Obispos argentinos: El quiebre democrático de 1976 no debe ser silenciado

Piden en una declaración recordar el pasado para construir sabiamente el presente

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BUENOS AIRES, miércoles, 15 marzo 2006 (ZENIT.org).- La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina difundió este miércoles el documento «Recordar el pasado para construir sabiamente el presente», en el que asegura que hechos como el quiebre de la vida democrática del 24 de marzo de 1976 «no deben ser silenciados».

Publicamos el texto de la declaración, difundido al término de la 143ª reunión de la Comisión Permanente.

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La memoria de un pueblo se nutre de innumerables hechos que jalonan su historia. Algunos han de ser celebrados como acontecimientos fecundos que fortalecen la convivencia social. Otros, aunque generen dolor y tristeza, no deben ser silenciados.

En estos días los argentinos volvemos nuestra mirada al pasado para recordar el quiebre de nuestra vida democrática del 24 de marzo de 1976. Este hecho, acontecido en un contexto de gran fragilidad institucional, y consentido por parte de la dirigencia de aquellos momentos, tuvo graves consecuencias que marcaron negativamente la vida y la convivencia de nuestro pueblo.

¿Qué sentido tiene traer hoy a la memoria tan doloroso aniversario? ¿Con qué espíritu lo haremos?

Estos hechos del pasado, que nos hablan de enormes faltas contra la vida y la dignidad humana, y del desprecio por la ley y las instituciones, son una ocasión propicia para que los argentinos nos arrepintamos una vez más de nuestros errores y para asimilar, en la construcción del presente, el aprendizaje que nos brinda nuestra historia.

Los cristianos, cuando recurrimos a la memoria, lo hacemos para purificarla y constituirla en fuente de sabiduría, reconciliación y esperanza. Consideramos oportuno recordar ahora lo que dijimos hace 25 años en el documento «Iglesia y Comunidad Nacional»: «Porque se hace urgente la reconciliación argentina queremos afirmar que ella se edifica sólo sobre la verdad, la justicia y la libertad, impregnadas en la misericordia y en el amor» (ICN 34).

Debe ser este espíritu de reconciliación el que nos anime en el presente, alejándonos tanto de la impunidad, que debilita el valor de la justicia, como de rencores y resentimientos que pueden dividirnos y enfrentarnos. Una fructífera mirada al pasado debe ayudarnos a todos a crecer en nuestra dignidad de hijos de Dios y a comprometernos responsablemente en la construcción de una patria de hermanos.

Por ello, si asumimos nuestra historia como verdadera maestra de nuestra vida presente, podremos vivir en el respeto a la ley, fortalecer nuestras instituciones y consolidar una democracia fundada en los valores de la verdad y la vida, de la justicia y la solidaridad, del amor y la paz.

Que nuestra fe en Dios, que es Padre de todos, nos fortalezca e ilumine en este camino que estamos llamados a recorrer todos juntos.

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ZENIT Staff

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