Al intervenir este martes en el Consejo de Derechos Humanos, con motivo de la sesión especial dedicada a Darfur, el arzobispo subrayó que la Santa Sede sigue desde hace tres años «con profunda preocupación el terrible sufrimiento del pueblo involucrado en los trágicos conflictos que estallan de manera intermitente en la región».
La situación sobre el terreno, como indica una gran serie de testimonios oficiales y privados, «muestra una horrible violación de los derechos humanos: homicidios de niños, abusos sexuales y violaciones de mujeres y muchachas, desarraigo forzado de la población, incendios de aldeas», recordó.
La tarea más urgente consiste «en acabar con la violencia, la destrucción y la impunidad», promoviendo «una cooperación activa entre las Naciones Unidas, la Unión Africana y el gobierno de Sudán».
Para alcanzar este objetivo, señaló monseñor Tomasi, es necesario «dar pasos concretos: recoger imparcialmente pruebas, evaluar las responsabilidades, renovar el compromiso a favor de la protección de los civiles, ofrecer ayudas humanitarias, desarmar a los grupos paramilitares, todo ello en el respeto de los derechos humanos».
El conflicto en Darfur, constató, es «un desafío humanitario fundamental de amplias proporciones, pero también una oportunidad para afrontar de una manera nueva, basada en la colaboración, problemas endémicos para crear un futuro de esperanza para Sudán y para todo el continente africano, más allá de los intereses regionales e internacionales».
Al mismo tiempo, señaló, Darfur ofrece la oportunidad al nuevo Consejo de Derechos Humanos de la ONU para demostrar su compromiso a favor de las víctimas, que «no son sólo estadísticas, sino personas reales».
El Consejo acordó este miércoles, tras intensas negociaciones, enviar a Darfur una misión que evaluará la situación de los derechos humanos en la zona, afectada por un conflicto armado que ya dura tres años.