LA HABANA, sábado, 17 febrero 2007 (ZENIT.org).- Publicamos «Carta desde La Habana» que ha escrito en la revista «Vitral» (número 77. enero - febrero de 2007) con el título «Omisión versus participación» Félix Sautié Mederos, licenciado en Ciencias Sociales y en Estudios Bíblicos y Teológicos. Miembro de la Asociación de Teólogos Laicos (católicos) de España. Profesor de Ética y Cooperación al Desarrollo en el Instituto Superior de Estudios Bíblicos y Teológicos de La Habana (ISEBIT). Es periodista, autor de libros publicados en España.


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Estimados lectores de Vitral:
Muchas veces oímos decir: yo no cojo lucha, yo me desentiendo de todo para que no me dé un infarto y para no buscarme problemas. En definitiva yo no estoy en nada, lo más importante es subsistir.
Numerosas expresiones iguales o parecidas se nos plantean diariamente como parte de una filosofía popular muy al uso entre nosotros. Considero que tendríamos que plantearnos más seriamente esta cuestión, porque vivimos momentos sumamente complejos que algunos no quieren reconocer y que otros se molestan mucho cuando se les dice.

Hay quienes se dedican a descalificar a los que se atreven a decir sus opiniones sobre la situación en que estamos inmersos. En estas circunstancias, pienso que ante todo deberíamos despojarnos de los miedos, dejar a un lado a las descalificaciones y enfrentar las compulsiones sociales que entorpecen e impiden la libre expresión y análisis de las realidades en que vivimos. Pienso también que sí hay que coger lucha con todo lo que está mal hecho y que sí hay que plantear los problemas y clamar por sus soluciones. Que no podemos ir de neutrales en todo lo que nos rodea y que tenemos que actuar en la medida de nuestras posibilidades para encontrar las salidas necesarias, los cambios y las transformaciones que nos permitan superar al mundo virtual e idílico que a veces nos atrapa. Poner los pies sobre la realidad en que vivimos es la única garantía que tenemos para el futuro. En la medida que no cojamos lucha y que todo nos resbale, nos adentraremos cada vez más profundamente dentro de un estado de indefensión social de grandes magnitudes.

Yo sé que estoy escribiendo sobre realidades muy complejas. Yo sé que los miedos son muy intensos y que se fundamentan en causas muy poderosas. Yo sé que coger lucha, tal y como decimos por aquí, pone en riesgo a nuestra salud y que incluso puede llegar a infartarnos. De todas estas cuestiones estoy muy consciente, porque no vivo fuera de nuestro medio y siento los mismos problemas y las mismas presiones; pero quiero plantearles que precisamente por eso, día a día me preocupo de estos asuntos y de la forma en que muchos los evaden huyendo de la realidad cotidiana. Unos porque concentran sus esfuerzos para macharse definitivamente y rehacer sus vidas en nuevas latitudes y otros porque se encierran en el mundo personal o familiar que se construyen y viven en un estado de ausentes presentes, solo concentrados en la subsistencia diaria.

No pensar el futuro es una consecuencia muy preocupante de estas actitudes, porque si bien no podemos obsesionarnos con el futuro tampoco debemos darle la espalda, dada la posibilidad latente de que cosas peores siempre podrían sorprendernos. Dejar que otros piensen por nosotros, dejar que el presente se desenvuelva sin nuestra más activa participación de acuerdo con nuestras características y posibilidades, es tanto como avanzar hacia un suicidio social, pues en la medida que estas concepciones se extiendan más entre todos nosotros, sus consecuencias serán proporcionalmente mayores.

Todos y muy especialmente los cristianos, deberíamos comprender claramente que la omisión sí es un pecado que incluso llega a ser mortal de acuerdo con el problema de que se trate. No nos engañemos más al respecto.