La plaga de la pornografía

Los obispos preocupados por los efectos sobre la sociedad y el matrimonio

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ROMA, miércoles, 20 diciembre 2006 (ZENIT.org).- La pornografía es como una plaga que devasta las almas de las personas y destruye matrimonios. Así lo advertía el obispo estadounidense Paul Loverde en una carta pastoral titulada: «Comprado a precio: pornografía y ataque al templo vivo de Dios».

En el documento, publicado el 30 de noviembre, el obispo de Arlington explicaba que la llegada de nuevas tecnologías de comunicación como Internet, la televisión por satélite y los móviles, está permitiendo a la pornografía llegar a más y más gente.

«Hoy, quizás que en cualquier otra época, el hombre encuentra el don de ver y, por tanto, su visión de Dios, distorsionado por el mal de la pornografía», escribía. «Oscurece y destruye la capacidad de las personas para ver al otro como expresión única y hermosa de la creación de Dios, haciendo que vea a los demás como objetos que puede usar y manipular».

Mons. Loverde también observaba que la experiencia de la pornografía «cambia el modo en que los hombres y las mujeres se tratan los unos a los otros en ocasiones de forma dramática pero con frecuencia de forma sutil».

La cultura de hoy, añadía, suele considerar la pornografía como una debilidad meramente privada, o incluso como un placer legítimo. De hecho, es una grave pecado, como indica el Catecismo de la Iglesia Católica en el No. 2354.

Su inmoralidad viene de la distorsión de la verdad sobre la sexualidad humana. Así, lo que debería ser expresión de la unión íntima de vida y amor de una pareja casada, «se reduce a una fuente degradante de entretenimiento e incluso de beneficio para otros».

Además, continuaba la carta pastoral, la pornografía viola la castidad porque introduce pensamientos impuros en la mente del que mira e incluso conduce a actos impuros, como la masturbación o el adulterio.

Es también un pecado contra la justicia. Esto es así por la lesión grave a la dignidad de quienes participan, cada uno se convierte en objeto de bajo placer e ilícito beneficio para los demás.

«Todos los implicados en la producción, distribución, venta y uso de la pornografía cooperan y, en cierto grado, hacen posible este rebajamiento de los demás», advertía Mons. Loverde.

Daño a la familia
La carta también advertía del daño de la pornografía a la familia y al matrimonio. «Puesto que imbuye todo lo que implica en la ilusión de un mundo de fantasía, el uso por parte de un hombre de la pornografía dirige su atención y afecto lejos de su mujer».

Además, el punto de vista consumista de la sexualidad promovido por la pornografía daña a las mujeres y hace difícil tanto a hombres como a mujeres que se preparen para la fidelidad matrimonial.

Dentro del matrimonio, el uso de la pornografía «es una violación del compromiso matrimonial», observaba el prelado. Su uso por uno de los miembros de la pareja en un matrimonio conducirá a sentimientos de rechazo y traición, que, si no se curan, suelen llevar a la destrucción permanente del compromiso marital».

Mons. Loverde rechazaba también el argumento comúnmente usado para defender la pornografía de que no hay víctimas. De hecho, sostenía, la industria pornográfica frecuentemente se basa en el vulnerable y el necesitado, llevándolos a un comportamiento peligroso.

Así, la misma naturaleza de la pornografía consiste en violencia contra la dignidad de la persona humana. «Al tomar un aspecto esencial de la persona – la sexualidad humana – y convertirlo en una mercancía que se comercia y vende, que desconocidos usan y desechan, la industria pornográfica comente el ataque más violento contra la dignidad de estas víctimas», comentaba la carta pastoral.

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La preocupación del obispo tiene fundamento. El pasado 28 de mayo, el periódico británico Independent publicaba los resultados de un estudio sobre el uso de internet para acceder a la pornografía. Según una encuesta llevada a cabo por Nielsen NetRatings, casi el 40% de la población masculina en Gran Bretaña visitó páginas webs pornográficas el año pasado.

La encuesta también encontró que más de la mitad de todos los niños han encontrado pornografía en internet «mientras buscaban otra cosa».

