CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 14 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI al primer grupo de obispos de Polonia en visita «ad limina Apostolorum», el pasado 26 de noviembre. El tema central es la educación cristiana.
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¡Alabado sea Jesucristo!
Os doy mi cordial bienvenida, queridos hermanos en el ministerio episcopal. Me alegra acogeros durante esta visita ad limina Apostolorum.
He seguido con atención vuestras relaciones sobre la vida de la Iglesia en las diócesis de las que sois responsables. Os agradezco el empeño que ponéis cada día como pastores de la grey del Señor, animando con vuestra autoridad apostólica el ministerio pastoral de los presbíteros, la realización de los carismas de las comunidades religiosas y el desarrollo espiritual de los fieles laicos. Doy gracias a Dios por todos los frutos que produce este camino común hacia la casa del Padre, tras las huellas de Cristo, a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo. Vuestra presencia aquí es signo del vínculo espiritual de la Iglesia en Polonia con la Sede apostólica y con el Sucesor de san Pedro. Recuerdo con emoción la gran oración con la que los polacos acompañaron a Juan Pablo II durante todo su pontificado y, de modo particular, en los días de su paso a la gloria del Señor. Me alegra poder contar con el mismo apoyo de vuestra oración. Es un don que aprecio mucho y que pido continuamente.
1. Durante nuestros coloquios se han tratado muchos temas. Entre ellos he elegido hoy la cuestión de la educación cristiana, pues es una de las tareas más fundamentales inscritas establemente en la misión salvífica de la Iglesia y en nuestro servicio episcopal.
Juan Pablo II, en la exhortación apostólica «Ecclesia in Europa», pidió encarecidamente a la Iglesia en nuestro continente que dedicara una atención cada vez mayor a la educación de los jóvenes en la fe (cf. n. 61). Sabemos que aquí no se trata sólo de la didáctica, de perfeccionar los métodos de transmisión del saber; se trata de una educación basada en el encuentro directo y personal con el hombre, en el testimonio —es decir, en la auténtica transmisión de la fe, de la esperanza, de la caridad, y de los valores que derivan directamente de ellas— de persona a persona. Por tanto, se trata de un auténtico encuentro con otra persona, a la que primero hay que escuchar y comprender. Juan Pablo II fue para nosotros un modelo perfecto de este encuentro con el hombre.
El fiel y fructuoso cumplimiento de la misión de educar ante la que la Iglesia se encuentra hoy, requiere una adecuada valoración de la situación de los jóvenes que son objeto de dicha misión. En primer lugar, es preciso considerar su situación familiar, puesto que la familia sigue siendo la cuna fundamental de la formación de la persona humana. Soy consciente de que las dificultades económicas, el índice de desempleo que se mantiene elevado y la solicitud por garantizar la existencia material influyen en la forma de vida de numerosas familias polacas. No es posible formar actitudes verdaderamente auténticas, sin tener en cuenta estos problemas, que viven también los jóvenes.
Es necesario ver también muchos fenómenos positivos que sostienen y ayudan la educación en la fe.
Son numerosísimos los jóvenes que manifiestan una profunda sensibilidad ante las necesidades de los demás, especialmente de los pobres, los enfermos, las personas solas y los discapacitados. Por eso, emprenden varias iniciativas para llevar ayuda a los necesitados. Existe también un auténtico interés por las cuestiones de fe y religión, la necesidad de estar con los demás en grupos organizados e informales, y el fuerte deseo de experimentar a Dios. Lo testimonia la numerosa participación de los jóvenes polacos en los ejercicios espirituales, en los Encuentros europeos de jóvenes y en las Jornadas mundiales de la juventud. Todo esto constituye una buena base para la solicitud pastoral por el desarrollo espiritual de la juventud.
La educación en la fe debe consistir antes que nada en cultivar lo bueno que hay en el hombre. El desarrollo del voluntariado, inspirado por el espíritu del Evangelio, ofrece una gran ocasión educativa. Quizá valga la pena crear grupos juveniles de la Cáritas en las parroquias o en las escuelas. En las iniciativas educativas de la Iglesia también sería oportuno responder al interés por las cuestiones de fe, emprendiendo iniciativas que sirvan para acostumbrar a los niños y a los jóvenes al gusto de la oración. Una gran ocasión son los ejercicios espirituales, particularmente los que se hacen en completo silencio, las jornadas de retiro para diversos grupos, y también las escuelas de oración organizadas de modo sistemático en las parroquias. Una magnífica ocasión para esto son los ejercicios espirituales en la escuela en los períodos de Adviento y Cuaresma.
También es preciso esforzarse para que surjan centros de ejercicios espirituales y otros lugares de oración y recogimiento, a fin de que, sin preocuparse de su coste material, se conviertan efectivamente en centros de formación espiritual accesibles a todos los que buscan un contacto más profundo con Dios.
