CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 14 julio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la alocución pronunciada por el cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas, el 29 de junio de 2007, al inaugurar la III Jornada de Reflexión Social de la Iglesia en el marco de la conmemoración de los 50 años de la carta pastoral de monseñor Rafael Arias Blanco, decimoprimer arzobispo de Caracas.

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Se celebra en conmemoración de los 50 años de la famosa Carta Pastoral del XI Arzobispo de Caracas, Mons. Rafael Arias Blanco, publicada con ocasión del 1 de mayo de 1957, día del trabajador. Como entonces, la situación socio política de Venezuela, hoy en tiempos de cambio profundo, de revolución, demanda una actuación muy firme de la Iglesia, es decir, de todos los cristianos: laicos, religiosos o sacerdotes, cada uno según su propia condición y vocación.

Mons. Arias actuó acertadamente y oportunamente. Eran tiempos difíciles, de dictadura, de silencio. Por eso su voz, al romper la censura impuesta por el gobierno de Pérez Jiménez, tuvo tanta resonancia. Fue un grito que despertó la conciencia libertaria de la sociedad venezolana. Ocho meses más tarde Venezuela tenía nuevo gobierno.

La caída de la dictadura marcó el reinicio de la era democrática en el siglo XX venezolano, Se inició la época del debate político, en la calle, en el parlamento, en las Universidades, en todos los foros posibles. Y el ejemplo de Mons. Arias sigue siendo un modelo a imitar, como lo ha hecho el episcopado venezolano durante esa era democrática y hasta nuestros días en la así llamada V. República.

Y digo esto porque muchas veces, cuando hoy levantamos nuestras voces los obispos, se nos enrostra equivocadamente, por desconocimiento, que los Obispos aceptábamos pasivamente los errores de los gobiernos anteriores.

Por eso, en esta oportunidad que se me ha ofrecido, quiero poner de relieve la actitud despierta y activa del Episcopado venezolano ante los problemas del país, tanto individual como colegialmente. Para la historia contamos con la acuciosa edición de los documentos colectivos del Episcopado venezolano realizada por Mons. Baltazar Porras, “Compañeros de camino”, publicada en dos tomos por Trípode en el año 2000. Allí desde 1958 hasta 1979, encontramos 51 documentos sobre muchos temas, y desde 1980 hasta enero de 1999, 77, (52% más). Me limitaré a señalar solamente algunos de contenido o enseñanza socio política.

A partir de 1958, siempre en cumplimiento de su misión episcopal, es decir, no desde el punto de vista de la política que busca el poder, sino desde el evangelio de Jesucristo, que es el evangelio del amor, de la justicia y la paz, los obispos venezolanos se han hecho presentes para orientar la vida nacional a través de muchísimos documentos.

En 1958 sale a la luz una densa y larga “Carta Pastoral Colectiva del Episcopado en la Oportunidad de los nuevos horizontes que se abren a la Patria después de la caída del régimen imperante en enero de 1958”. Allí se analizan diversos aspectos de la vida nacional, y se establecen principios de acción en la línea de la defensa de la dignidad humana, de la libertad y la justicia; los grandes principios filosóficos y morales que se desprenden de la enseñanza del evangelio y de la antropología cristiana. Y se reflexiona sobre la participación de los católicos y la Iglesia en la vida pública, subrayando el derecho de la Iglesia a intervenir en lo que llaman las “cuestiones político-morales”, es decir los grandes problemas de la sociedad.

Con motivo de las elecciones los obispos hablaron en documentos específicos en 1963 y 1968. Y luego cada vez que ha habido elecciones en el país. En 1970 se trata el tema de del consumo y tráfico de drogas.

