ROMA, domingo, 30 abril 2006 (ZENIT.org).- Más de mil asistentes, entre sacerdotes, diáconos permanentes y seminaristas, de 52 países se reunieron del 19 al 21 de abril pasados en Castel Gandolfo (Roma) en un congreso que llevaba por tema: «Iglesia hoy. Espiritualidad de comunión y diálogo», organizado por el Movimiento de los Focolares.
Los participantes eran en su mayoría católicos, tres de ellos obispos, aunque, aunque había también miembros de otras denominaciones cristianas.
Silvano Cola, promotor del congreso, desde hace años responsable del Movimiento Sacerdotal de los Focolares, propuso tres reflexiones, según informa este movimiento: «descubrir al Dios-Amor como el «todo» de la experiencia cristiana», «saber ver a todos como hijos de Dios», «centrar la propia vida en Jesús crucificado», manifestación suprema del amor.
Un eco particular, prosigue el texto, suscitó el mensaje de la fundadora de los Focolares, Chiara Lubich, que, tras indicar en Jesús crucificado y abandonado a «Aquél que ha abierto a los hombres la vía de la fraternidad universal», haciéndose «mediador entre los hombres y Dios», deseó que «cada uno vea en Él su modelo, para que la Iglesia hoy se encuentre enriquecida por sacerdotes-Cristo, sacerdotes-víctimas por la humanidad; auténticos Cristo, prontos a dar la vida por todos».
Natalia Dallapiccola, primera compañera de Chiara Lubich, narró los inicios del movimiento de los Focolares, cuando «se descubrió el abandono de Jesús como vía hacia la unidad y se hizo de él la clave para gastar la propia vida por la fraternidad universal».
En el saludo final, el sacerdote Silvano Cola dijo: «Como hace dos mil años, a sus apóstoles, Jesús hoy parece decirnos «Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio ¡vivido!»».
Publicamos el texto completo del mensaje que les envió Chiara Lubich:
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Queridos todos:
Con mucha alegría doy la bienvenida a cada uno de los participantes de este Congreso, y saludo en particular a nuestros hermanos cristianos, ministros de otras Iglesias, que están aquí presentes.
Se han dado cita, provenientes de muchos países de todos los continentes, para profundizar juntos la espiritualidad de comunión y de diálogo en la Iglesia de hoy.
Me han pedido una palabra.
He visto que en vuestro rico programa le han dado un espacio relevante al tema “El abandono de Jesús”. ¿Por qué?
Porque los puntos fundamentales de nuestra espiritualidad son, de una parte Jesús crucificado que grita “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y de la otra, la unidad.
Jesús crucificado y abandonado es Aquél que abrió a los hombres el camino a la fraternidad universal.
Fue en ese momento cuando se convirtió en el mediador entre los hombres y Dios. Fue en la cruz donde se presentó al Padre como sacerdote y víctima al mismo tiempo por toda la humanidad. Y ya que los hombres, gracias a Jesús crucificado y abandonado, han podido restablecer su relación con Dios, también tienen la posibilidad de hacerlo entre ellos: Jesús abandonado es el vínculo de unidad entre los hombres. Y la unidad es el fruto del diálogo: es el diálogo realizado.
Por eso hablaremos de Él: ¡Él es el verdadero sacerdote!
Mi deseo, que acompaño con la oración, es que cada uno de ustedes encuentre en Él su modelo, para que la Iglesia se vea enriquecida por sacerdotes-Cristo, sacerdotes-víctimas por la humanidad; auténticos Cristo, dispuestos a dar la vida por todos.
La fiesta de Pascua que acabamos de celebrar nos recuerda que al dolor de la Pasión siguió la gran alegría de la Resurrección.
En Él Resucitado, vivo entre nosotros,
Chiara