El Papa invita a los jóvenes a «hacer presente a Dios en nuestras sociedades»

Encuentro con motivo de la XXI Jornada Mundial de la Juventud

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 6 abril 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitó en el atardecer de este miércoles a decenas de miles de chicos y chicas a «hacer presente a Dios en nuestras sociedades» al participar por primera vez como obispo de Roma en una Jornada de la Juventud en su diócesis.

Durante el encuentro, que se celebró en previsión del Domingo de Ramos, día en que celebran esta Jornada las diócesis del mundo, la plaza de San Pedro se llenó por cuarta vez en una semana para asistir a un diálogo espontáneo entre el Papa y cinco jóvenes.

Al comenzar el acto, los presentes acogieron la Cruz de las Jornadas Mundiales de la juventud, traída a hombros por jóvenes de la arquidiócesis alemana de Colonia, celebradas en agosto pasado.

La Biblia, Palabra de Dios
Tras la lectura de un breve pasaje del Evangelio, Simone, de 21 años, estudiante de ingeniería, preguntó al Santo Padre cómo es posible percibir en la vida diaria la Biblia como Palabra de Dios.

«No hay que leer la Sagrada Escritura como si fuera un libro histórico», como si fuera un libro clásico, respondió el Santo Padre, «sino como Palabra de Dios, es decir, en diálogo con Dios».

«La Palabra no se lee en un clima académico, sino rezando y diciendo a Dios: «Ayúdame a comprender tu Palabra»», subrayó.

En segundo lugar, el Santo Padre explicó que uno no puede leer «solo» la Escritura, es necesario dejarse «acompañar por maestros de la «Lectio divina» [la lectura divina de la Biblia], come el cardenal [Carlo Maria] Martini», dijo citando al arzobispo emérito de Milán, gran biblista y famoso por sus comentarios a la Palabra.

En tercer lugar, añadió, «es importante leerla en la gran compañía del Pueblo de Dios», en la comunión de la Iglesia, que transmite esta Palabra a través de los siglos.

Amor y felicidad
Anna, de 19 años, estudiante de Letras, reconoció ante el Papa que en el mundo de hoy resulta difícil vivir lo que propone la Iglesia, particularmente en lo que se refiere a la moral sexual.

Tras recordar que el amor que hace feliz es un amor de entrega, explicó que «es bello encontrar en las primeras páginas de la Escritura la definición del amor y del matrimonio: el hombre abandonará a su padre y a su madre, seguirá a la mujer, y serán una sola carne, una sola existencia».

«Es una profecía del matrimonio que permanece idéntica también en el Nuevo Testamento», constató. Citando a los teólogos medievales, explicó que en cierto sentido el matrimonio fue el primer matrimonio, pues fue instituido por Dios en la creación: «es un sacramento inscrito en el mismo ser humano».

«Por tanto, no es una invención de la Iglesia», aclaró, reconociendo que a causa del pecado original, de la fragilidad del ser humano, en ocasiones parece realmente difícil.

Por eso, señaló, «para vivir esta vocación necesitamos un «corazón nuevo», de carne, como dice Ezequiel. En el Bautismo, el Señor nos implanta este corazón. No es un trasplante físico, pero al igual que en el caso de un trasplante hacen falta tratamientos para este transplante espiritual».

«De este modo, el matrimonio y el afecto de un hombre y una mujer se convierten en algo posible, aunque parezca imposible en el clima de nuestro tiempo», y como prueba de ello, constató, «a pesar de que hay tantos modelos de vida, existen muchas familias cristianas que viven con alegría».

El apostolado: hacer presente a Dios
Inelde, de 17 años, preguntó qué se espera el Papa de los jóvenes y él respondió que es mejor preguntarse «qué se espera Dios de vosotros».

En un mundo que vive como si Dios no existiera, en el que Dios queda relegado a la esfera privada, el Papa les invitó a «hacer presente a Dios en nuestras sociedades y en nuestra vida».

