Benedicto XVI ha mostrado en Turquía la senda del encuentro interreligioso

Entrevista con el sacerdote franciscano Rubén Tierrablanca

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ESTAMBUL, miércoles, 6, diciembre 2006 (ZENIT.orgEl Observador).- Con su viaje a Turquía, Benedicto XVI ha marcado un hito en la superación de malentendidos en el diálogo con el mundo musulmán, constata uno de los testigos directos de esa peregrinación apostólica.

En tierras turcas vive fray Rubén Tierrablanca, sacerdote franciscano mexicano de la Provincia de san Pedro y san Pablo de Michoacán, que forma parte de la comunidad franciscana internacional de Turquía (Santa Maria Draperis).

La misión de estos franciscanos en ese país de mayoría musulmana es ante todo, hacer presencia y testimoniar con su vida diaria a Jesucristo. Le hemos entrevistado para que nos relate su experiencia de promoción de encuentro entre culturas.

–¿Cómo ha han preparado los católicos de Turquía y cómo sido recibido Benedicto XVI en esta visita?

–Fray Rubén Tierrablanca: En Estambul vivimos un momento especial en la vigilia de la visita del Santo Padre, Benedicto XVI a Turquía. Además de la gozosa espera del pequeño rebaño de la Iglesia católica en este país de mayoría musulmana, se sintió muy fuerte el modo como el mundo tenía los ojos fijos sobre Turquía por motivos políticos y de orden interreligioso.

Ya desde hace varias semanas las constantes llamadas telefónicas y visitas de periodistas, canales de televisión, reporteros y analistas de la sociedad actual, nos tenían bien ocupados. Solían preguntar: ¿Cómo viven los cristianos en Turquía?, ¿que significa para vosotros la visita del Papa?, ¿por qué los cristianos han disminuido tanto en el último siglo y más en los últimos años?, ¿por qué no se puede usar el hábito religioso en la calle?, ¿tenéis miedo por las reacciones violentas de integristas y nacionalistas? A todas estas preguntas hemos tratado de responder con claridad y simplicidad. Lo mejor sería que los periodistas y demás compadres vinieran a vivir al menos un breve período para entender más y mejor y así evitar algunos títulos periodísticos que provocan escándalo y que dañan a todos.

Con grande alegría y especial atención a los discurso que Benedicto XVI ha pronunciado desde su salida de Roma hacia Turquía, hemos vivido la primara jornada de su visita. Después de las polémicas suscitadas y preocupaciones de los días anteriores, ahora se siente un respiro de serenidad y mutua comprensión entre el gobierno, el pueblo turco y el Papa.

–¿Cómo es la situación actual de los católicos en ese país?

–Fray Rubén Tierrablanca: La situación actual y los limites a nivel socio-político y religioso en que vivimos aquí y las dificultades que de vez en cuando tenemos, no son muy diversas de aquellas de los tiempos apostólicos. Los Hechos de los Apóstoles describen una Iglesia naciente dentro del imperio romano y en medio del politeísmo. Ahora es un gobierno republicano laico y una población musulmana; pero la desconfianza sobre el mensaje evangélico y la vida cristiana es muy semejante: se piensa que se quiere disminuir la identidad de una nación y la integridad de una religión. En realidad la vida cristiana, si es verdadera y creíble, llevaría a todos a una comprensión de la vida más humana y de convivencia pacífica. Para nosotros los cristianos se trataría de un compromiso por el reino de Cristo, para los no cristianos sería una llamada a vivir sus propios valores y principios de fe junto con la admirable y proverbial tradición de acogida en los pueblos de oriente.

–¿Qué significa, en la coyuntura actual de tensas relaciones entre el cristianismo y el Islam, esta visita a Turquía, un país donde los católicos son minoría?

–Fray Rubén Tierrablanca: «Iré en busca de la oveja perdida y haré volver al rebaño a la extraviada; vendaré a la herida y cuidaré a la enferma» (Ezequiel 34, 16). Espontáneamente he recordado esta frase del profeta Ezequiel pensando en la visita pastoral del Santo Padre a la Iglesia de Turquía. Nuestra comunidad católica es pequeña en número, necesitada de estímulos, y a veces incluso cansada. Pero ahora en estos días se ha encontrado con su pastor, Vicario del Buen Pastor, Jesucristo. Si los periodistas que acompañaban al Papa en el avión debieron acentuar la dimensión pastoral como razón fundamental de esta visita, aquí en Turquía nosotros hemos deseado dejarnos guiar por nuestro pastor y padre, y con él reavivar nuestra fe, alegrarnos en la esperanza que no defrauda. Muchos otros países y regiones del mundo querrían tener al Papa entre ellos, pero él ha estado entre nosotros para vendar a la oveja herida y cuidar a la enferma, para confirmarnos en la fe en esta franja de tierra, confín de continentes.