En el contexto de las elecciones de 1973 publican “Iglesia y Política”, en el cual afirman la neutralidad de los Obispos frente a las diversas opciones partidistas, pero reivindican el derecho a intervenir en lo político, “tomando este término en el sentido de la búsqueda y actuación de todo aquello que tienda a la consecución del bien común del país”, y rechazan tanto el capitalismo liberal como el socialismo marxista. Indican también, luego de reconocer que se han dado pasos notables en el orden de la paz, de la justicia y del desarrollo en nuestra Patria, que permanece “urgente el trabajo por la superación de incontables desequilibrios que afectan la comunidad nacional”

Otro documento notable es la “Declaración Pastoral sobre la situación social del país”, publicada el 12 de enero de 1974, en la cual denuncian la desigualdad social y económica de los venezolanos, el peculado, el derroche, la irresponsabilidad en el trabajo, y llaman a un combate “urgente y necesario contra la pobreza de grandes sectores de nuestra sociedad.” Insisten, sobre todo, en la necesaria reforma moral de todos los venezolanos.

En 1977 se emitió otra declaración sobre cuestiones sociales y morales, y en 1979 una declaración sobre la ecología, con el título “Amemos la vida”.

A partir de 1980 se multiplican los documentos de los obispos sobre la situación socio-política del país. En Cuaresma de ese año publican una “Exhortación pastoral” en la cual denuncian una gran cantidad de problemas morales que afectan la marcha de la vida social económica. Esta exhortación cuaresmal fue duramente criticada por algunos sectores acomodados de la sociedad venezolana.

Quiero subrayar en éste y otros documentos la insistencia de los obispos ante la injusta distribución de la riqueza, la corrupción administrativa, la injusticia en las relaciones sociales, etc. También sobre la mala calidad de la educación y la inadecuación del proceso educativo a las necesidades de desarrollo que exige el país, los problemas de la mala asistencia en materia de salud, etc., el problema de la inseguridad personal, el alcoholismo, el incremento en el consumo de drogas, etc. Y afirman que todas “las injusticias, los egoísmos y los vicios que hemos advertido en nuestra realidad nacional se nos presentan así como una situación de pecado tanto personal como colectiva y estructural”. (2)

Son muchos los documentos publicados en los años siguientes. Destaco algunos: el de julio del 82 sobre la situación del país, en el cual, desde la perspectiva de suscitar la conversión personal (n. 12), señalan una serie de problemas, siempre recurrentes en la vida de nuestra sociedad: la insensibilidad moral, la corrupción, los abusos de algunos sindicalistas, la injusticia en las relaciones obrero-patronales, la irresponsabilidad de algunos educadores, etc. También denuncian el “desinterés de muchos creyentes en llevar una vida cristiana con la austeridad, abnegación y fidelidad en el cumplimiento de los deberes que nuestro estado (de vida) y la Fe nos exigen” (14).

En 1983 se publican dos importantes documentos referentes a la vida social y política de Venezuela: el “Mensaje del Episcopado venezolano con ocasión del Bicentenario del nacimiento del Libertador” (enero del 83), y una Declaración “ante la crisis que vive el País”(julio del 83).

En la situación de crisis reflejada por la devaluación y el control de cambio, deploran que los llamados hechos por el episcopado anteriormente no hayan sido escuchados, y plantean la situación coyuntural como un desafío que “es preciso enfrentar con hondo sentido de responsabilidad, con imaginación audaz y creadora, con decidido espíritu de trabajo y de servicio”…Y dirigen ese llamado a todos los sectores de la sociedad venezolana. Especialmente: “a los partidos políticos para que depongan actitudes destructivas que dañan al país y se aboquen al diálogo y a la formulación de programas para resolver los graves problemas de nuestra patria” III (Porras, 2, p. 104), y concluyen haciendo un llamado a la renovación de los valores cívicos y morales.

Documentos semejan tes se publicaron en enero de 1984 (Renovar el país por la conversión del corazón); en 1986 (sobre el grave problema del desempleo), sobre la Comunicación social, sobre la vivienda (julio de 1987), y uno, muy importante: “A los treinta años del 23 de enero de 1958”, muy agudo en sus críticas al proceso democrático desarrollado durante ese tiempo.

