ÉFESO, miércoles, 29 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Al celebrar la eucaristía con fieles católicos de Turquía, Benedicto XVI constató las dificultades que atraviesa esta pequeña minoría y recordó al sacerdote asesinado hace tan sólo unos meses.
Ante el santuario de Meryem Ana Evì (la casa de la Madre María), en Éfeso, se congregaron al aire libre pocos miles de fieles procedentes sobre todo de Izmir, Mersin, Iskenderun e Antakia.
«Con esta visita he querido manifestar no sólo mi amor y cercanía espiritual, sino también los de la Iglesia universal a la comunidad cristiana que aquí, en Turquía, es verdaderamente una pequeña minoría y afronta cada día no pocos desafíos y dificultades», dijo el Papa en una homilía pronunciada en italiano pero traducida al turco.
De los más de 75 millones de habitantes que tiene Turquía, en un 99% musulmán, los católicos son algo más de 30.000.
La Iglesia católica no cuenta con reconocimiento jurídico en Turquía. Resulta prácticamente imposible que las comunidades religiosas que no sean islámicas puedan construir iglesias o incluso reparar las existentes.
Turquía es, junto a Bielorrusia y Bosnia, uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que no respeta plenamente el derecho a la libertad religiosa, recogido en su Constitución.
El Papa invitó a los católicos a elevar en canto de la Virgen María, el «Magnificat» de alabanza y acción de gracias a Dios.
«Cantémoslo con alegría incluso cuando sufrimos dificultades y peligros, como lo atestigua el bello testimonio del sacerdote romano, el padre Andrea Santoro, a quien quiero recordar también en nuestra celebración», exhortó.
Don Santoro fue asesinado a los 61 años, el 5 de febrero, mientras rezaba en su iglesia de Trebisonda (localidad turca del Mar Negro), en plena crisis desencadenada por la publicación de caricaturas ofensivas del islam en periódicos occidentales. El autor del asesinato, según las autoridades un enfermo mental, ha sido procesado.
Un sacerdote católico de nacionalidad francesa, el padre Pierre Brunissen, que había reabierto la Iglesia del padre Santoro, fue acuchillado el 2 de julio. El autor de la agresión también fue detenido por la policía. Al menos otros dos religiosos han sido agredidos en los últimos meses.