«Hacer el Camino es la mejor manera de contribuir a la rehabilitación y a la reinserción porque el Camino de Santiago impacta a todos, no es una ruta cultural ni deportiva sino una peregrinación a su vida interior y a su vida de fe –explicó Carod–. El sufrimiento, la capacidad de aguante, la renuncia para ayudar a los demás, el compartir, la admiración por la naturaleza, la reflexión, la solidaridad en los albergues…, van calando».
Los presos proceden de las cárceles de Nanclares de Oca (a 15 kilómetros de Vitoria) de la de jóvenes de la Trinidad de Barcelona y de la de Albacete.
El grupo de la Trinidad, formado por cinco presos jóvenes, cuatro voluntarios, el capellán y una criminóloga, empezará mañana jueves su ruta, de 113 kilómetros, desde Sarria hasta Santiago, en cinco etapas durante las cuales se reservan momentos para el silencio y la reflexión.
El grupo de Albacete, formado por cuatro presos adultos, tres funcionarios de vigilancia y dos voluntarios, salió ayer para caminar este mismo último tramo con el que puede conseguirse la Compostela.
La actividad forma parte del programa penitenciario, pero no redime penas, como es el caso del proyecto Oitoken, que, desde el año 1982, ofrece esta posibilidad a jóvenes reclusos en Bélgica que viajan hasta España para hacer el Camino de Santiago.
En España, el decano del Colegio de Abogados de Sabadell, Manuel Hernández, planteó esta posibilidad, aunque no llegó a realizar la solicitud al Ministerio de Justicia. El secretario del Colegio, Miquel Fernández, declaró hoy a la agencia Veritas que la perspectiva de las reformas legislativas del Código Penal y de la Ley Criminal entorpeció el curso de esta petición para conmutar penas a jóvenes, pero añadió que Hernández podría retomar la iniciativa.
