El pontífice hizo un análisis este jueves del nuevo fenómeno migratorio global junto al nuevo embajador de Bélgica ante la Santa Sede, Frank De Coninck, durante la ceremonia de presentación de sus cartas credenciales.

«Hoy día la acogida de inmigrantes cada vez más numerosos y la multiplicación en un mismo suelo de diferentes comunidades según cultura de origen o religión hacen absolutamente necesario, en nuestras sociedades, el diálogo entre las culturas y entre las religiones», comenzó aclarando el pontífice.

«Es necesario profundizar en el conocimiento mutuo, respetando las convicciones religiosas de cada quien y las legítimas exigencias de la vida social, según las leyes en vigor y acoger a los inmigrantes de manera que siempre se respete su dignidad», aseguró en el discurso que le entregó en francés.

«Para ello --consideró--, es necesario aplicar una política de inmigración que sepa conciliar los intereses propios del país de acogida y el necesario desarrollo de los países menos favorecidos».

Esta política, consideró, debe estar apoyada «por una voluntad de integración que no permite que se desarrollen situaciones de rechazo o de ausencia de derecho, como lo revela el drama de los “sin papeles” (“sans-papiers”)», como se conoce a los inmigrantes ilegales en los países francófonos.

«De este modo, se evitará el repliegue sobre sí mismo, el nacionalismo exacerbado o incluso la xenofobia y podrá esperarse en un desarrollo armonioso de nuestras sociedades por el bien de todos los ciudadanos», concluyó el Papa.