ULAAN BATAAR, 6 febrero 2007 (ZENIT.org).- Ya se ha abierto en Darkham, de la mano de los misioneros salesianos, la primera parroquia católica fuera de la capital de Mongolia, Ulaan Bataar.
Dar nuevas oportunidades a los jóvenes, construir con la oración y la misión una Iglesia viva, y sobre todo proporcionar a la población local la asistencia espiritual que necesita para mejorar su vida, es el sentido de esta nueva misión católica en la segunda mayor ciudad del país, situada a 80 kilómetros de la frontera con Rusia.
«Con la oración y la misión, la que nace es la tercera presencia salesiana en Mongolia. Somos los primeros en salir de la capital para venir aquí en misión. La de Darkhan nace como parroquia», relata su párroco, el padre James Cheruvathur, a la Agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras «AsiaNews.it».
En una ciudad en la que «nadie conoce el catolicismo», «hemos empezado por los fundamentos, encontrando y hablando a personas de toda edad, sorbe todo a los jóvenes», prosigue. Y es que son éstos «la verdadera fuerza de toda sociedad -constata-: lo enseña el propio don Bosco».
Confirmaba el padre Cheruvathur a finales de enero que la comunidad actual ya está formada por 22 católicos; otras 23 personas ya están preparadas para su bautismo en la próxima Pascua.
«Están muy atentos a la fe; algunos vienen a misa cada mañana», comentó.
Igualmente han llegado al lugar las Misioneras de la Caridad, fundadas por la beata Teresa de Calcuta. «Son increíbles; viven de manera maravillosa la actividad misionera», elogia el párroco de Darkhan.
«Sencillo de corazón» y «muy pobre»: así es el pueblo mongol, apunta el sacerdote; «tenemos el deber de asistirles espiritualmente, pero también estamos comprometidos en darles mayores posibilidades para mejorar sus vidas, como cursos de inglés y de informática».
Se trata de «nuevos conocimientos proporcionados con valores tradicionales». «El gobierno, comunista, lo sabe, y está encantado con nuestra obra: nos ha dado permiso hasta de construir una nueva iglesia», añade el padre Cheruvathur.
En cualquier caso, «hay mucho por hacer, y esto puede ocurrir sólo con el poder de la oración -recalca-. Necesitamos de la oración de todos, de todo el mundo».
Cuando los primeros misioneros católicos, un belga y dos filipinos, llegaron a Mongolia en 1992, prácticamente nadie había oído hablar de Jesús en el país
Aunque la primera evangelización de Mongolia se remonta al siglo VII, en realidad el nacimiento de la Iglesia en el país tuvo lugar tras la caída del régimen ateo-comunista, que hizo lo posible por acabar con toda forma de religiosidad.
Mongolia y la Santa Sede entablaron relaciones diplomáticas en 1997.
La población de Mongolia, de 2,7 millones de habitantes, es en su mayoría budista; en torno al 4% es musulmana. Los católicos ya son unos cuantos centenares. La superficie del país supera el millón y medio de kilómetros cuadrados, en gran parte deshabitados.
Fue el 8 de julio de 2002 cuando Juan Pablo II elevó la Misión «sui iuris» de Urga, Ulanbator, al rango de Prefectura Apostólica con el nombre de Ulaan Baatar.
El obispo Wenceslaw Padilla -religioso filipino de la Congregación del Corazón Inmaculado de María- es el primer prefecto apostólico del lugar.