La CEE propone en este Plan numerosas indicaciones que «convergen todas en la Eucaristía», convencida de que «la vitalidad de nuestras iglesias brota de este Sacramento Santísimo» y de que «nuestro empeño en los próximos años ha de orientarse a vivir de la Eucaristía con una mayor interioridad».
Este Plan Pastoral, que se inicia este año 2006 con el Encuentro Internacional de las Familias en Valencia, concluirá en el 2010 con un Congreso Eucarístico que «reflejará y potenciará hacia el futuro las iniciativas y las acciones» que este Plan quiere llevar a cabo.
Aunque «la mirada pastoral a nuestra situación, según el diagnóstico realizado en el Plan Pastoral precedente, sigue siendo válida en sus líneas fundamentales», el nuevo Plan señala «algunos cambios acaecidos y nuevos subrayados, especialmente en el ámbito de la transmisión y vivencia de la fe en la familia y el de las migraciones».
Tras reconocer la fidelidad y entrega de muchos cristianos y la vitalidad que la Iglesia manifiesta en numerosas iniciativas, el documento señala algunas preocupaciones apuntadas ya en el Plan anterior, agrupadas fundamentalmente en dos ámbitos: el humanismo inmanentista de la cultura pública y la secularización interna de la Iglesia.
A este respecto, el Plan señala que «el problema de fondo, al que una pastoral de futuro tiene que prestar la máxima atención, es la secularización interna. La cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente hoy en España no se encuentra tanto en la sociedad o en la cultura ambiente como en su propio interior; es un problema de casa y no sólo de fuera».
Las tres partes en las que se divide el Plan Pastoral y que responden -a partir de la participación en el misterio eucarístico- a la «transmisión de la fe», la «vivencia de la esperanza» y el «servicio de la caridad», siguen un esquema común de discernimiento, análisis y acciones pastorales concretas.
En este contexto, y respecto a la fe de los creyentes, se afirma: «Con preocupación observamos cómo muchos de los que se profesan cristianos carecen de una fe personal. Conservan prácticas religiosas, viven una fe intermitente, o reivindican creer al margen de la Iglesia. Ante tal situación dos tareas se hacen necesarias: acreditar la Iglesia como hogar de la fe y profesar la fe rectamente. Ambas tareas encuentran en la Eucaristía su punto de verificación más auténtico».
Sobre la transmisión de la fe se sostiene que a los «ámbitos geográficos» que han protagonizado hasta ahora la misión, «es necesario unir unos nuevos horizontes conocidos como los «nuevos areópagos o nuevas fronteras» de carácter cultural, como el mundo de la comunicación, el compromiso por la paz, el desarrollo de los pueblos, la investigación científica. O de carácter social, como son el mundo de la inmigración, las grandes ciudades, el ámbito de los jóvenes, o las nuevas situaciones de pobreza e injusticia social».
Asimismo, se hace notar la importancia de cultivar una «catequesis que ayude a los cristianos a fortalecer su identidad. Una fe que no pueda formularse en un lenguaje para ser compartido hace imposible la unidad de la fe», y se señala a continuación que «el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio nos ayudarán en esta tarea».
En este apartado, se señala también la preocupación al observar «el creciente recorte de la libertad en el ámbito de la enseñanza religiosa y de la educación en general». Sin embargo, se añade que «lejos de desalentarnos, renovamos nuestro empeño a favor de la educación integral de la persona humana, la cual nunca se alcanzará si se prescinde de su dimensión religiosa».
En la segunda parte del Plan Pastoral, en la que se aborda la «lex orandi», el Plan Pastoral acentúa la centralidad del domingo, llegando a llamar a «la Iglesia, que vive de la Eucaristía, la comunidad del Domingo».
Con palabras de Benedicto XVI, el Plan sostiene la importancia de «redescubrir la alegría del domingo cristiano» y exhorta a la participación de los fieles en la Eucaristía como medio que les capacita «para anunciar por el mundo el designio salvífico de Dios».
En este contexto, vincula la fortaleza de la familia cristiana con su participación en la Eucaristía, y afirma que «en el don eucarístico de la caridad, encuentra la familia cristiana el fundamento y el alma de su comunión y de su misión, de aquí la importancia de fomentar la asistencia de las familias a la eucaristía dominical».
Respecto al servicio de la caridad, al que están llamados los católicos por su participación en la Eucaristía, el Plan de la CEE destaca que «el Año de la Eucaristía ha sido ocasión preciosa para tomar conciencia del compromiso especial que han de asumir nuestras comunidades diocesanas y parroquiales a fin de afrontar alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo».
«La Eucaristía es la escuela donde también la familia capta que debe vivir de manera que sus miembros aprendan el cuidado y la atención de los jóvenes y ancianos, de los enfermos o disminuidos, y de los pobres», puntualiza
En este ámbito de la caridad eucarística, el Plan Pastoral no olvida «la situación de la inmigración en España reviste las especiales características de estar constituyendo una realidad marcada por el aumento extraordinario, rápido y plural de inmigrantes en los últimos años, lo que nos exige reflexionar sobre los problemas que plantea su integración, la clarificación doctrinal de nuestros cristianos y el reto nada fácil de ofrecerles a Jesucristo junto con nuestro testimonio de caridad cristiana».
También en este contexto, y al abordarse el tema del diálogo interreligioso, se afirma: «En España el diálogo interreligioso está estrechamente vinculado al fenómeno de la inmigración, de ahí que deba cultivarse desde la apertura, el respeto, la acogida y las relaciones de buena vecindad con los no cristianos (diálogo de la vida), buscando la cooperación en la promoción de valores morales compartidos, como la justicia y la paz (diálogo de la acción), desde la propia tradición religiosa (diálogo de la experiencia religiosa) 91, sin renunciar a presentar la mediación única y universal de Jesucristo y de la Iglesia».
«En particular, es importante una correcta relación con el Islam, siendo conscientes de la notable diferencia entre la cultura europea, con profundas raíces cristianas, y el pensamiento musulmán, así como de la peculiaridad de la presencia del Islam en España. A este respecto, hay que preparar adecuadamente a los cristianos que viven cotidianamente en contacto con musulmanes para que conozcan el Islam de manera objetiva y sepan situarse bien ante él; dicha preparación debe propiciarse particularmente en los seminaristas, los presbíteros y todos los agentes de pastoral», se añade.
[El plan puede leerse en la página web de la Conferencia Episcopal Española, http://www.conferenciaepiscopal.es]