CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 28 julio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo escrito por monseñor Eleuterio F. Fortino, subsecretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, con motivo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2007 con el título «El diálogo teológico entre católicos y ortodoxos».
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«Estamos decididos a apoyar incesantemente, como en el pasado, el trabajo encomendado a esta Comisión (para el diálogo teológico) y acompañamos a sus miembros con nuestras oraciones». Esto lo afirmaron el Papa Benedicto XVI y el Patriarca de Constantinopla Bartolomé I en la Declaración común firmada al final de la visita del Santo Padre al Patriarcado ecuménico (30 de noviembre de 2006: «L’Osservatore Romano», edición en lengua española, 8 de diciembre de 2006, p. 6).
Inmediatamente antes habían expresado «profunda alegría por la reanudación del diálogo teológico, después de una interrupción de varios años» y por el hecho de que la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre católicos y ortodoxos, en la IX sesión plenaria (Belgrado 13-18 de octubre de 2006) «ha podido trabajar nuevamente con espíritu de amistad y de cooperación».
Así, el diálogo católico-ortodoxo, a nivel internacional, ha vuelto a reanudarse y, como se afirma en la citada Declaración en El Fanar, «ha emprendido una fase de estudio sobre las consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia. Eso permitirá afrontar algunas de las principales cuestiones todavía controvertidas» (ib.).
Sesión plenaria en Belgrado
El encuentro de la Comisión mixta para el diálogo teológico fue el acontecimiento principal de las relaciones entre católicos y ortodoxos del año pasado, tanto porque el diálogo, interrumpido después de la sesión de Baltimore (año 2000), se ha reanudado, como por el espíritu positivo con que se han mantenido las conversaciones teológicas, a pesar de las dificultades antiguas y nuevas, y por la temática que se comenzó a abordar.
En Belgrado estuvieron presentes todas las Iglesias ortodoxas, excepto el Patriarcado de Bulgaria, por imposibilidad práctica surgida en el último momento. La plena participación de los miembros constituyó el primer elemento positivo de la apertura de la nueva fase.
Esta reanudación se preparó durante largo tiempo, tanto por la parte católica como por la ortodoxa.
Del 11 al 13 de septiembre de 2005, en El Fanar (Estambul), tuvo lugar un encuentro de los representantes ortodoxos en la Comisión mixta, por invitación del Patriarca Bartolomé I. El comunicado divulgado al final del encuentro informaba: «Todos los representantes de las Iglesias ortodoxas han concordado en que la necesidad de proseguir el diálogo teológico surge del deber de todos de cumplir el mandato del Señor de promover la unidad».
A continuación, el Comité mixto de la Comisión internacional, recogiendo el nuevo espíritu que se estaba creando, fue convocado a Roma (13-15 de diciembre de 2005) para organizar la sesión plenaria, sobre todo con el fin de concordar la temática y el planteamiento del estudio que convenía realizar. El Comité estableció que la nueva fase debía llevarse a cabo «en continuidad con los documentos ya concordados por la Comisión». Además, recordó que «el contexto general de su trabajo es la teología de la «koinonía», o comunión, y que ese contexto necesita ser reforzado con un estudio ulterior para que se pueda profundizar en el debate».
La Comisión está compuesta por treinta miembros de cada parte y comprende cardenales, metropolitas, obispos, teólogos clérigos y laicos, hombres y mujeres. Está presidida por dos co-presidentes: el cardenal Walter Kasper y el metropolita de Pérgamo S.E. Ioannis Zizioulas, y tiene dos co-secretarios.
Como documento de base para el debate retomó un proyecto preparado en Moscú, en el año 1990, por el Comité mixto de coordinación. Ese texto se debía haber debatido ese mismo año en la sesión plenaria de Freising (Alemania). El comunicado recordó que el texto «no se debatió entonces, ni después, porque algunos acontecimientos que sucedieron en Europa del este obligaron a la Comisión a afrontar la cuestión del así llamado «uniatismo» en relación con el diálogo ecuménico».
Seguidamente, sobre esa problemática se concordó un documento común titulado «El uniatismo, método de unidad del pasado y la actual búsqueda de la unidad» (Balamand 1993). La continuación de este tema sobre el aspecto específico de las «consecuencias teológicas y canónicas» no llevó a ningún resultado en la sesión de Baltimore (2000). Eso implicaba una situación de estancamiento, que por fin se resolvió de modo positivo en Belgrado.
El comunicado informaba que «en este encuentro el documento preparado en Moscú ha sido examinado atentamente con un mismo espíritu de genuino compromiso en la búsqueda de la unidad». Ese examen requirió una atención particular, entre otras razones, a causa de la distancia de tiempo y de los acontecimientos que se produjeron, impidiendo su redacción.
El texto estudiado en Belgrado constituye una premisa a la cuestión más importante del contencioso entre católicos y ortodoxos: el papel del Obispo de Roma en la Iglesia de Dios y en la comunión entre las Iglesias locales. El tema estudiado se formuló así: «Consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia: conciliaridad y autoridad en la Iglesia». Los dos aspectos —conciliaridad y autoridad— se consideran entrelazados en tres niveles: local (diócesis), regional (metrópolis, patriarcado) e Iglesia universal.
