; el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio cardenalicio; el cardenal Eduardo Martinez Somalo, camarlengo de Santa Romana Iglesia, y varios miembros de la Familia pontificia.
La crónica coincide con la información que en aquellos días ofreció a la prensa, Joaquín Navarro Valls, director de Oficina de Información de la Santa Sede.
El portavoz reveló que en la tarde del día anterior, mientras la muchedumbre, llena de jóvenes, rezaba por el Papa en la plaza de San Pedro, el Papa dijo refiriéndose a éstos últimos: «Os he buscado. Ahora habéis venido a verme. Os doy las gracias».
Ese día, víspera de su muerte, según explican las actas, el Papa estuvo «consciente y sereno».
En la mañana concelebró la misa y a las 7,15 y después escuchó la lectura de las catorce estaciones del Vía Crucis, haciéndose el signo de la cruz en cada estación.
«A continuación pidió escuchar la lectura de la Hora Tercera del Oficio divino y pasajes de la Sagrada Escritura. La situación era de notable gravedad, caracterizada por la alarmante situación de los parámetros biológicos vitales», reconoce.
«El paciente, se asociaba a la continua oración de quienes le asistían», añade.
El texto ofrece detalles sobre la enfermedad del Papa que hasta ahora se desconocían. La situación se precipitó el 31 de marzo.
«Poco después de las 11,00, el Santo Padre, que había ido a la capilla para la celebración de la santa misa, fue poseído por un violento escalofrío, al que le siguió una aguda elevación de la temperatura, hasta alcanzar los 39,6 grados», explica el texto
«Luego caía en un gravísimo shock séptico y un colapso cardiocirculatorio, a causa de una infección de las vías urinarias», añade, ofreciendo datos que también Navarro-Valls había revelado.
«Se respetaba la explícita voluntad del Santo Padre de permanecer en su habitación, donde se le aseguraba una completa y eficaz asistencia», aclara.
«En la tarde, se celebraba la santa misa a los pies de la cama del Papa. Éste concelebraba con los ojos parcialmente cerrados, pero en el momento de la consagración, levantó débilmente el brazo derecho en dos ocasiones, es decir, sobre el pan y sobre el vino», explica.
«Parecía hacer también el gesto de tocarse el pecho al recitar el Agnus Dei. El cardenal de Lviv de los Latinos (Marian Jaworski n.d.r.) le administraba la Unción de los enfermos. A las 19,17 el Papa comulgaba. Sucesivamente pedía que se celebrara la hora eucarística de meditación y oración».
La crónica recoge también detalles sobre las precedentes hospitalizaciones del Papa en el Policlínico Agostino Gemelli de Roma y sobre sus apariciones en público a pesar de su fragilidad. Describe su aparición en la ventana de su estudio, el 30 de marzo, en la que «daba la bendición a la muchedumbre, que atónita y dolida, la recibía desde la plaza de San Pedro».
«Fue la última «estación» pública de su doloroso Vía Crucis», dice el texto.
El resto del volumen de las «Acta Apostolicae Sedis» recoge todos los documentos oficiales del reconocimiento de su defunción, su testamento original en polaco, la misa de las exequias del Santo Padre, el nombre de las delegaciones que participaron, así como 150 páginas con los mensajes de pésame enviados por representantes internacionales.
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