2.300 desplazados fueron acogidos por los franciscanos en el conflicto líbano-israelí

En las «Casas Novas» de Jerusalén y Belén

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JERUSALÉN/BELÉN, viernes, 18 agosto 2006 (ZENIT.org).- Siguiendo el espíritu y deseo de San Francisco de Asís, sus frailes de Tierra Santa han llegado a dar acogida a 2.300 desplazados por el sangriento choque líbano-israelí de las pasadas semanas.

La Custodia de Tierra Santa confirma que, en el reciente conflicto, las «Casas Novas» –hospederías franciscanas para peregrinos– de Jerusalén y de Belén han dado acogida a casi 2.300 desplazados procedentes de puntos del norte de la región, como Haifa, Nazaret, Acre, Safet o Metula.

«Durante más de tres semanas, desde el 20 de julio hasta el 16 de agosto, la “Casa Nova” de Belén, con casi 1.500 desplazados de la guerra, ha sido la que ha llevado el peso mayor en la ayuda a tantos necesitados», explica el vicario de la Custodia, el padre Artemio Vítores ofm.

Se ha tratado de la acogida a muchas familias, «especialmente a tantos niños libaneses-maronitas residentes en el norte de Israel, griegos, católicos, latinos y otros, que habían tenido que huir de sus pueblos, de sus casas, que se habían convertido en peligrosas», aclara.

La acción ha permitido «darles un alojamiento, a veces toda la familia en una habitación, a precios insignificantes, para ayudarles a superar –de la manera lo menos traumática posible– su “exilio”», describe el padre Vítores.

Y ello «poniendo a disposición las instalaciones y sobre todo el cariño y saber hacer de los trabajadores -todos árabes cristianos, que han visto en ellos a hermanos en dificultad-, para que, sobre todo los niños, se sintiesen en su propia casa». Se ha buscado «tratarles como huéspedes importantes, porque lo necesitaban de verdad», reconoce el franciscano.

«Es lo que quería san Francisco que hicieran sus frailes –recuerda–. Lo decía Juan Pablo II: los franciscanos “conscientes de su vocaciones primera, se han prodigado en el servicio a los hermanos, sosteniendo a los más pobres y débiles… por amor de Aquél que tanto nos amó”. De este modo, continuaba el [entonces] Papa, “han profesado su fe y su esperanza”».

«Las palabras de agradecimiento de los sacerdotes responsables que venían con algunos grupos y de los padres, la participación devota de tantos cristianos en el Vía Crucis por las calles de Jerusalén rezando por la paz, pero sobre todo la sonrisa de los niños, ha sido todo ello motivo de esperanza para “una paz duradera”», reconoce.

Con el regreso de los desplazados-refugiados a sus casas, las «Casas Novas» están ahora vacías.

«Esperan la llegada de tantos peregrinos, no importa el lugar de procedencia ni la fe que los mueva», para seguir ofreciendo, como ha sido durante tantos siglos, «la calma del cuerpo y del espíritu a fin de poder recorrer, con el corazón apasionado, los Santos Lugares de nuestra Redención, siguiendo así “los pasos de Jesús”», concluye el franciscano.

Uno de los aspectos más característicos –forma parte de su misión– de la presencia plurisecular de los franciscanos en Tierra Santa es todo lo relacionado con los peregrinos que acuden a visitar el país de Jesús. Por ello las «Casas Novas» son parte importante de esta labor, explica la Custodia.

Desde el siglo XIV hasta inicios del XX eran prácticamente los únicos lugares de alojamiento para los fieles cristianos que visitaban la Tierra del Señor.

Pero tales hospederías han estado también, y lo siguen estando, al servicio de los habitantes de Tierra Santa, especialmente de los cristianos.

Ello ha ocurrido, de un modo particular –como se ha vuelto a constatar–, en las épocas de guerras y de conflictos, «que, por desgracia, son tan frecuentes en la Tierra de la Paz», lamenta la Custodia.

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ZENIT Staff

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