Los obstáculos de la Iglesia en China

La libertad religiosa sigue estando lejos

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HONG KONG, domingo, 19 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Mientras continúan las especulaciones sobre el futuro de las relaciones entre el Vaticano y China, el cardenal Joseph Zen Ze-kiun se ha ofrecido para reforzar su contribución a en la superación de los graves problemas que experimenta la libertad religiosa.

En enero, el arzobispo de Hong Kong cumplió 75 años, la edad de presentar su renuncia al Papa. Si éste acepta, confesó en declaraciones al South China Morning Post del 22 de septiembre, querría dedicar más tiempo a la Iglesia en China continental.

El cardenal Zen indicó que había hablado de este deseo con Benedicto XVI. Según un reportaje del Morning Post el 28 de septiembre, el Papa prometió que está considerando el asunto.

A principios de este año aumentaron las tensiones entre el gobierno chino y el Vaticano, después de que la Iglesia católica «patriótica», controlada por el estado, siguiera adelante con las ordenaciones de obispos. El padre Ma Yingling fue consagrado obispo de Kumming en una ceremonia en la provincia suroccidental de Yunnan, informaba la BBC el mismo día de la ceremonia, el 30 de abril.

Según la BBC, el cardenal Zen había solicitado a las autoridades chinas, en nombre del Vaticano, que retrasaran la ceremonia. El ministro de asuntos exteriores chino afirmó que las objeciones del Vaticano a los nuevos obispos «carecían de fundamento», informaba el 1 de mayo el South China Morning Post. El ministro también urgió al Vaticano a que aceptara la autoridad de Pekín en el nombramiento de obispos.

A la primera siguió rápidamente otra consagración, la del padre Liu Xinhong, de la provincia central de Anhui. Según un reportaje publicado el día de la ceremonia, el 3 de mayo, por el South China Morning Post, el Vaticano envió antes un «claro mensaje» indicando que el candidato no tenía la aprobación papal.

Benedicto XVI recibió la noticia de las consagraciones con un «profundo malestar», según un a declaración publicada por el entonces portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls. Y añadió: «Se ha llevado a cabo un acto tan relevante para la vida de la Iglesia, como es una ordenación episcopal,» – en dos ocasiones en el espacio de tres días – «sin respetar los requerimientos de comunión con el Papa».

El Código de Derecho Canónico de la Iglesia estipula que en tales casos tanto los obispos que ordenan como el obispo ordenado están automáticamente excomulgados.

Pero esto no paró a Pekín. Un tercer obispo, también sin la aprobación de Roma, celebró una misa unos días después con motivo de su toma de posesión. Monseñor Vicent Zhan Silu, que fue ordenado en el 2000 sin la aprobación papal, celebró una misa en una iglesia de la ciudad sureña de Ningde para conmemorar su nombramiento del gobierno como cabeza de la diócesis de Mindong, informaba el 14 de mayo Associated Press. Fue nombrado obispo de la diócesis hace un año, pero en aquel momento no se hizo público.

La diócesis de Mindong, en la provincia sureña de Fujian, tiene más de 60.000 católicos, pero sólo 10.000 son miembros de las iglesias autorizadas por el estado, según Associated Press. Los datos provienen de fuentes de la Iglesia católica en Hong Kong. La comunidad mayor de católicos que no aceptan el control del gobierno ya tiene un obispo, Huan Shoucheng, que fue aprobado por el Vaticano.

Continúa la persecución
Además de su línea dura con Roma, las autoridades chinas siguen persiguiendo a quienes no se someten a las normas del gobierno que regulan las creencias religiosas. El cardenal Zen subrayó algunos de los problemas a los que se hace frente, en un discurso el 2 de octubre en Londres en un acto organizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Según Christian Today, de Londres, el cardenal explicó que las iglesias aprobadas por el gobierno chino no son supervisadas por los obispos, sino que en realidad funcionan a cargo de personal laico escogido. Estos últimos son «los instrumentos del gobierno» dentro de las comunidades, afirmaba el cardenal.