En Australia, el periódico de Melbourne Age advertía en un artículo el 4 de junio que los «affairs» de internet han sustituido los romances de oficina como principal causa de rupturas matrimoniales.

El artículo citaba a consejeros matrimoniales que decía que están viendo «más relaciones rotas por al ciber amor secreto que nunca, mientras los abogados informan de un aumento de los divorcios relacionados con internet».

El potencial de traiciones resultaba evidente en los comentarios hechos a Age por la psicóloga clínica de la Universidad de Swinburne, Simone Buzwell. Es la coautora del estudio «Finding Love Online» que incluye entrevistas con más de 1.000 personas. Buzwell encontró que la mitad de quienes han tenido un romance online ya tenían una relación en aquel momento.

Volviendo a Estados Unidos, un artículo en el Christian Science Monitor del 18 de agosto trataba el papel que la pornografía puede jugar al fomentar el comportamiento criminal. Está claro que no todos los adictos a la pornografía se vuelven violentos o comenten crímenes sexuales. Pero, advertía Corydon Hammond, codirector de la Clínica de Terapia Sexual y Marital de la Universidad de Utah: «No creo que pueda ver alguna vez a un delincuente sexual que no esté implicado en pornografía».

Esta preocupación por la pornografía también fue tratada en una sección especial del periódico Colorado Catholic Herald, publicada el 10 de noviembre. Cuando el uso de pornografía alcanza el nivel de adicción «en lugar de dirigirse hacia una relación cariñosa, el sexo se convierte principalmente en una experiencia química», explicaba un de los entrevistados, Dan Spadaro, del Imago Dei Counseling en Colorado Springs.

Esto significa que para un adicto, la mayoría de las demás relaciones importantes quedan a un lado. Los adictos también tienden a negar el problema y, en su lugar, culpan y critican a los demás. Se ha informado de un gran número de adictos que luchan con la depresión, observaba Spadaro.

También comentaba que el uso de la pornografía por los maridos tiene un efecto muy negativo en sus esposas. La esposa puede verse afectada por sentimientos de insuficiencia, pensando que no es suficientemente interesante para el marido. Además, como el uso de la pornografía suele implicar un ocultamiento por parte del marido, las esposa suelen sentirse traicionadas porque se les ha mentido.

Otro consejero entrevistado, Rob Jackson, añadía que los últimos estudios sugieren que las esposas suelen sufrir signos de estrés post-traumático. «Según mi experiencia, la mayoría sufrirá una mezcla de emociones, que incluyen cólera, tristeza, depresión», afirmaba.

Un cáncer
El cardenal Justin Rigali de Filadelfia describía con justicia la pornografía como «un cáncer de la cultura contemporánea». En la edición del 8 de junio del Catholic Standard and Times, el periódico de la archidiócesis, escribía: «La violencia, los abusos sexuales, los traumas psicológicos y las relaciones rotas son fruto de la pornografía».

El cardenal advertía de los peligros de las páginas webs pornográficas y pedía que los padres tomaran medidas para asegurar que sus hijos no tienen libre acceso a dicho material.

También animaba a todos a ir más allá de la atracción de la pornografía, hacia la verdadera belleza del amor marital, «un amor que es tanto unitivo como procreativo, un amor que refleja el amor sacrificial de Cristo por su Iglesia».

Uniendo su voz a los obispos que han hablado sobre este tema, Mons. Thomas Wenski, obispo de Orland
o, Florida, se dirigió a los padres que están preparando la lista de regalos de Navidad. Sed cuidadosos al comprar dispositivos que darán acceso a la pornografía a vuestros hijos, advertía.

Escribiendo en el periódico Orlando Sentinel el 26 de noviembre, explicaba que con los dispositivos móviles como teléfonos, pdas, e ipods, «vuestros hijos serán capaces de acceder a toda la pornografía disponible en internet». Y si los adultos y matrimonios pueden resultar dañados con la pornografía, los niños son todavía más vulnerables. Consideraciones sensatas en medio de las preparaciones festivas.

Por el padre John Flynn

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ZENIT Staff

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