La carrera mortal hacia la perfección de la especie

La selección genética y el aborto se cobran un precio muy alto

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ROMA, viernes, 22 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Algunas personas seleccionan embriones para tener hijos con defectos genéticos. En un extraño cambio de lo que suele suceder la situación normal, en la que los embriones menos perfectos son rechazados, algunos padres buscan hijos que sufran los mismos problemas que ellos mismos tienen, informaba el 5 de diciembre el New York Times.

El artículo citaba un futuro estudio, de la revista Fertility and Sterility. Una encuesta en las clínicas de fertilidad de Estados Unidos concluyó que el 3% de las parejas utilizaron la diagnosis genética de preimplantación (PGD) «para seleccionar un embrión con la presencia de una discapacidad».

Con la PGD los embriones son concebidos en un laboratorio y se toma una única célula para el diagnóstico. Los embriones que pasan el examen son luego implantados, los «defectuosos» son dejados de lado para que mueran, y el resto de los sanos a veces se congelan.

El 20 de septiembre Associated Press explicaba que la técnica puede usarse con diversos fines. Una encuesta en las clínicas norteamericanas, también publicada en la revista Fertility and Sterility, encontró que casi la mitad permite utilizar la PGD para dejar a los padres seleccionar el sexo de sus hijos. Y el 23% de los centros de fertilidad permitirían que se ayudara a las parejas para tener un hijo cuyo cordón umbilical se pudiera usar para tratar a un hermano con una grave enfermedad.

El 3 de septiembre el New York Times publicaba un largo artículo describiendo cómo se usa la PGD para eliminar embriones con genes defectuosos que puedan, en un momento desconocido del futuro, generar un cáncer. También se usa para eliminar a los embriones que tengan genes que produzcan enfermedades como la fibrosis cística, la anemia celular o la enfermedad de Huntington.

El artículo presentaba los altos costes financieros de estas operaciones. Dependiendo de lo bien que haya ido el procedimiento de fertilización in vitro, concebir un bebé genéticamente contrastado podría costar a una pareja más de 25.000 dólares. Además, existe preocupación sobre los efectos a largo plazo para salud que pueda tener el hecho de sustraer, en tan temprana etapa de desarrollo, una célula de un embrión para el análisis.

Estatuto humano
A principios de este año la Academia Pontificia para la Vida examinó la moralidad de la PGD. La XII asamblea general del organismo vaticano, reunida en febrero, se dedicó a considerar el embrión humano en la fase de preimplantación.

La declaración final de la academia pontificia concluía que el embrión humano antes de la implantación es:

— un ser de la especie humana;

— un ser individual;

— un ser que posee en sí la finalidad de desarrollarse en cuanto persona humana y a la vez la capacidad intrínseca de realizar ese desarrollo.

La Academia observaba que la decisión de si un embrión en dicha etapa es ya una «persona» está abierta a ulteriores consideraciones filosóficas. No obstante, la declaración indicaba: «Consideramos que no existe ninguna razón significativa que lleve a negar que el embrión es persona ya en esta fase».

Desde el punto de vista moral, «el simple hecho de estar en presencia de un ser humano (y sería suficiente incluso la duda de encontrarse en su presencia) exige en relación con él el pleno respeto de su integridad y dignidad», continuaba la declaración. «Todo comportamiento que de algún modo pueda constituir una amenaza o una ofensa a sus derechos fundamentales, el primero de los cuales es el derecho a la vida, ha de considerarse gravemente inmoral».

Jugar a ser como Dios
Pero lo que la Iglesia ve como inmoral es considerado por otros como una virtud. En Inglaterra, la comentarista del Sunday Times, Miente Marrin, se declaraba «deslumbrada por la inventiva y la compasión» que hay tras la nueva técnica de la PGD que hará más fácil detectar deficiencias genéticas en los embriones.

«Será más fácil y mejor en todos los sentidos librarse de un minúsculo grupo de células», se alegraba Marrin en un artículo el 25 de junio. Y a aquellos que expresaban su preocupación por el uso de la PGD, Marrin replicaba: «Pero, ¿qué hay de malo en que los hombres jueguen a dios en la tierra?».

La extensión de la PGD parece no tener límites. William Saleton, escribiendo el 17 de septiembre en el Washington Post, explicaba cómo la PGD en sus primeros días se utilizó para detectar enfermedades infantiles fatales. Pero ahora un número significativo de clínicas permiten usarla para detectar problemas genéticos que no causarán enfermedades hasta la edad adulta. Además, el riesgo de desarrollar algunas de estas enfermedades es menos del 50%. Observaba un caso en el que el paciente quiso evitar un gen de la artritis que sólo tiene un 20% de posibilidades de causar problemas.

Saleton se mostraba partidario de usar la PGD para eliminar las enfermedades graves. Pero admitía que su uso podría conducir a una resbaladiza pendiente.

De hecho, a principios de año el organismo británico que regula las clínicas de fertilidad, la Human Fertilization and Embriology Authority, suavizó la reglamentación para el uso de la PGD. Ahora se permitirá a las parejas examinar sus embriones en busca de genes que puedan llevar a algunos tipos de cáncer, informó el 10 de mayo la BBC.

La decisión recibió duras críticas de algunos grupos. Clara Mackay, de Breast Cancer Care, declaró a la BBC que la incidencia de cáncer de mama ligada a genes conocidos era sólo de 5 de cada 100 casos. «Esto significa que si un embrión se implanta sin el gen afectado, el bebé podría desarrollar todavía la enfermedad y tener el mismo riesgo durante su vida que el de cualquiera de la población en general», indicaba.

Abortar al «inadecuado»
El asesinar bebés con defectos no se detiene en la fase de la PGD. Se suele presionar a las madres para abortar a sus hijos con problemas. El periódico británico Telegraph contaba un caso en un artículo el 21 de mayo. Lisa Green fue presionada por su doctor a abortar cuando se diagnosticó síndrome de Down a su bebé en la semana 35 de embarazo.

Green contaba al periódico cómo el doctor sólo le habló de las consecuencias negativas de tener un bebé con síndrome de Down. A pesar de la presión siguió adelante y dio a luz dos semanas después. Otros niños no son tan afortunados. Según el Telegraph, en el Reino Unido el 62% de los casos de síndrome de Down son detectados antes de nacer, y el 92% de estos bebés no nacidos son abortados.

De forma parecida, el Sunday Times describía el 28 de mayo cómo más de 20 bebés habían sido abortados en etapas avanzadas de la gestación por sufrir de pies deformes. Los números vienen de los datos publicados por la Office for National Statistics, de 1996 al 2004.

Además, otros cuatro bebés fueron abortados porque tenían manos palmeadas o más dedos. Estos problemas, como las deformidades en los pies, se pueden corregir con cirugía.

Se da una situación similar en el estado australiano de Victoria, informó el Herald Sun el 4 de junio. Según la Perinatal Data Collection Unit del estado, hubo 12 abortos avanzados en el 2004 por bebés que sufrían de cuadros como deformidades en los pies, labio leporino y bajo peso.

Los esfuerzos para «perfeccionar» la raza alcanzan en ocasiones niveles que recuerdan los tiempos nazis. Está en curso una investigación por las quejas hechas por más de 80 mujeres gitanas de la República Checa que fueron esterilizadas.

Los casos datan de 1986 al 2004, informaba el 6 de septiembre el Christian Science Monitor. El periódico añadía que también tuvieron lugar esterilizaciones de mujeres gitanas en países como Hungría, Rumania y Bulgaria. El empuje por la perfección médica parece que todavía no ha al
canzado sus límites.

Por el padre John Flynn

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ZENIT Staff

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