El cardenal Erdo presenta la figura de Sára Salkaházi, asesinada por salvar a judíos

Entrevista con el nuevo presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE)

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BUDAPEST, martes, 10 octubre 2006 (ZENIT.org).- El cardenal Peter Erdo, arzobispo de arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría), recién nombrado presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), presenta en esta entrevista concedida a Zenit la figura de Sára Salkaházi, beatificada el 17 de septiembre por haber protegido a personas judías.

El cardenal Erdo presidió la celebración en nombre del Papa el 17 de septiembre en Budapest, la primera beatificación que se ha celebrado en Hungría.

–¿Qué importancia ha tenido esta beatificación?

–Cardenal Erdo: Antes que nada, decir que la última canonización que tuvo lugar en Hungría fue en 1083, en una época en que no existía todavía la distinción técnica entre beatificación y canonización. Por tanto tienen razón en decir que es la primera beatificación que se efectúa en Hungría. Sobre todo es una gran alegría, no sólo para los católicos creyentes sino para toda la sociedad. Un acontecimiento completamente extraordinario y tiene también una gran importancia el hecho de que todo esto sucede en el año de los jubileos de Hungría, en un año en que la Conferencia Episcopal Húngara ha declarado año de oración para la renovación espiritual de la nación magiar. Se trata sobre todo del 50 aniversario de la revolución de 1956.

¿Qué significa para nosotros esta beatificación en la ciudad de Budapest? Significa que una mujer de hoy, del siglo XX, una mujer digamos corriente, es decir que no es aristocrática, no proviene de la casa real, puede realizar el ideal cristiano y puede ser también mostrada a todo el pueblo como ejemplo de vida cristiana. Porque los beatos y los santos son, por una parte, nuestros patronos que interceden por nosotros, y por otra, son también ejemplos de vida cristiana y este ejemplo debe ser actual, palpable para la gente de hoy. Los húngaros tienen relativamente pocos santos canonizados, en parte porque nuestra fuerza administrativa para llevar a cabo estos procesos era más bien escasa en nuestra agitada historia. Por tanto, es una alegría extraordinaria que Juan Pablo II beatificara ya a tres húngaros y ahora que Benedicto XVI haya concedido la beatificación de sor Sára Salkaházi, que fue mártir y murió en Budapest, en esta ciudad que bajo este nombre existe sólo desde 1873, porque antes Buda y Pest eran dos ciudades diferentes.

El santo patrono de nuestra ciudad es san Gerardo Sagredo, de Venecia, que fue un obispo italiano. Tras la muerte de San Esteban, fue arrojado al Danubio, desde el monte que ahora lleva su nombre. Su estatua alza la cruz sobre la ciudad de Budapest. Su martirio estaba estrechamente ligado al agua del Danubio. Y ahora celebramos la beatificación de una santa del siglo XX, que fue martirizada en el Danubio. Fue fusilada en el río, junto a muchas personas de ascendencia judía, porque fue mártir de la caridad cristiana. Dio la propia vida por sus prójimos. Escondió en su convento a muchos perseguidos y, cuando fue descubierto este hecho, a finales de 1944, fue arrestada y luego, junto a las mujeres escondidas, fue fusilada en el Danubio. En el proceso de la causa se han encontrado incluso testigos oculares de su martirio que pudieron ofrecer declaración sobre la manera en que murió. Hizo el signo de la cruz en el último momento de su vida, por tanto con plena consciencia quiso dar testimonio del modo en que un verdadero cristiano debe comportarse en situaciones tan trágicas.

–En la historia de la Iglesia, incluso en los periodos difíciles, algunas personalidades carismáticas se han convertido en brújulas en medio de la tempestad. ¿Qué papel desempeñó sor Sára en el atormentado periodo en el que vivió?

–Cardenal Erdo: Sor Sára fue ante todo una mujer muy moderna: periodista en la ciudad de Kosice, que pertenecía a Hungría cuando ella nació y que luego formó parte de Checoslovaquia; escribió para varios periódicos y mas tarde compuso también piezas de teatro: sus escritos están llenos de sensibilidad humana pero también de pensamiento cristiano.

A través de su actividad intelectual, se abrió hacia la vocación y decidió dedicar toda su vida al servicio del prójimo. Por esto entró en la sociedad de las Hermanas Sociales, que era una congregación nueva en aquel tiempo y que se ocupaba sobre todo del servicio a los pobres y enfermos.

En su contacto con los pobres, sor Sára descubrió la extrema necesidad de las mujeres en la sociedad de entonces, mujeres que eran obligadas a trabajar teniendo incluso la familia, que vivían en plena dependencia y miseria muy a menudo.

Organizó también varias casas para mujeres en situación de crisis. Su pensamiento se caracterizaba por un feminismo cristiano. La casa de Budapest donde fue superiora al final de su vida fue una casa inicialmente para las mujeres obreras y en esta casa escondieron después a muchas mujeres de origen judío. Esta no fue una acción aislada de sor Sára sino también organizada centralmente por toda su congregación.

