La herejía arriana sigue tentando a la Iglesia, reconoce el cardenal Bertone

En una entrevista concedida al diario chileno «El Mercurio»

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 9 octubre 2006 (ZENIT.org).- El cardenal Tarcisio Bertone S.D.B., nuevo secretario de Estado, considera que, como en siglos pasados, la Iglesia sigue experimentando la tentación de la herejía arriana, es decir, la concepción según la cual Cristo no es Dios.

En una entrevista concedida a Jaime Antúnez, para el diario chileno «El Mercurio», la mano derecha de Benedicto XVI en la guía del Vaticano desde el 15 de septiembre, reconoce que «uno de los problemas principales de nuestro tiempo es el problema de la cristología», según la cual, se considera a Cristo tan sólo como «un gran hombre»

«Si la divinidad de Cristo se pone en duda…», se pone en duda el fundamento del cristianismo, reconoce recordando la doctrina de Arrio (256-336), sacerdote de Alejandría y después obispo, quien desde el 318 negó la divinidad de la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo.

Síntomas de esta negación de la divinidad de Jesús, son, por ejemplo, el apoyo recibido por «El Código da Vinci», a pesar de que su trama se basa en «invenciones novelescas absolutamente vergonzosas», reconoce el purpurado italiano.

«Pero vemos además que incluso en la elaboración de cierta teología se pone en duda la divinidad y la unicidad salvífica de Cristo, único Salvador», reconoce.

«Esta reducción cristológica traiciona la fe de la Iglesia naciente y de los grandes concilios cristológicos, de Nicea, Constantinopla y Calcedonia. Es una auténtica traición y un desmentido a la fe de nuestros padres», recuerda.

Según el cardenal Bertone, «es necesario pues volver a la fe cristológica, a la centralidad de Cristo, verdadero Dios y por tanto único Salvador».

Ahora bien, según el secretario de Estado, a la Iglesia no sólo afronta la amenaza del arrianismo, sino que también de un nuevo «pelagianismo», una de las herejías de mayor peso en la historia de la Iglesia, surgida en el siglo V

«Este estriba en pensar que podemos construir por nosotros una Iglesia y en creer posible salvarse por sí mismos, sin la gracia y la ayuda del Señor», indica.

«Son peligros recurrentes que aparecen sucesivamente en la historia», reconoce.

Estos dos desafíos fueron afrontados por la declaración «Dominus Iesus», «sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia», firmada por los entonces cardenal Joseph Ratzinger y arzobispo Tarcisio Bertone, en calidad de prefecto y secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

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ZENIT Staff

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