Entre las diversas formas de oración, la liturgia ocupa un lugar particular. En Polonia los jóvenes participan en gran número y activamente en la santa misa dominical. Es necesario intensificar aún más los esfuerzos para que la solicitud de los sacerdotes por la adecuada celebración de la liturgia, por la belleza de la palabra, del gesto y de la música sea signo cada vez más visible del Misterio salvífico que se realiza en ella. Asimismo, es preciso que los jóvenes, mediante una participación activa en la preparación de la liturgia, a través de su implicación en la liturgia de la Palabra, en el servicio del altar, o en la música, se inserten en la acción litúrgica. Entonces se sentirán partícipes en el Misterio, que introduce en el mundo de Dios y, simultáneamente, lo orienta hacia el mundo de las personas atraídas por el mismo amor de Cristo.
Durante los treinta años pasados, muchos jóvenes se han formado según esta orientación en el ámbito de la actividad del movimiento de los «oasis», llamado «Luz y Vida». La espiritualidad de este movimiento se centra en el encuentro con Dios en la sagrada Escritura y en la Eucaristía; por eso, está profundamente unido a la parroquia y a su vida litúrgica. Queridos hermanos en el episcopado, os pido que sostengáis este movimiento particularmente eficaz en la obra de educación en la fe, naturalmente, sin descuidar los demás movimientos.
Sé que durante la última visita ad limina, Juan Pablo II os exhortó a hacer renacer en Polonia la Acción católica junto con la Asociación católica juvenil. Esta tarea se ha realizado a nivel estructural. Sin embargo, es necesario hacer todo lo posible para que la Acción católica y la Asociación católica juvenil tengan un programa cada vez más transparente y maduro, y para que se elabore su propio perfil espiritual.
2. La formación de la generación joven es una tarea que corresponde a los padres, a la Iglesia y al Estado. Por eso, respetando una oportuna autonomía, hace falta una colaboración muy estrecha de la Iglesia con la escuela, con los ateneos y con las demás instituciones laicas que se ocupan de la educación de la juventud.
Gracias a los cambios ocurridos en 1989 y a todas las consecuencias derivadas de ellos, esta colaboración cobró nuevas dimensiones. Se han elaborado: el Directorio polaco de catequesis, las Bases programáticas de la catequesis, y en algunos centros de Polonia se han preparado programas y libros de texto para la enseñanza de la religión. Es verdad que este pluralismo programático puede servir bien para la evangelización y la educación religiosa en la escuela y en las parroquias, pero también vale la pena reflexionar sobre si la variedad de progra
mas y libros de texto no dificulta a los alumnos la adquisición de un conocimiento religioso sistemático y ordenado.
Sin embargo, por lo que atañe a la enseñanza de la religión y a la catequesis en la escuela, no se pueden reducir estas materias a la dimensión de tratado de religión o de ciencias de la religión, aunque esto sea lo que esperan algunos ambientes. La enseñanza de la religión en la escuela, impartida por profesores clérigos y laicos, sostenida por el testimonio de docentes creyentes, debe conservar su auténtica dimensión evangélica de transmisión y testimonio de fe.
Quiero expresaros mi aprecio por haber asumido el compromiso de la catequesis parroquial, que completa la enseñanza de la religión en la escuela. Por lo general, esta es la catequesis de niños y jóvenes que se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Sin embargo, no debe limitarse a estos grupos. En particular, se trata de lograr que la juventud que estudia fuera del ámbito de su parroquia participe activamente en la vida parroquial.
3. La colaboración en la obra de la educación por parte de los padres y de los demás laicos exige una preparación personal y una profundización continua del conocimiento religioso, de la espiritualidad y de la corrección de las actitudes según el Evangelio y el Magisterio. Por eso, os exhorto vivamente a vosotros, obispos, a intensificar los esfuerzos para organizar la catequesis de adultos donde falte y para sostener los ambientes que ya imparten una enseñanza de este tipo. Esta catequesis debe basarse en la Escritura y en el Magisterio. En su desarrollo puede servir de ayuda el «Catecismo de la Iglesia católica», el «Compendio de la doctrina social de la Iglesia» o el «Compendio del Catecismo de la Iglesia católica», publicado recientemente. Una ayuda particular en la catequesis de adultos puede ser el abundante magisterio de mi venerado predecesor Juan Pablo II. Durante sus numerosas peregrinaciones a Polonia dejó un rico patrimonio de la sabiduría que brota de la fe, el cual, al parecer, hasta ahora no ha sido asimilado del todo. En este contexto, ¡cómo no recordar sus encíclicas, exhortaciones, cartas y tantas otras intervenciones que constituyen una fuente inagotable de la sabiduría cristiana!
4. Para los pastores de la Iglesia en Polonia, el aumento del número de jóvenes que, al llegar a la madurez, eligen las escuelas superiores y de quienes emprenden los estudios universitarios es un desafío para una búsqueda continua de nuevas formas de pastoral universitaria.
