SANTO DOMINGO DE SILOS, domingo, 1 octubre 2006 (ZENIT.org).- ¿Existe una liturgia benedictina? En una conversación con el monje benedictino Juan Javier Flores -presidente del Pontificio Instituto Litúrgico de Roma (en el Ateneo Pontificio San Anselmo)- Zenit ha explorado esta cuestión, sumamente actual desde la elección de Benedicto XVI.
El padre Juan Javier Flores, de la Abadía Benedictina de Santo Domingo de Silos, explica en esta entrevista la influencia de los monasterios benedictinos en la vida litúrgica de la Iglesia.
–¿Se puede hablar específicamente de una liturgia benedictina o es una expresión inadecuada?
–P. Flores: No existe una «liturgia monástica», como no existe una liturgia benedictina, ni ha existido nunca; existe un modo monástico o benedictino de celebrar la sagrada liturgia. Porque la liturgia pertenece a la Iglesia y es pensada, actuada y vivida para todos los cristianos.
Los monjes no se apartan de la liturgia de la Iglesia, sino que más bien se aprovechan de ella y viven de ella, puesto que la liturgia es de la Iglesia.
Con este principio como base, pienso que la liturgia en los monasterios de hoy debe ser una liturgia que refleje el espíritu y la letra de los libros litúrgicos renovados tras la reforma litúrgica.
Sin nostalgias ni vueltas a un pasado romántico, los monasterios estuvieron en la vanguardia del movimiento litúrgico y, en línea con ello, deberán continuar siendo lugares donde se celebra y se vive la liturgia de hoy con el espíritu de siempre.
La Regla de San Benito no tiene ninguna peculiaridad respecto a la Eucaristía o al resto de los sacramentos. Es un documento del siglo VI; luego refleja la situación eclesial del momento.
Sólo en lo referente al oficio divino -que ahora llamamos liturgia de las horas- tiene una gran peculiaridad y originalidad. A lo largo del tiempo y hasta hoy, ha habido en la Iglesia latina dos tipos de oficios, el monástico y el oficio catedral o clerical.
El oficio benedictino se funda en principios de la tradición monástica anterior, reúne y ordena elementos litúrgicos que en su tiempo aparecen en uso en distintas iglesias. Tanto en su conjunto como en innumerables detalles el oficio divino de la Regla benedictina tiene una gran originalidad.
–¿Cuál ha sido la influencia de los benedictinos en la historia de la liturgia?
–P. Flores: Los monasterios benedictinos por tanto han tenido desde su inicio un oficio divino diverso del clero diocesano y de los demás religiosos basándose en la distribución que del salterio hace San Benito.
El principio de la Regla que se ha sido mantenido categóricamente durante los siglos hasta ahora es que «se atienda a que cada semana se recite íntegro el salterio de ciento cincuenta salmos…» (RB 18). Hay que admitir que no se trata aquí de una -y menos aún de la- forma existencial de la vida monástica benedictina, pero sí de su modo de organizar algo tan importante como es la oración comunitaria.
Y también hay que reconocer que la piedad monástica desde el principio en una gran medida ha estado marcada por la piedad de los salmos.
Dado que es cierto que los monasterios benedictinos no deben ser museos de historia de la Iglesia ni de historia de la liturgia, en consecuencia no se deberían transformar en eso; no obstante, es muy legítima la esperanza de que se pueda mantener en los monasterios benedictinos el Psalterium per hebdomadam, que tiene más de 1.500 años de tradición, por lo menos en el oficio monástico.
Pero los monasterios benedictinos se adaptan al tiempo y al lugar. El poder apartarse del principio asumido por el monacato de rezar los 150 salmos en un modo determinado, ya se prevé en el mismo capítulo 18 de la regla benedictina: «sobre todo advertimos que si por ventura a alguno no gustare esta distribución de salmos, la ordene de otro modo, si le pareciere mejor» (RB 18, 22) pero -añade San Benito- manteniendo el anterior principio del salterio semanal.