–Usted ha estado muy cercano a este acontecimiento; relátenos cómo han sido estos encuentros con el pueblo cristiano de Turquía.

–Fray Rubén Tierrablanca: «Esto os sucederá para dar testimonio» (Lucas 21, 13). Dedicando la primera tarde de visita a los asuntos de protocolo, el sumo pontífice ha pronunciado dos discursos, el primero en la sede del Ministro de Asuntos religiosos, Ali Bardagoglu, el segundo ante el cuerpo diplomático acreditado en Ankara. Hemos escuchado alentadoras expresiones sobre la decidida y franca disponibilidad de la Iglesia católica al «diálogo como instrumento de encuentro entre las culturas y las religiones». Por otra parte, citando la Constitución Conciliar «Gaudium et Spes», decía que la paz no es solamente ausencia de guerra, sino que «es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia» (n. 78). Personalmente me hace recordar las numerosas intervenciones en la promoción de una paz verdadera y duradera en el mundo que hiciera su predecesor y recordado Juan Pablo II. Necesariamente la Palabra del Evangelio siempre iluminará nuestro camino e inspirará la obra evangelizadora de la Iglesia. Por esta razón he tomado la frase del Evangelio de hoy para profundizar estos discursos que no deben quedarse encerrados en los archivos. Todos sabemos que este viaje ha tenidos sus riesgos, tal vez el riesgo más grande está en la justa interpretación de sus palabras más que en un asunto de policía. «Pero no perecerá ningún cabello de vuestra cabeza», nos dice hoy nuestro Señor y Maestro Jesucristo. Y ahora, que el Papa ha vuelto al Vaticano, nuestra vida tiene que continuar siguiendo su ejemplo y su enseñanza, porque «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas», una vez más el Señor Jesucristo nos da seguridad.

–¿Cuál ha sido la parte central de esta visita?

–Fray Rubén Tierrablanca: Sabemos que la visita del Papa tiene como motivo primario y fundamental el deseo común entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa de avanzar en el camino del ecumenismo, hasta la unidad de los cristianos, compromiso evangélico de todo cristiano. Hemos vivido con grande esperanza anhelando que la declaración conjunta que se ha dado este jueves, sea un punto firme para deshacer y superar varios prejuicios y volver a celebrar los misterios de nuestra común fe trinitaria, en Jesucristo Hijo de Dios, presente en la Eucaristía y operante en su única Iglesia. También las dos celebraciones eucarísticas que el Papa ha presidido el 29 de noviembre en Éfeso, en el santuario «Meryem Ana Evi» (Casa de Maria) y el 1 de diciembre en la catedral «Santo Espíritu» con la comunidad católica (en esta última casi la mitad fueron visitantes para la ocasión… la vida real de la Iglesia en Turquía no está tan numerosa como pudo verse en la televisión en esas celebraciones) están en consonancia con el camino ecuménico.

–Como frailes franciscanos, que se mueven en esa realidad de diálogo interreligioso que el propio Francisco de Asís vivió, ¿qué les deja esta visita?

–Fray Rubén Tierrablanca: Para nosotros, frailes menores de la fraternidad internacional de Santa Maria Draperis, es una ocasión única, histórica: a tres años de la apertura de esta fraternidad, dedicada al diálogo ecuménico e interreligioso, tener una visita del Santo Padre en búsqueda de la unidad de los cristianos es en verdad una bendición. Ahora recuerdo lo que Bartolomé I nos dijo la primera vez que nos recibió en el Patriarcado ortodoxo, el 30 de diciembre de 2003, cuando fray Gwenolé le pidió que bendijera nuestro proyecto y que nos diera un consejo para nuestro trabajo: «Amad este pueblo», fue su respuesta, obviamente se refería al pueblo turco. Benedicto XVI, por su parte, ha dado a la Iglesia universal su Encíclica «Deus Caritas est». No podemos pedir más, hemos recibido las indicaciones necesarias y seguras para emprender nuestro camino del diálogo.

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ZENIT Staff

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