Después de años de falta de libertad, la Iglesia ha podido instituir en Polonia nuevas universidades y facultades teológicas, la mayor parte de las cuales ha entrado en las estructuras de las universidades estatales. En las facultades teológicas enseñan muchos teólogos insignes y expertos. Su trabajo de investigación basado en la Revelación es la propuesta de la verdad de que Dios es Amor, que el mundo es su don, y que el hombre no es sólo señor del mundo creado, sino que también está llamado a un mundo nuevo en el reino de Dios. Queridos hermanos en el episcopado, os exhorto a sostener los ambientes científicos eclesiales, a cuidar la instrucción y el desarrollo del personal perteneciente al clero y al laicado, y a proveer a su adecuada base material.
5. La contribución de la Iglesia al proceso de educación se expresa también en las iniciativas en favor de la cultura. En la sede de la Unesco en París, Juan Pablo II dijo: «La cultura es un modo específico del «existir» y del «ser» del hombre. (…) La cultura es aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre. (…) El hombre, y sólo el hombre, es «autor» o «artífice» de la cultura, (…) se expresa en ella y en ella encuentra su propio equilibrio» (Discurso del 2 de junio de 1980, nn. 6-7: «L’Osservatore Romano», edición en lengua española, 15 de junio de 1980, p. 11).
De las generaciones precedentes Polonia ha recibido un rico patrimonio cultural basado en los valores cristianos. Con este patrimonio ha entrado a formar parte de la Unión europea. Ante un proceso, que se está intensificando, de secularización y de abandono de los valores cristianos, Polonia no debe perder este patrimonio. Al contrario, las actitudes negativas y las amenazas a la cultura cristiana, visibles también en Polonia, son para la Iglesia una llamada a un esfuerzo ulterior en favor de una constante evangelización de la cultura. Se trata de impregnar las categorías del pensamiento de los contenidos y los valores del Evangelio, de los criterios, de las valoraciones y de las normas del comportamiento humano, tanto en la dimensión individual como en la social.
Hoy los medios de comunicación social desempeñan un papel particular en el mundo de la cultura. Se sabe que no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios. Por tanto, pueden constituir un valioso instrumento de evangelización. Los hombres de Iglesia, especialmente los cristianos laicos, están llamados a promover en un radio de acción aún mayor los valores evangélicos por medio de la prensa, la radio, la televisión e internet. Sin embargo, una importante tarea de los pastores de la Iglesia es la solicitud no sólo por una preparación profesional de los agentes de los medios de comunicación social, sino también por su formación espiritual, humana o ética. Queridos hermanos en el episcopado, os animo a establecer un contacto benévolo con los ambientes de los periodistas y de los demás agentes de los medios de comunicación. Podría ser oportuno organizar para ellos un sector específico de la pastoral.
Quiero encomendar también a vuestra atención especial, queridos hermanos, la cuestión de la institución y del uso de las emisoras católicas de radio y televisión en la obra de evangelización de la cultura, ya sea de carácter local, regional o nacional. Pueden desarrollar una obra valiosa para la nueva evangelización y la difusión de la doctrina social de la Iglesia. Han de proclamar la verdad de Dios, sensibilizando al mundo actual sobre el patrimonio de los valores cristianos; su objetivo principal ha de ser el acercamiento a Cristo, la construcción de la comunidad de la Iglesia con el espíritu de la búsqueda de la verdad, del amor, de la justicia y de la paz, en el respeto de la autonomía de la esfera política. En todo caso, será necesario que, en cuanto realizan una acción pastoral, mantengan relaciones abiertas y confiadas con los obispos, de acuerdo con la responsabilidad que es propia de ellos en este campo.
No se puede por menos de mencionar la prensa católica nacional, diocesana y parroquial, que contribuye en gran medida a la propagación de la cultura de la verdad, del bien y de la belleza. La solicitud por el desarrollo de la prensa católica significa no sólo llevarla a un nivel superior, sino también extender su radio de acción. Por tanto, los responsables han de preocuparse por darle un perfil alto, digno de la tradición cultural católica de Polonia.
Al final de esta reflexión y como conclusión, deseo recordar las palabras del concilio Vaticano II, que enseñaba en la declaración «Gravissimum educationis»: «Todos los cristianos, puesto que mediante la regeneración por el agua y el Espíritu se han convertido en una criatura nueva y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana. Esta no persigue sólo la madurez antes descrita de la persona humana, sino que busca que los bautizados, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación, sean cada vez más conscientes del don recibido de la fe. (…) Por lo cual, este Concilio recuerda a los pastores de almas su gravísima obligación de disponer las cosas de tal modo que todos los fieles gocen de esta educación cristiana, especialmente los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia» (n. 2).
Esta exhortación es siempre actual, y puede que sea más com
prometedora hoy, ante los nuevos desafíos que plantean los fenómenos sociales actuales. Expreso el deseo de que la luz del Espíritu Santo os acompañe a vosotros, aquí presentes, y a todos los obispos polacos en su realización perseverante.
Que la bendición de Dios os sostenga a vosotros y vuestras diócesis en la obra de formación de las mentes y los corazones humanos. ¡Dios os sea propicio!
[Traducción distribuida por la Santa Sede]