–¿Cómo se organiza la distribución de los salmos?
–P. Flores: La reforma del oficio divino en los monasterio benedictinos se basa únicamente en el Thesaurus Liturgiæ Horarum Monasticæ, preparado por y para la Confederación Benedictina, donde ya se plantean otros modos de distribución del salterio según las posibilidades de los distintos monasterio.
Entre las cuatro posibilidades que pueden escoger los monasterios está el esquema A -o de la Regla-, el esquema B -Fuglister- que distribuye el salterio en una o dos semanas con criterios exegéticos y bíblicos distintos a los que en su día tuviera San Benito, más otros dos esquemas que han tenido menos resonancia.
Por lo tanto hoy los distintos monasterios tienen opción de optar por un oficio divino que responda más a las exigencias de tiempo, lugar y trabajo de cada monasterio.
Algunos han optado por mantener el esquema tradicional benedictino; una gran mayoría sigue hoy el esquema B con distribución del salterio en una o dos semanas; algunos incluso han optado por adoptar la misma liturgia de las horas romana.
Es, por lo tanto, más una responsabilidad propia de cada monasterio benedictino escoger uno u otro esquema, sabiendo que entre los elementos de la vida benedictina el Oficio Divino debe ocupa el primer lugar (RB 8,20; 43,3) y nada se debe de anteponer a él.
–¿Qué repercusión tienen los monasterios benedictinos en la vida litúrgica de la Iglesia?
–P. Flores: A lo largo de los siglos los monasterios benedictinos han sido lugares de irradiación espiritual y litúrgica; más aún, ellos han mantenido durante la Edad Media la cultura y de sus escuelas surgieron los personajes de la Iglesia del momento. Pensemos en los grandes monasterios como Cluny, Saint Gall, etc.
En 1909, precisamente en torno al monasterio belga de Mont César, da inicio el «movimiento litúrgico» de manos de don Lamberto Beauduin que de ser sacerdote dedicado al mundo obrero había pasado a ser a monje benedictino en dicho monasterio. De este movimiento litúrgico se pasó a la reforma litúrgica a raíz del Concilio Vaticano II.
Fueron los monasterios benedictinos centros de irradiación espiritual y por lo tanto litúrgica; pensemos en Solesmes (Francia), Beuron y Maria Laach (Alemania), Montserrat y Silos (España), Montecasino y Subiaco (Italia), Maredsous y el ya citado de Mont César (Bélgica), etcétera.
Todos estos monasterios tienen sus puertas abiertas a su tesoro más precioso, su oración litúrgica, de modo que la oración de la comunidad que allí vive es compartida con huéspedes y visitantes que son introducidos en ese modo en la gran oración de la Iglesia.
Esto puede considerarse el apostolado monástico por excelencia. De ese modo han evangelizado los monasterios. También hoy existe un modo excelente de pasar las «vacaciones» yéndose a una hospedería monástica y participando en las distintas horas de la jornada, al compás y con la ayuda de los monjes y monjas benedictinos.
–¿El Papa Benedicto XVI ha recibido influencia de esta espiritualidad litúrgica benedictina?
–P. Flores: El Papa Benedicto XVI ha manifestado un gran amor y aprecio por la orden benedictina y por San Benito a lo largo de su trayectoria. El hecho de haber escogido el nombre del patriarca de los monjes de occidente es muy significativo, como él mismo lo explicó a los pocos días de su elección.
La liturgia ha formado parte de su vida, como él mismo dice en su autobiografía, ya desde sus años de seminario. Visitaba regularmente el monasterio benedictino alemán de Scheyern en Baviera y cada año por la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, viviendo ya en Roma, se dirigía al monasterio de las monjas benedictinas de Rosano, cerca de Florenci
a, donde participaba en la liturgia de las monjas y presidía personalmente la procesión del Corpus.