De especial relevancia y contundencia es el documento titulado “La recuperación del país”, publicado en abril de 1989, luego de la convulsión del 27 de febrero. Allí señalamos que la raíz de los problemas que configuraban la grave situación social, política y económica del país es una aguda crisis moral, cosa que se había afirmado repetidas veces en documentos anteriores, y para lo cual hacen un imperioso llamado a la conversión y a la renovación del corazón.

Los obispos condenamos la masacre ocurrida en El Amparo en noviembre de 1988; rechazamos la violencia como camino para la solución de los problemas pero también denunciamos como “violento y, por ello, anticristiano, el engaño al pueblo, el someterlo a condiciones infrahumanas de vida, el saqueo a la nación al despojar al ciudadano de sus legítimos derechos mediante normas leyes injustas, o por la aplicación de agobiantes políticas económicas”(5). Y se hace un llamado al Gobierno, al parlamento, a los líderes políticos, a los empresarios y sindicalistas, para que busquen “una verdadera salida a las distintas coyunturas que vive Venezuela antes de que sea demasiado tarde”(5). Se reitera el compromiso de los Obispos con las alegrías y penas de nuestro pueblo(8), y la voluntad de servicio y solidaridad especialmente con quienes se encuentran en situaciones de angustia económica.

Luego, en enero del 1991 publicamos “Sois Luz del mundo”, documento en el cual se condena una “dramática situación que un creyente no puede tolerar (2.1), y se pone de relieve la aguda crisis política del momento: “No podemos ignorar una aguda, peligrosa y condenable quiebra del Estado de derecho y de institucionalidad. Esto se manifiesta en la sustitución del gobierno por el partido, de la instancia oficial por la recomendación del juicio, del tribunal por el juicio político. Inmensa gravedad reviste la crisis del poder judicial y de los cuerpos de seguridad del Estado, así como la impunidad de delincuentes de todo tipo...En esta grave crisis institucional están envueltos los partidos políticos, cuya credibilidad está hoy disminuida”. Y de nuevo se hace un llamado a la conciencia de los cristianos para superar la raíz de toda esa situación mediante la conversión moral, y para ser realmente, en nuestro país, luz del mundo. (1.2)

Un documento semejante fue publicado en enero de 1992, en el cual, al señalar los problemas más agudos, se concluía: “Sin una respuesta pronta y efectiva a esas urgencias, no habrá paz social, con los consiguientes peligros de anarquía o de tentaciones a soluciones de fuerza”. Esto se publicó el 10 de enero de 1992.

Nuevos documentos fueron publicados en 1994, en plena crisis financiera; en 1995, en julio de 1996, en enero de 1997, en el cual se habla de “un país en emergencia”. Y se pedía, entre otras cosas, la renovación cualitativa de la educación y la urgente reforma del Poder Judicial. Otros documentos son publicados en julio de 1997, en enero de 1998, “A los 40 años del 23 de enero del 58”. Allí se insistía en la profundización de la democracia, en la reforma del Estado para permitir una democracia más participativa, en la reforma del Poder Judicial, el proceso de descentralización, en la consolidación de la paz social, a la cual está ligada la estabilidad política. En el 98 se publican dos documentos ante la elecciones, uno de julio y otro del 23 de octubre de 1998.

A partir de 1999 ha habido una gran cantidad de documentos de orientación socio política en la línea de la doctrina social de la Iglesia, los más recientes merecedores de ataques públicos del Gobierno nacional. Estamos en vísperas de la publicación de esos documentos en un volumen preparado por Mons. José Luis Azuaje.

El Episcopado ha sido fiel a su misión antes y ahora, tal como lo fue en su momento Mons. Rafael Arias Blanco, ese gran Arzobispo de Caracas, cuya Carta Pastoral estamos conmemorando. A todos los cristianos, pero especialmente a los seglares, les corresponde vivir en profundidad su fe, y proyectarla hacia la acción en lo social y en lo político, en la línea de la solidaridad que, como dice el Papa Juan Pablo II en su Encíclica “Sollicitudo Rei socialis”, consiste en el decidido empeño por trabajar por el bien común.