Rafael Navarro-Valls hace un balance de las relaciones Iglesia-Estado en España

Entrevista con el catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense

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MADRID, martes, 29 agosto 2006 (ZENIT.org).- Marie Zawisza, redactora del semanario «La Vie», perteneciente al influyente grupo francés «La Vie – Le Monde», ha planteado al profesor Rafael Navarro-Valls una serie de cuestiones relacionadas con la actual situación de las relaciones Iglesia-Estado en España.

Navarro-Valls es catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense , miembro del Instituto de España y Secretario General de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Transcribimos por su interés sus respuestas.

–¿Piensa usted que la elección de Zapatero introdujo un cambio radical en las relaciones de la Iglesia y del Estado? ¿Por qué?

–Rafael Navarro-Valls: Con todos mis respetos al presidente Rodríguez Zapatero, me parece que su posición frente a las Iglesias (no sólo la católica) es parecida a la de los utópicos franceses del XIX. Mientras el mundo evoluciona hacia posiciones de mayor valoración del hecho religioso, Zapatero parece desear recorrer un camino hacia atrás. A veces da la impresión de que su gobierno es de aquellos de antaño que quisieran volver a meter a Jonás en el vientre de la ballena. Es decir, relegar la religión a las catacumbas sociales. A la larga, una posición sin futuro.

–¿Cuál es el sentido de la legalización del matrimonio para los homosexuales en España? ¿Por qué ha tomado el gobierno esa medida? ¿Es posible que sea también para alejarse de la Iglesia? ¿Por qué? ¿Qué piensa usted de esa ley?

–Rafael Navarro-Valls: La ley a que alude, transforma las relaciones familiares en simples relaciones sexuales o asistenciales, lo que supone una mutación radical del ecosistema familiar. Esto explica las opiniones negativas frente a ella de los más prestigiosos organismos jurídicos españoles: Consejo del Poder Judicial, Real Academia de Jurisprudencia y Consejo de Estado. Ha ocurrido, además, un hecho inédito en el panorama español: la objeción de conciencia presentada por algunos jueces a la hora de aplicarla. Si a eso se unen las manifestaciones populares contra esta legislación, resulta que la ley de matrimonios homosexuales es un producto político elaborado de espaldas a la realidad social española.

La postura de Zapatero en el tema de los matrimonios entre personas del mismo sexo me recuerda la posición de Clinton al principio de su primer mandato sobre un tema similar en EE UU: el Ejército y los gays. Creo que Zapatero ha querido «despachar» cuanto antes un tema que sabía polémico, para dejar para la segunda parte de su mandato cuestiones que «dejen mejor recuerdo» para sus electores. Sin embargo, Clinton en sus «Memorias» se arrepiente precisamente por sus prisas iniciales. Muchos norteamericanos le achacaron que «era un radical encubierto, al que le habían arrancado su máscara de moderación». Algo similar le está sucediendo a Zapatero. Se está enajenando el disgusto, no solamente de los católicos, sino también de muchas personas moderadas no católicas.

–¿Las cosas iban mejor bajo Aznar?¿ Qué es lo que ha cambiado y por qué?

–Rafael Navarro-Valls: Aznar cometió un error político importante: aparecer en la primera fila de los que hacían la guerra de Irak, curiosamente sin hacerla en realidad. La tragedia iraquí no sólo ha producido muchas víctimas mortales, sino también otras políticas: Berlusconi, Aznar, Blair y Bush, entre otros. Dicho esto, efectivamente, en lo que se refiere a la posición del Estado con las Iglesias, las relaciones eran más fluidas. La libertad religiosa era mejor comprendida y, junto a ella, otras libertades conexas más respetadas.

–Su gobierno incluía miembros del Opus Dei, lo que no es el caso, creo, en el gobierno de Zapatero: ¿es un símbolo o también tiene repercusiones concretas?

–Rafael Navarro-Valls: En el que en un gobierno determinado haya o no miembros del Opus Dei o de otras instituciones de la Iglesia católica, es un tema muy secundario en el más global de las relaciones entre el Estado y el conjunto de valores compartidos por las Iglesias. No me parece significativo de nada en especial.

–¿Le parece significativo el hecho de que haya sólo un católico practicante en el gobierno de Zapatero (el ministro de la defensa)?

–Rafael Navarro-Valls: Si se refiere al señor Bono, me figuro que sabe usted que hace un tiempo dimitió por razones personales y para dedicarse más a su familia. No tengo el gusto de conocerle personalmente y, por tanto, no sabría valorar si es o no un «católico practicante».

