ROMA, jueves, 5 octubre 2006 (ZENIT.org).- Al inicio del tercer milenio existen todavía campos de concentración como los «gulags» soviéticos y los «lagers» nazis. Se encuentran en China y se llaman «laogais».
Desde 1992, una organización sin ánimo de lucro, la Laogai Research Foundation está documentando los crímenes y violaciones de los derechos humanos cometidos en estos campos de trabajo chinos.
El director de la Fundación de Investigación Laogai es Harry Wu, que pasó 19 años en los «laogais» con la acusación de haber criticado la invasión de Hungría por parte de los soviéticos. Todos sus parientes y amigos fueron obligados a denunciarlo como contrarrevolucionario. Su madre se negó y se suicidó.
Según la Fundación, el «laogai» es un sistema de campos de concentración, introducido por Mao Zedong con el objetivo de utilizar a los prisioneros como esclavos. Se calcula que desde su constitución estos campos han acogido al menos a cincuenta millones de personas, y que no existe un chino que no conozca al menos a una persona que ha sido internada en los mismos.
La Fundación, que ha denunciado también las ejecuciones públicas para extraer los órganos de los prisioneros ajusticiados, las persecuciones por motivos religiosos y la aplicación coactiva de la política reproductiva en China (la «ley del hijo único»), ha recogido una amplia y sólida documentación para demostrar que en los «laogais» se comete la mayor parte de las graves violaciones de los derechos humanos de China.
El 28 de octubre próximo, Harry Wu participará en Milán en un congreso titulado «Ziyou» («Libertad»), organizado por los Comités para la Libertad. En esa ocasión presentará la edición italiana de su libro «Laogais. Los gulags de Mao Zedong», cuyo título en inglés es «Laogai: The Chinese Gulag»
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Para profundizar un tema tan candente, Zenit lo ha entrevistado.
–¿Cuáles fueron los delitos por los que fue usted condenado a 19 años de prisión en un «laogai»?
–Harry Wu : Estudiaba geología en la Universidad de Shangai. Quería profundizar mi formación y no participar en la actividades de adoctrinamiento de la Liga Juvenil Comunista. Me permití criticar, hablando con amigos estudiantes, la invasión de Hungría por la Unión Soviética. Siendo también católico y de origen alto-burgués, fui considerado como un «contrarrevolucionario de derechas». Este fue el delito oficial por el que fui condenado a 19 años de «laogai».
–¿Cómo logró resistir sin ceder a la desesperación?
–Harry Wu: En mi libro «Bitter Winds» («Vientos amargos») expliqué cómo pasé mi vida en los «laogais». En el texto relaté que gracias a mi testarudez, a la fuerza interior y a la oración no cedí a la desesperación. Vi cómo se suicidaban muchos amigos, cómo morían de hambre o eran asesinados. Sufrí la tortura y el aislamiento forzado, en muchas ocasiones me privaron también del alimento. Y todo esto por un reato de opinión, porque juzgué injusta la invasión soviética de Hungría.
–Ser católico, ¿le ayudó o hizo más dura la persecución?
–Harry Wu: Ciertamente hizo que fuera más dura. Ser creyente era y es un crimen en China, excepto si se participa en la Iglesia Patriótica oficial controlada por el partido.
–¿Por qué ha escrito el libro «Laogai. Los gulag de Mao Zedong». Qué objetivos pretende alcanzar?
–Harry Wu: El libro es una traducción de mi primer libro publicado en 1992 en Estados Unidos «Laogai. El gulag chino» «Laogai: The Chinese Gulag», que llevó a la atención del mundo esta trágica realidad. Un horror que existe todavía. El objetivo es el de hacer saber al mundo lo que sucedía y lo que sucede hoy en los «laogais». Repito a menudo que el día en que la palabra «laogai» aparezca en los diccionarios, como es el caso de los términos «lager» y «gulag», podré morir en paz. He logrado algún resultado. El Diccionario Oxford y el Duden Woerterbuch han añadido la palabra «laogai». Estoy tratando de hacer lo mismo con otros diccionarios.
–¿Cuál es la situación de los derechos humanos en China y cuáles son las condiciones y los riesgos que corren los católicos?
–Harry Wu: Sencillamente trágica. En los «laogais» sufre un número indefinido de millones de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar en condiciones inhumanas, con el único objetivo de ofrecer beneficios al gobierno chino y a las numerosas multinacionales.
Pero no acaba ahí. Hay ejecuciones en masa con la consecuente venta de órganos humanos. Se ha difundido la explotación de niños obligados a trabajos forzados. Las diversas Iglesias y comunidades de creyentes sufren amenazas y represalias. Los abortos y las esterilizaciones forzadas se practican ampliamente.
Existe un difundido abuso de la psiquiatría como instrumento de opresión política. ¡Son graves violaciones de los derechos humanos que constituyen la realidad de la China actual! Realidades ignoradas por los medios de comunicación del mundo libre que no quieren causar molestias al comercio internacional.