LAGO DE GUADALUPE, miércoles, 15 noviembre 2006 (ZENIT.org–El Observador).- Este martes, por vez primera en la historia, el presidente de México, en este caso Vicente Fox Quesada, realizó una visita a los 113 obispos reunidos en la 82 Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
El presidente de México –quien dejará el poder el próximo 30 de noviembre– realizó la visita para agradecer a los obispos mexicanos su apoyo y participación en los pasados seis años de gobierno, y estuvo acompañado, en todo momento, por el Secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, quien ha sido sometido a duros ataques de la izquierda por su militancia católica.
Esta es la primera vez en la historia de México que un presidente en funciones visita a los obispos reunidos en Asamblea Plenaria. Por su parte, en voz del presidente de la CEM, monseñor José Guadalupe Martín Rábago, los obispos mexicanos agradecieron el gesto del presidente pues durante la reunión pudieron conocer los retos a los que se enfrentará México los próximos años.
Sobre las reacciones de este encuentro, que ya se están produciendo en la prensa, los obispos advirtieron mediante un comunicado, que la CEM está al servicio de México y quiere aportar todo lo que esté en sus manos para el bien de todos los mexicanos.
«Deseamos mantener y promover un cordial espíritu de colaboración y de entendimiento al servicio del crecimiento espiritual y moral del país, y ser en definitiva una instancia de servicio en beneficio de México; ésta es la razón de ser de nuestra reestructuración y de toda la labor que la Iglesia ha venido haciendo a través de los siglos», subrayó el comunicado hecho público este martes por la CEM.
El próximo viernes –en otro hito en las relaciones Iglesia-Estado– el presidente electo, Felipe Calderón Hinojosa, también estará dialogando con los obispos mexicanos a unos días de tomar posesión de su mandato constitucional.
Los diálogos que mantendrán durante la 82 Asamblea –finalizaron los obispos en su comunicado– van en la dirección de aportar el conocimiento y la acción de la Iglesia católica en la transformación de México, «ya que tanto el poder político como la Iglesia, están -aunque por diverso título- al servicio de la vocación personal y social del hombre. La Iglesia quiere ser una Institución de cohesión y unidad en este nuevo sexenio de gobierno que estamos por comenzar».