CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 5 abril 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI explicó este miércoles en la audiencia general que la «la Iglesia del amor es también la Iglesia de la verdad».
Al dirigirse a los 30.000 peregrinos que volvían a llenar la plaza de San Pedro del Vaticano en menos de una semana, el Papa dedicó su intervención al «servicio de la comunión» en la Iglesia.
La catequesis, que continúa con la serie de meditaciones comenzadas el 15 de marzo sobre el designio originario de Jesús para su Iglesia, afrontó en esta ocasión la gran paradoja del cristianismo: por un lado, «existe una relación íntima entre el Espíritu Santo y la Iglesia»; por otro, esta relación «no anula nuestra humanidad con toda su debilidad».
De este modo, reconoció, «la comunidad de los discípulos experimenta desde los inicios no sólo la alegría del Espíritu Santo, la gracia de la verdad y del amor, sino también la prueba, constituida sobre todo por los contrastes entre las verdades de fe, con las consiguientes laceraciones de la comunión».
«Así como la comunión del amor existe desde el inicio y existirá hasta el final, del mismo modo por desgracia desde el inicio irrumpe también la división». Y añadió: «No tenemos que sorprendernos por el hecho de que hoy también exista».
«Siempre existe el peligro, en las vicisitudes del mundo y también en las debilidades de la Iglesia, de perder la fe, y así, de perder también el amor y la fraternidad», reconoció.
Por tanto, aseguró, «es un deber preciso de quien cree en la Iglesia del amor y quiere vivir en ella reconocer también este peligro y aceptar que no es posible la comunión con quien se ha alejado de la doctrina de la salvación».
«La Iglesia del amor es también la Iglesia de la verdad, entendida ante todo como fidelidad al Evangelio confiado por el Señor Jesús a los suyos», recordó.
Por eso, indicó, «la familia de los hijos de Dios, para vivir en la unidad y en la paz, necesita de alguien que la custodie en la verdad y la guíe con sabio y autorizado discernimiento: esto es lo que está llamado a hacer el ministerio de los apóstoles», cuyos sucesores son los obispos.
«Los apóstoles y sus sucesores son por tanto los custodios y los testigos autorizados del depósito de la verdad entregado a la Iglesia, y son también los ministros de la caridad: dos aspectos que van juntos», subrayó.
Esto significa que estos pastores «tienen que pensar siempre en el carácter inseparable de este doble servicio, que en realidad es el mismo: verdad y caridad, reveladas y donadas por el Señor Jesús».
«En este sentido, realizan ante todo un servicio de amor: la caridad que tienen que vivir y promover no puede separarse de la verdad que custodian y transmiten», afirmó recordando que «La verdad y el amor son dos caras del mismo don: que procede de Dios y que gracias al ministerio apostólico es custodiado en la Iglesia y nos llega hasta nuestro presente»
El Papa concluyó pidiendo oraciones «por los sucesores de los apóstoles, por todos los obispos y por los sucesores de Pedro para que sean realmente custodios de la verdad y al mismo tiempo de la caridad» y de este modo «la luz de la verdad y de la caridad no se apague nunca en la Iglesia y en el mundo».
La audiencia general se caracterizó por el fuerte viento. Dejando a un lado los papeles en una ocasión el Papa provocó un espontáneo aplauso entre los fieles al decir: «El viento no siempre es idéntico al Espíritu Santo, pero nos puede hacer pensar también en la fuerza del Espíritu Santo».