–¿Cómo organiza la Iglesia la «resistencia»? ¿Organizando manifestaciones? ¿Qué más?

–Rafael Navarro-Valls: Contra lo que pudiera parecer, en el tercer milenio la gran novedad no es la secularización sino la des-secularización . Es decir, el resurgir de las grandes religiones. En este contexto, lo que usted denomina «resistencia» , la Iglesia lo entiende más bien como una posición «de apertura» a los valores esenciales a los que apunta la dignidad humana. Se entiende así que su misión sea «alentar» a sus fieles para que actúen en la plaza pública, defendiendo las libertades. Es consciente de que su adversario es la intolerancia laicista, esa que pone en circulación una especie de policía mental orientada a la caza de brujas. En una palabra, esa tendencia del poder de sustituir las viejas teocracias por las «ideocracias» civiles, nuevas formas de religiones intolerantes. Aquí, la firmeza de la Iglesia consiste en buscar todos los cauces posibles para que su mensaje «alentador» sea valorado en la bolsa social de los valores.

–¿Creo que es la primera vez que la Iglesia española organiza y participa en manifestaciones: es porque el matrimonio homosexual es un símbolo?

–Rafael Navarro-Valls: En realidad, la Iglesia ha participado –pero no organizado– dos grandes manifestaciones sociales : una en defensa de la familia y otra en defensa de la libertad de educación. Esta participación se explica porque, efectivamente, familia y educación son dos símbolos de la defensa de libertades esenciales que la Iglesia defiende. No olvide que, en su último discurso a los políticos católicos , Benedicto XVI situaba el matrimonio heterosexual y las leyes sobre la educación religiosa entre los valores cristianos esenciales, «no negociables».

–He oído a algunas personas decir que uno no puede ser católico y simpatizante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) al mismo tiempo. ¿Es verdad? ¿Por qué? ¿Qué piensa usted de los católicos que votan por ese partido?

–Rafael Navarro-Valls: Pienso que en la esencia del mensaje cristiano se incluye el respeto para todas las posiciones políticas, incluidas las que no nos gustan. No soy yo quién para juzgar las tomas de posición electorales. Este es un problema de la conciencia de cada uno, que debe actuar de acuerdo también con las orientaciones que en materias políticas cercanas a la fe y las costumbres pueda proponer la Jerarquía de cada país.

–¿Cuál es exactamente el problema de la enseñanza religiosa en las escuelas hoy? ¿Por qué hay tanta oposición entre la Iglesia y el gobierno sobre ese tema? ¿Qué piensa usted de eso?

–Rafael Navarro-Valls: Es un problema de adecuada interpretación de la Constitución española y de los Acuerdos internacionales entre la Santa Sede y el Estado español. A la vista de esos textos legales, la Iglesia entiende que la asignatura de religión ha de ser una asignatura de adecuada atención por el poder. No simplemente una especie de «cenicienta» que se la soporta como una intrusa. Al tiempo, opina que los padres tienen derecho a una enseñanza para sus hijos de acuerdo con sus convicciones personales, también religiosas. En la medida en que el gobierno pone obstáculos a estos planteamientos, la Iglesia simplemen
te le recuerda que están protegidos no sólo por esas normas, sino también por su interpretación jurisprudencial a través del Tribunal Supremo. De ahí los conflictos.

–¿Cómo cree usted que el enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado va a evolucionar? Algunas personas me dijeron que se iba a relajar gracias a la nominación de Francisco Vázquez como embajador en la Santa Sede. ¿Puede usted explicarme ese asunto en dos palabras? ¿Cuál es su opinión?

–Rafael Navarro-Valls: Entre el Estado y las Iglesias existe una «delgada línea roja». En toda frontera no es de extrañar que existan conflictos. El problema en estos primeros años del presidente Zapatero es que esos conflictos se han multiplicado excesivamente. Creo que él mismo es consciente y está intentando rectificar poco a poco. Estoy de acuerdo en que el nombramiento del nuevo embajador ante la Santa Sede , un católico moderado, es una manifestación de esos deseos de hacer más fluidas esas relaciones. Pero no basta un gesto. Zapatero debe demostrarlo con hechos más eficaces, Actuaciones explícitas en favor de esas libertades esenciales a las que antes he aludido. Está en juego la vigorización del tejido social y el necesario retroceso del intervencionismo estatal. Es decir, la libertad.

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ZENIT Staff

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