ROMA, martes, 2 octubre 2006 (ZENIT.org).- Recientemente tuvo lugar en Roma, del 11 al 15 de septiembre, en el Instituto Pontificio Bíblico, la 39 Semana Bíblica Nacional, promovida por la Asociación Bíblica Italiana (ABI) con el tema «La violencia en la Biblia».
Para profundizar el tema y precisar qué relación puede haber entre Dios y la violencia, Zenit ha entrevistado al presidente de la ABI, el sacerdote Rinaldo Fabris.
–El Papa Benedicto XVI durante una lección en Ratisbona condenó la «yihad» (guerra santa) porque es contraria a la razón y a Dios. ¿Qué opina usted?
–Fabris: Si la «yihad» de la que se habla varias veces en el Corán coincide con la «guerra santa», es decir una lucha armada contra los adversarios –infieles o apóstatas– justificada y llevada a cabo en nombre de Dios, es evidente que la «yihad» es contraria a la fe religiosa, que presupone la libre adhesión a Dios. Es contraria a la imagen cristiana de Dios, revelada por Jesucristo, que ha tomado sobre sí la violencia humana y la ha desactivado en la muerte de cruz, afrontada como máximo acto e fidelidad filial a Dios y de solidaridad extrema con la condición humana. Pero en la interpretación islámica del Corán la «yihad» no es sólo guerra santa sino antes que nada es empeño y esfuerzo contra el mal en todas sus manifestaciones.
–Los extremistas islámicos invocan a Dios cuando realizan horrendos actos terroristas. ¿Es posible matar en nombre de Dios?
–Fabris: En el caso del llamado «martirio», denominado con un vocablo extraño a la cultura árabe-islámica «kamikaze», se trata de una manifiesta y blasfema manipulación de la fe religiosa en función de un gesto execrable según un enfoque ético, personal y social. Desde siempre los actos de terrorismo como violencia extrema e irracional han sido justificados en nombre de ideologías nacionalistas, racistas y, en sociedades con cultura religiosa, incluso en nombre de Dios.
–La ABI que usted preside acaba de concluir un congreso sobre el tema de la violencia en la Biblia. ¿Cuáles han sido las reflexiones y conclusiones?
–Fabris: Queriendo resumir la aportación de las treces ponencias de la semana, seguidas con gran interés por los 160 participantes –profesores de Sagrada Escritura en las facultades teológicas e institutos de ciencias religiosas–, se puede decir que la violencia en todas sus acepciones –física, social y moral– está presente en la historia bíblica recogida en los libros del Antiguo y Nuevo Testamento.
Se trata de la violencia entre los hombres, a partir del delito de Caín, condenado como pecado, pero también de la violencia hecha en nombre de Dios y de una imagen violenta de Dios.
En la Biblia se habla del «Dios de los ejércitos» y de la ira de Dios que castiga inexorablemente a los impíos con un juicio de condena. Por otra parte, como se dice en la constitución del Concilio Vaticano II «Dei Verbum», n. 12, Dios en la sagrada escritura habla a los hombres en manera humana.
Dado que la violencia forma parte de la experiencia histórica de la humanidad, no sorprende el que se encuentre en la Biblia, que es el espejo. En el debate de la Semana Bíblica se ha tratado de comprender cuáles son las raíces de la violencia según la Biblia y si es posible desactivarla.
En este ámbito se ha afrontado el problema del papel de la ley y del derecho penal, que a menudo no logran contener la violencia, sino que se convierten en factores de nueva violencia.
En este telón de fondo, se sitúa el evento paradójico de la muerte de cruz de Jesús, por la que Dios entra en la historia humana de violencia y se hace cargo de ella. Esta imagen de Dios ya está presente en algunos textos proféticos y sapienciales del Antiguo Testamento. Sólo con la resurrección de Jesús, Dios rehabilita al justo sin producir una ulterior violencia.
–Durante el congreso, ¿han afrontado también el tema de la «guerra justa»? ¿Qué nos puede decir al respecto?
–Fabris: En esta semana de estudio y debate de la ABI no se ha afrontado directamente el tema de la guerra, que ya tiene un amplio tratamiento en las publicaciones bíblicas, donde se habla de la «guerra sacra» (o santa).
Esta última está presente en la Biblia y en todo el Oriente Medio Antiguo. Esta implica el «herem» –el sacrificio– de los enemigos, es decir la eliminación de los enemigos en nombre de Dios.
La categoría de la «guerra justa», a partir de algunas reflexiones de san Agustín, se elabora en tiempo de las guerras de Carlos V, en el siglo XVI, por algunos juristas españoles que indican cuáles son las condiciones para que la guerra sea justa y legítima.
Tras las experiencias de las dos guerras mundiales y en la actual situación de la violencia terrorista globalizada, la teoría de la guerra justa no sólo está superada sino que es peligrosa. Es preferible hablar del derecho-deber de la legítima defensa de las personas y de las sociedades humanas, recurriendo a medios y métodos que no produzcan otras formas y situaciones de violencia.