GUAPÍ, martes, 4, diciembre 2006 (ZENIT.org).- Sin infraestructuras, carreteras o senderos, sino ríos, la única manera de atender espiritualmente a la población y fieles de Gaupi (Colombia) es a través de los ríos, y para distancias muy largas sólo por avión.
Sin botes, los sacerdotes y religiosas no podrían llegar a la gente, por lo que la Obra de Derecho Pontifico «Ayuda a la Iglesia Necesitada» apoya financieramente este «ministerio fluvial».
Y es que el combustible y los costes de mantenimiento de las embarcaciones –elementales- implican miles de dólares al año.
Pero la región, perteneciente al Departamento de Cauca, se encuentra entre las más pobres de Colombia.
Toda la zona en torno al pequeño pueblo de Guapi, en la costa colombiana del Pacífico, soporta temperaturas diarias de 45º, una humedad extrema y todo tipo de insectos.
Es allí donde desarrolla su labor el obispo Hernán Alvarado Solano.
Originario de Colombia, de 60 años, ha estado al frente del vicariato apostólico de este nombre desde febrero de 2001. Su sede episcopal está en el propio Guapi, con unos 30.000 habitantes.
Junto a sus 15 sacerdotes y 34 religiosas, atiende a unas 120.000 almas, ampliamente distribuidas por un área de más de 10.000 kilómetros cuadrados.
Frecuentemente estos sacerdotes y religiosas tienen que viajar durante días para llegar a la gente.
Las jornadas en bote son extenuantes y habitualmente van acompañadas de constantes precipitaciones de fuerte intensidad. Con todo, no dudan en desafiar estas condiciones climáticas una y otra vez, pues además la gran mayoría de los habitantes de Cauca son católicos.
El vicariato apostólico comprende cinco parroquias.
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Dec 05, 2006 00:00