Y «¿cómo es Dios», se preguntó reconociendo que hay muchas visiones de Dios, incluso la de un Dios violento. Por eso respondió: «Es el Dios que nos ha mostrado su rostro en Jesús, que nos ha amado hasta la muerte, y ha vencido la violencia».

Invitó a los jóvenes a «experimentar a este Dios, junto a los amigos y a la gran compañía de la Iglesia», explicando que en esto consiste el «apostolado».

La vocación
Vittorio, de 20 años, pidió al Papa que contara cómo decidió ser sacerdote y que diera consejos para aquellos jóvenes que se plantean la posibilidad de seguir la vida consagrada a Dios.

«Crecí en un mundo muy diferente al de hoy, aunque las cosas se parecen. Por una parte, era algo normal ir a la Iglesia», por otro lado, «estaba el régimen nazi, que profetizaba un mundo sin sacerdotes. Frente a esta cultura antihumana, comprendí que el Evangelio y la fe nos indican el camino justo», confesó.

Cuando era muchacho, reveló, le ayudaron dos elementos. En primer lugar, dijo, «he descubierto la belleza de la liturgia, amándola porque en ella se nos presenta la belleza de Dios y se nos abre el cielo».

En segundo lugar, añadió, «descubrí la belleza de Dios entrando en diálogo con él a través de la teología».

«Obviamente no faltaban las dificultades y me pregunté si lograría vivir durante toda la vida el celibato, consciente de que la teología no era suficiente para ser un buen sacerdote. La teología es bella pero era necesario ser sencillo con los sencillos. El Señor me ayudó con la compañía de buenos sacerdotes amigos».

A los jóvenes que se plantean responder al llamamiento de Dios a la vida consagrada, les recomendó entrar «en amistad con Dios, sin quedarse en los libros, sino viviendo una relación personal para comprender qué es lo que me dice precisamente a mí».

Para esto, aseguró, se requiere «valentía y humildad, confianza y apertura para preguntarse qué quiere el Señor. Es una gran aventura, pero la vida sólo puede vivirse con la confianza en que el Señor no nos deja solos».

Ciencia y fe
Por último Giovanni, de 17 años, estudiante, pidió al Papa explicar la relación entre ciencia y fe.

Benedicto XVI explicó que la matemática es una creación de la mente humana, pero que corresponde a las leyes objetivas de la naturaleza. Sin embargo, aseguró, hay una inteligencia que precede a la matemática y a las leyes naturales, la inteligencia de Dios, es decir «un proyecto inteligente» que ha creado la naturaleza con esas leyes así como a la mente humana.

«Hay dos opciones», reconoció, Dios existe o no existe, es decir, existe una «razón creadora» o sólo queda lo «irracional», pues si no hay Dios sólo queda el caos.

«No es posible probar ni posibilidad ni la otra, pero «la opción del cristianismo es la primera», indicó, «es decir, detrás de todo hay una gran Inteligencia en la que podemos confiar».

«Podríamos preguntarnos cómo es compatible entonces el mal con la racionalidad del Creador. En esto necesitamos volver a mirar al Dios muerto en la Cruz para comprender que la razón no sólo es matemática. Con confianza, podemos elaborar una visión del mundo, según la cual, la razón creadora es Amor y, por tanto, Dios», concluyó.

Tras la respuesta a estas preguntas, el Papa entregó simbólicamente a algunos de los jóvenes la Biblia queriendo proponerla a todos los presentes como «lámpara para sus pasos».

Al concluir el encuentro, Benedicto XVI recordó «a un gran testigo de la palabra de Dios», Juan Pablo II, pocos días después del aniversario de su fallecimiento, y descendió, acompañado de algunos jóvenes, a rezar ante su tumba, en las grutas vaticanas. Mientras, en la plaza los muchachos gritaban «Juan Pablo II».

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ZENIT Staff

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