Margit Slachta, superiora general de la congregación, prescribió que en cada casa perteneciente a su Sociedad, se escondieran a las mujeres perseguidas. Es más, las estudiantes de los internados fueron despedidas a sus casas para tener lugar suficiente para las perseguidas.

Las leyes húngaras de la época eximían a las personas de origen judío de las consecuencias jurídicas de esta pertenencia si eran miembros de una congregación religiosa, o si eran sacerdotes o clérigos de una iglesia cristiana. Por esto, por ejemplo, en la ciudad de Cluj, en la actual Rumanía, que también perteneció a Hungría, esta Sociedad tenía una casa grande, donde no pocas mujeres jóvenes estaban vestidas de religiosas para salvar la vida.

Tenemos muchos testimonios de este tipo. En otra casa de la Sociedad en Budapest, hasta el último momento de la ocupación nazi, había muchos escondidos, incluso hombres. Naturalmente no estaban vestidos de religiosas, sino que eran ocultados en compartimentos bajo el techo de la casa y cosas por el estilo.

Era una acción muy bien organizada y muy arriesgada y, por esto, sor Sára, en una consagración solemne, hecha en la capilla de la congregación, aquí en Budapest, se ofreció como sacrificio de la sociedad para salvar a todas las demás.

En efecto, tras su muerte ninguna otra religiosa fue asesinada ni por los nazis ni por los comunistas que vinieron después. Fue una historia verdaderamente conmovedora en aquella época. Ahora bien, bajo el comunismo, se podía hablar poco de ella. Por eso, la causa de beatificación sólo pudo comenzarse tras el cambio del sistema.

–Los santos y los beatos nos dejan un testamento ideal y un ejemplo siempre vivo a seguir en el que la comunidad católica debería inspirarse en las dificultades cotidianas.¿Cómo se puede presentar el ejemplo de vida de la hermana Sára en un contexto contemporáneo de relativismo?

–Cardenal Erdo: Presentando los episodios de su vida, porque trabajó por los pobres al menos en diez lugares. Por ejemplo en la Ucrania de los Cárpatos, donde en aquella época había enormes problemas sociales y de pobreza.

Podemos presentarla además como una persona que combatía por la propia vocación, una persona que era muy decidida en seguir la voluntad de Dios, una vez reconocida. Todos aquellos que la conocieron dicen que era una personalidad fuerte, aún sabiendo gastar buenas bromas, pero nunca quiso ceder cuando había reconocido algo como voluntad de Dios.

Esta claridad de decisión podría ser un gran ejemplo para la gente de hoy que muy difícilmente logra decidirse, encuentra difícilmente la vocación, el cónyuge o la profesión para su vida.

Es también un gran ejemplo de actitud cristiana que ayuda a los demás sin cálculos, sin tomar en consideración el propio interés y que mira con ojos abier
tos la situación de la sociedad del propio pueblo, de la ciudad donde vive y que se da cuenta de las necesidades de la gente que vive a su alrededor, porque hoy estamos muchas veces muy aislados y no nos damos ni siquiera cuenta de la miseria en que viven nuestros vecinos. Por tanto, se da una alienación muy fuerte en la sociedad actual y nosotros, como cristianos, debemos romper este muro de alienación.

Debemos abrir los ojos y también los corazones hacia todos los que tienen algún tipo de necesidad, que puede ser de salud, material, psicológica, espiritual o social, en personas oprimidas o perseguidas. El mundo de hoy está lleno de situaciones de este tipo, por tanto el testimonio de esta religiosa es lamentablemente actualísimo.

–¿Cuál es el carisma de la hermana Sára? ¿Cómo se puede describir su espiritualidad?

–Cardenal Erdo: Su vida estaba inscrita armónicamente en su congregación, en el servicio social a la persona humana. Porque hoy los grandes sistemas sociales de seguridad social, si funcionan, no logran funcionar como antes incluso en el mundo occidental.

Otra cuestión es que los servicios que ofrecen estos sistemas son generalmente servicios materiales y no directamente personales, por tanto los sistemas están despersonalizados, mientras que la ayuda que trataban de dar estas religiosas era siempre una ayuda personalísima que no calculaba sólo la cantidad de los alimentos distribuidos sino que trataba de ponerse en contacto personal con los necesitados. También esto, en mi opinión, es un aspecto actualísimo de la espiritualidad cristiana.

–¿Qué le ha impresionado personalmente en la figura de la hermana Sára?

–Cardenal Erdo: Conozco todavía personalmente a señoras que fueron salvadas por sor Sára o por las otras religiosas de su congregación. Para mí, su figura era siempre una figura de los cuentos de los ancianos, es decir, una leyenda muy realista. Es una prueba de que los santos no son personas alejadas de la vida cotidiana, de nuestras posibilidades, sino que son personas como nosotros que simplemente en las circunstancias incluso banales de la vida cotidiana logran seguir con coherencia la voluntad de Dios.

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ZENIT Staff

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