No obstante, el cardenal habló de forma positiva de la reciente invitación de la Iglesia china a una delegación de la Santa Sede, la primera invitación en años. «Tenemos que confiar en la Divina Providencia», afirmó. «Incluso después de medio siglo aceptamos que los que ocurre seguramente que es por Divina Providencia».

Entre los objetivos del gobierno están las «iglesias hogar» que surgen en muchos lugares. Éstas cada vez muestran más osadía, informaba el 1 de octubre el Washington Post.

Las iglesias hogar no aceptan las restricciones impuestas por la Iglesia protestante aprobada por el gobierno, conocida como el Movimiento Patriótico Tres en Uno. Las demoliciones de edificios ordenadas por el gobierno para atajar las ceremonias ilegales han levantado protestas locales en la provincia sureña de Zhejiang.

La Comisión sobre China del Congreso de Estados Unidos presentaba un detallado resumen de la situación del país en un informe publicado el 20 de septiembre. El congreso norteamericano creó la comisión en octubre del 2000 con el mandato de supervisar los derechos humanos y el desarrollo del imperio de la ley en China. La comisión somete un informe anual al presidente y al congreso.

El último informe observaba que las organizaciones religiosas que eligen no registrarse ante el gobierno, o las que el gobierno rechaza registrar, «operan fuera de la zona de actividad religiosa protegida y se arriesgan al hostigamiento, la detención, la prisión y otros abusos». E incluso aquellos grupos que están registrados se arriesgan a la represión si se implican en actividades religiosas que las autoridades juzguen una amenaza a la autoridad o a la legitimidad del Partido Comunista.

Sin mejoras
Hace dos años el gobierno introdujo nuevas leyes sobre actividad religiosa. La Regulación de Asuntos Religiosos del 2004, como se la denomina, no ha llevado a una mayor libertad de fe para los ciudadanos chinos, según la comisión norteamericana. Esto a pesar de que el gobierno chino proclamar que estas nuevas leyes representan un «cambio de paradigma», al limitar el control del estado sobre la religión.

En el 2005, por ejemplo, las autoridades detuvieron a 21 monjes y monjas budistas tibetanos como parte de los intentos por controlar la actividad religiosa en la región. El informe indicaba que 50 monjes y mojas tibetanos están actualmente en prisión.

La comisión indicaba que el año pasado ha aumentado la represión del gobierno contra los sacerdotes católicos no aprobados. Citando informes de organizaciones no gubernamentales, el informe de Estados Unidos afirmaba que funcionarios de las provincias de Hebei y Zhejiang habían detenido el año pasado a un total de 38 clérigos no registrados, en comparación del 11 del año anterior.

Los obispos católicos que lideran las grandes comunidades no registradas se enfrentan a los castigos más severos. Mons. Jia Zhiguo, de la diócesis de Zhengding en la provincia de Hebei, ha pasado la mayor parte del año pasado detenido. Ha sido detenido al menos ocho veces desde el 2004.

El informe norteamericano observaba que ha aumentado el hostigamiento del gobierno incluso contra los miembros de la Iglesia católica «patriótica» oficial. En tres ocasiones en noviembre y diciembre del 2005, funcionarios o asaltantes sin identificar golpearon a monjas o sacerdotes, oficialmente registrados por el gobierno, tras pedir que se devolvieran las propiedades de la iglesia.

El gobierno también controla estrictamente la práctica del Islam. La Asociación Islámica de China, controlada por el Estado alinea la práctica musulmana con los fines del Partido Comunista por medio de medidas que incluyen dirigir la preparación y confirmación de los líderes religiosos, y controlar el contenido de los sermones y public
aciones.

La comisión norteamericana también tocó el tema de las iglesias protestantes. La comisión citaba datos de una organización no gubernamental, según la cual, unos 2.000 creyentes que fueron detenidos en el periodo que va de mayo de 2005 a mayo del 2006.

China, por ahora, parece mucho más abierta a la libertad económica que a la diversidad religiosa.

Por el P. John Flynn

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ZENIT Staff

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