CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 febrero 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitaba a los jóvenes a descubrir el verdadero significado del amor en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, que este año se celebrará a nivel diocesano el 1 de abril, Domingo de Ramos.

«Toda persona siente el deseo de amar y de ser amado», observaba el Papa en el mensaje recientemente publicado. No obstante, los esfuerzos para lograr este objetivo se ven marcados por errores y fracasos, continuaba. El pontífice ofrecía tres etapas a seguir para descubrir el verdadero amor.

La primera etapa es tener a Dios como fuente de verdadero amor; la segunda es la revelación de este amor por nosotros en la persona de Cristo. La tercera etapa tiene lugar cuando mostramos nuestro compromiso con Dios amándole a Él, y a nuestros hermanos y hermanas.

Tanto el Papa Juan Pablo II como el actual pontífice han aprovechado la ocasión de la Jornada Mundial de Juventud para animar a los jóvenes a reflexionar sobre el significado de sus vidas y la necesidad de enriquecerlas a través de una relación más íntima con Dios.

El amor también fue uno de los temas centrales en el mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Juventud de 1987. Citando lo que había escrito en su primera encíclica, «Redemptor Hominis», el entonces Papa observaba: «El hombre no puede vivir sin amor».

Esto se destaca aún más en la vida de los jóvenes, continuaba Juan Pablo II. Decía a los chicos y chicas que es vital no buscar la felicidad en las atracciones superficiales del hedonismo, o encerrarse en el egoísmo. El camino para encontrar el verdadero amor es, por el contrario, dar prioridad a los valores del espíritu y reconocer y aceptar la presencia de Dios en nuestras vidas.

Juan Pablo II observaba que esta experiencia nos llevará a comunicar este amor a los demás: «El mundo espera con ansia nuestro testimonio de amor. Un testimonio nacido de una profunda convicción personal y de un sincero acto de amor y de fe en Cristo Resucitado. Esto significa conocer el amor y crecer en él».

Encontrar un significado en la vida

Otro tema clave en la Jornada Mundial de la Juventud es la necesidad de Dios para encontrar el verdadero significado de nuestras vidas. En su mensaje para la Jornada de 2006, Benedicto XVI observaba: «No es fácil reconocer y encontrar la auténtica felicidad en el mundo en que vivimos, en el que el hombre a menudo es rehén de corrientes ideológicas».

El Papa recomendaba a los jóvenes que meditasen con frecuencia la palabra de Dios y permitieran que el Espíritu Santo fuera su maestro. «La presencia amorosa de Dios, a través de su palabra, es antorcha que disipa las tinieblas del miedo e ilumina el camino, también en los momentos más difíciles», afirmaba Benedicto XVI.

En su mensaje, el pontífice invitaba pues a los jóvenes a familiarizarse con la Biblia y a construir sus vidas en Cristo: «Es urgente que surja una nueva generación de apóstoles enraizados en la palabra de Cristo, capaces de responder a los desafíos de nuestro tiempo y dispuestos a difundir el Evangelio por todas partes».

Juan Pablo II, en su carta de 1985 a los jóvenes del mundo, «Dilecti amici», escrita con ocasión del Año Internacional de la Juventud -de las Naciones Unidas-, insistía en la necesidad vital de abrirse a Dios. Reflexionando sobre el ejemplo del Evangelio, respecto al pasaje en el que se preguntaba a Jesús qué se necesitaba para ganar la vida eterna (Marcos 10,17-21), el pontífice observaba que la cuestión equivalente hoy sería: «¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?» (No. 4).

La respuesta de Cristo, continuaba Juan Pablo II, consiste en decir que únicamente Dios es la base última de todos los valores, y es únicamente Dios quien puede dar significado definitivo a nuestra existencia humana. Dios da este significado porque es amor, un amor manifestado en el sacrificio de Cristo por nosotros.

Cristo en el centro

De hecho, acercar a los jóvenes a Cristo fue para Juan Pablo II el principal objetivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud. En una carta fechada el 8 de mayo de 1996, dirigida al cardenal Eduardo Pironio cuando éste era presidente del Consejo Pontificio para los Laicos -organismo vaticano encargado de organizar estas jornadas mundiales-, el Papa decía: «La finalidad principal de las Jornadas es la de colocar a Jesucristo en el centro de la fe y de la vida de cada joven, para que sea el punto de referencia constante y la luz verdadera de cada iniciativa y da toda tarea educativa de las nuevas generaciones» (No. 1).

Juan Pablo II observaba que las Jornadas Mundiales de la Juventud se han convertido en «acontecimientos providenciales, ocasiones para que los jóvenes profesen y proclamen cada vez con más alegría su fe en Cristo» (No. 2).

Al participar en estos eventos lo jóvenes «pueden interrogarse sobre las aspiraciones más profundas, experimentar la comunión con la Iglesia, comprometerse con la urgente tarea de la nueva evangelización».

En su último mensaje a los jóvenes, escrito para la Jornada Mundial de la Juventud 2005 que tuvo lugar en Colonia (Alemania), Juan Pablo II animaba de nuevo a los jóvenes a seguir a Cristo. Los [reyes] magos, comentaba, ofrecieron al Niño Jesús dones de oro, incienso y mirra.

Y escribía: «Queridos jóvenes, ofreced también vosotros al Señor el oro de vuestra existencia, o sea la libertad de seguirle por amor respondiendo fielmente a su llamada; elevad hacia Él el incienso de vuestra oración ardiente, para alabanza de su gloria; ofrecedle la mirra, es decir el afecto lleno de gratitud hacia Él, verdadero Hombre, que nos ha amado hasta morir como un malhechor en el Gólgota» (No. 4).

Juan Pablo II animaba a los jóvenes a resistirse a las ilusiones y modas efímeras que dejan tras de sí un vacío espiritual. Les recomendaba, igualmente, que rechazaran la seducción del dinero, el consumismo y la violencia. «Adorad a Cristo: Él es la Roca sobre la que construir vuestro futuro y un mundo más justo y solidario», escribía (No. 5).

Esta tarea no es fácil en el mundo de hoy, como admitía Juan Pablo II en su carta a los jóvenes para el Gran Jubileo del Año 2000. «Me preguntaréis: ¿pero hoy es posible ser santos?», comentaba (No. 3).

Para nosotros mismos sería imposible, reconocía el Papa. Pero –continuaba- no estamos solos en nuestro camino. Animaba a dirigirse a Jesús: «Contad con Él, creed en la fuerza invencible del Evangelio y poned la fe como fundamento de vuestra esperanza».

«Jesús camina con vosotros, os renueva el corazón y os infunde valor con la fuerza de su Espíritu», decía Juan Pablo II.

Otro tema presente en los mensajes de las Jornadas Mundiales de la Juventud es la esperanza que la Iglesia pone en los jóvenes. En su carta apostólica «Dilecti amici», Juan Pablo II comentaba la importancia de la juventud para la Iglesia. «En este sentido a vosotros, jóvenes, os pertenece el futuro, como una vez perteneció a las generaciones de los adultos y precisamente también con ellos se ha convertido en actualidad. De esa actualidad, de su forma múltiple y de su perfil son responsables ante todo los adultos» (No. 1).

Contemplando el mundo que le rodea, no hay duda de que Benedicto XVI también espera que los jóvenes escuchen el mensaje de la Iglesia a la juventud y ayuden a construir el futuro de la Iglesia y del mundo.

Por el padre John Flynn