CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 19 febrero 2007 (ZENIT.org).- En estos momentos es necesario que los bautizados redescubran el sacramento de la confesión para que puedan experimentar «la desmesurada potencia renovadora del amor divino», considera Benedicto XVI.
Así lo constató este lunes al recibir en audiencia al cardenal James F. Stafford, penitenciario mayor de la Penitenciaría Apostólica, con los prelados y oficiales de este tribunal, así como a los padres penitenciarios de las basílicas papales de Roma.
«En el gesto de la absolución, pronunciada en nombre y por cuenta de la Iglesia, el confesor se convierte en el medio consciente de un maravilloso acontecimiento de gracia», comenzó afirmando el pontífice en su discurso pronunciado en italiano.
«Al adherir con docilidad al Magisterio de la Iglesia, se convierte en ministro de la consoladora misericordia de Dios, pone de manifiesto la realidad del pecado y al mismo tiempo la desmesurada potencia renovadora del amor divino, amor que vuelve a dar la vida», añadió.
De este modo, afirmó, la confesión se convierte «en un renacimiento espiritual, que transforma al penitente en una nueva criatura».
«Este milagro de gracia sólo puede realizarlo Dios, y lo cumple a través de las palabras y de los gestos del sacerdote».
«Al experimentar la ternura y el perdón del Señor, el penitente reconoce más fácilmente la gravedad del pecado, y refuerza su decisión para evitarlo y para permanecer y crecer en la reanudada amistad con Él», subrayó.
«En virtud de la ordenación presbiteral», aclaró el pontífice, «el confesor desempeña un peculiar servicio “in persona Christi”», en lugar de Cristo.
«Ante una responsabilidad tan elevada las fuerzas humanas son sin duda inadecuadas», reconoció. Por eso invitó a todos los sacerdotes del mundo a hacer experiencia del perdón de Dios.
«No podemos predicar el perdón y la reconciliación a los demás, sino no estamos personalmente penetrados por él».
«Cristo nos ha escogido, queridos sacerdotes, para ser los únicos que pueden perdonar los pecados en su nombre: se trata, por tanto, de un servicio eclesial específico al que tenemos que dar prioridad» constató.
«¡Cuántas personas en dificultad buscan el apoyo y el consuelo de Cristo! ¡Cuántos penitentes encuentran en la confesión la paz y la alegría que perseguían desde hace tiempo!», exclamó.
«¿Cómo no reconocer que también en nuestra época, marcada por tantos desafíos religiosos y sociales, hay que redescubrir y reproponer este sacramento?», se peguntó.
Según la constitución apostólica «Pastor Bonus», con la que Juan Pablo II estableció la organización de la Curia Romana en 1988, «la competencia de la Penitenciaria Apostólica se extiende a lo que concierne al fuero interno [las cuestiones de conciencia, ndr.],y a las indulgencias».
«Para el fuero interno, tanta sacramental como no sacramental, concede las absoluciones, dispensas, conmutaciones, sanciones, condonaciones y otras gracias», explica esa constitución.
Asimismo, establece el documento, «provee a que en las basílicas patriarcales de la Urbe haya un número suficiente de penitenciarios, dotados de las oportunas facultades.