En la comunión de la Iglesia local —diócesis— todos los miembros, en la unidad de la fe y de los sacramentos, están al servicio unos de otros. Esta comunión exige, según el Evangelio y la Tradición, el vínculo espiritual y canónico con el obispo, que es el «protos» (primero) y «kephale» (cabeza) de la Iglesia local. El obispo es el garante de la unidad en la Iglesia local y vínculo con las demás Iglesias locales. La comunión entre las Iglesias se indica en la ordenación misma de los obispos, que, según las disposiciones canónicas, normalmente es conferida por tres obispos, o al menos por dos.
La Iglesia local no es una isla. Está abierta a todas las demás Iglesias locales y en comunión con ellas, ante todo con las cercanas por territorio, cultura, tradiciones y organización común. Está en la Iglesia universal. Más aún, en la Iglesia local está interiormente presente y operante la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
En un nivel más amplio, la tradición conoce agrupaciones de Iglesias locales como metropolías y patriarcados con sus sínodos; y, en Occidente, con estructuras diversas y particulares, los concilios plenarios regionales y las Conferencias episcopales regionales y nacionales. No sólo existen estas realidades diferentes entre católicos y ortodoxos, sino también dentro de la misma Iglesia católica, como se puede apreciar en sus dos Códigos: El Código de derecho canónico y el Código de cánones de las Iglesias orientales.
En Belgrado la Comisión sólo logró realizar un estudio sobre estos primeros dos niveles. En una próxima sesión se comenzará a estudiar el tema de la Iglesia universal y sus estructuras de comunión. Así se planteará también la cuestión del «protos» en la Iglesia. La cuestión del primado petrino sigue abierta entre católicos y ortodoxos. En la actual fase del diálogo se deberá profundizar esta cuestión buscando un acuerdo sobre la base de las sagradas Escrituras y de la Tradición, también a la luz de los desarrollos registrados a lo largo de los siglos.
En concomitancia, durante la sesión de Belgrado surgió una dificultad entre los ortodoxos, suscitada por la delegación r
usa, relativa al modo de entender la «taxis», el orden tradicional entre las Iglesias ortodoxas, según el cual la sede de Constantinopla goza de un primado de honor. Esa cuestión afecta sólo a la Iglesia ortodoxa y, aunque los católicos no puedan intervenir en ella, causa dificultad en el diálogo mismo.
A esta situación aludió el arzobispo de Atenas y de toda Grecia en una entrevista concedida al concluir su visita a Roma, refiriéndose a la Comisión mixta de diálogo entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto: «La Comisión (…) actúa con seriedad, paciencia y coherencia en su difícil trabajo. Este trabajo se realiza bajo la coordinación de la santa Iglesia primada del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, que nosotros —como Iglesia de Grecia— sostenemos con gran sentido de responsabilidad ante la historia» («30 Giorni», noviembre de 2006, pp. 38-39).
La Comisión decidió tener un nuevo encuentro dentro de este año 2007. Será la Iglesia católica la que acogerá este encuentro según el método de la alternancia. Se han analizado todas las posibilidades concretas y se ha elegido como sede la histórica ciudad de Rávena, rica en tradiciones eclesiales y en espléndidos monumentos bizantinos. La sesión tendrá lugar del 8 al 15 de octubre.
Relaciones eclesiales
También en el ámbito de las relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas se han producido durante el año importantes acontecimientos en varios niveles. Algunos hechos pasan casi desapercibidos, pero son decisivos para el incremento de la comunión afectiva, como la carta pascual que el Santo Padre envía desde hace años, de forma regular, a los jefes de las Iglesias ortodoxas; el envío de los documentos principales de la Iglesia católica; y encuentros del Santo Padre con delegaciones ortodoxas.
Asimismo, hay otros acontecimientos aún menos notorios, pero que son importantes. Por ejemplo: el Comité católico para la colaboración cultural del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos garantiza cada año más de cincuenta becas a jóvenes ortodoxos para realizar estudios post-universitarios en facultades teológicas católicas. La Iglesia de Grecia ofrece treinta becas de verano a estudiantes católicos de teología para aprender la lengua griega y para un contacto directo con las estructuras culturales y pastorales de la Iglesia ortodoxa. También se realizan encuentros eclesiales, teológicos, culturales y pastorales que afianzan la comunión entre las Iglesias.
El Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos durante el último año ha tenido muchos contactos con las diversas Iglesias ortodoxas. Se ha mantenido regularmente el intercambio de visitas entre Roma y Constantinopla con ocasión de la fiesta de San Pedro y San Pablo en Roma (29 de junio) y de San Andrés en el Patriarcado ecuménico (30 de noviembre); una delegación ortodoxa búlgara vino a Roma para recibir una reliquia de san Jorge; también vino a Roma una delegación del Patriarcado de Georgia.
El cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, realizó una visita a Georgia (en febrero) y encabezó la delegación católica que participó en la cumbre de jefes religiosos convocada por el Patriarca Alexis II en Moscú (en julio). El Consejo pontificio para la cultura organizó en Viena un encuentro con el Patriarcado de Moscú. Y no hay que olvidar las crecientes relaciones entre Iglesias locales católicas e Iglesias ortodoxas.
El conjunto de estas relaciones y otras formas de contactos contribuyen a consolidar el clima de fraternidad y caridad que afianzan y fortalecen el diálogo teológico.
Naturalmente, impresionan más los grandes acontecimientos, que tienen de por sí un valor objetivo, como la visita del Santo Padre al Patriarca ecuménico, Su Santidad Bartolomé I (29-30 de noviembre), la visita al Santo Padre y a la Iglesia de Roma de S.B. Cristódulos, arzobispo de Atenas y de toda Grecia (13-16 de diciembre).
Se puede decir que ha sido un año de acontecimientos significativos para las relaciones entre católicos y ortodoxos.
Las dos visitas se concluyeron, respectivamente, con una Declaración común. Ambas constatan el camino recorrido y renuevan el compromiso de intensificar las relaciones en el futuro. Metodológicamente, la práctica de las declaraciones comunes es el camino real hacia la unidad: es preciso encontrarse, debatir, confrontar, concordar, profesar juntos.
La Declaración firmada por el Papa y el Patriarca Bartolomé I está abierta al futuro. Se trazan varias líneas de compromiso para promover la comunión plena, como la promoción de la paz, la defensa de los derechos de la persona humana creada a imagen de Dios, la salvaguardia de la creación, el testimonio cristiano común en la Unión europea en formación «valorada positivamente», pero que compromete a católicos y ortodoxos «a unir nuestros esfuerzos para preservar las raíces, las tradiciones y los valores cristianos, con el fin de garantizar el respeto de la historia».
En particular, los dos signatarios recuerdan el acto eclesial de 1965 que, con dos celebraciones paralelas en Roma y en El Fanar, «relegó al olvido los antiguos anatemas, que durante siglos han influido negativamente en las relaciones entre nuestras Iglesias». Ese acto contiene también positivamente un compromiso de comunión: pasar de la psicología de la división a la de la comunión. El Papa y el Patriarca constatan que «no hemos sacado aún de este acto todas las consecuencias positivas que se pueden derivar para nuestro camino hacia la unidad plena».
Por tanto, se estimula el diálogo y la Comisión mixta, la cual «está llamada a dar una importante aportación».
Fue significativa también la primera visita oficial que el arzobispo de Atenas y de toda Grecia, S.B. Cristódulos realizó al Santo Padre y a la Iglesia de Roma, cumpliendo así un deseo que había expresado muchas veces, para devolver la visita que el Papa Juan Pablo II había hecho a Atenas en su peregrinación tras las huellas de san Pablo (año 2001).
La visita se desarrolló en un clima afectuoso y cordial. El Arzobispo se encontró con el Papa en una audiencia privada y visitó los santos lugares de Roma: basílicas, iglesias históricas y catacumbas. En nombre del Santo Padre se le entregó una parte de las cadenas que llevó san Pablo en la cárcel y que se conservan en la basílica de San Pablo extramuros. En la ceremonia se cantó una «Deesis» con plegarias y troparios compuestos para esa ocasión por el Arzobispo mismo.
La Pontificia Universidad Lateranense le confirió un doctorado «honoris causa» en ciencias jurídicas. El arzobispo Cristódulos mantuvo conversaciones con el Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos. La visita es signo del cambio positivo que el Arzobispo ha logrado imprimir a las relaciones entre la Iglesia ortodoxa de Grecia y la Iglesia católica.
La visita se concluyó con una Declaración común con el Papa Benedicto XVI, en la que se renueva el compromiso de proseguir el diálogo y la colaboración cultural y pastoral.
En particular, los dos signatarios declararon: «Afirmamos unánimemente la necesidad de perseverar en el camino de un diálogo teológico constructivo. En efecto, a pesar de las dificultades que se han constatado, este es uno de los caminos fundamentales de que disponemos para restablecer la unidad tan anhelada del cuerpo eclesial en torno al altar del Señor, así como para reforzar la credibilidad del mensaje cristiano en una época de cambios en las sociedades en que vivimos, pero también de grandes búsquedas espirituales por parte de un gran número de nuestros contemporáneos, que también están preocupados ante la creciente globalización, que a veces amenaza al hombre incluso en su existencia y en su relación con Dios y con el mundo» (n. 4: «L’Os
servatore Romano», edición en lengua española, 22 de diciembre de 2006, p. 7).
Observación conclusiva
El diálogo teológico es el instrumento indispensable para debatir las cuestiones controvertidas entre las Iglesias a fin de encontrar un acuerdo de fe. Sin embargo, el diálogo no se realiza «in vitro». Está naturalmente insertado y sostenido —o dificultado— por el conjunto de las relaciones entre las Iglesias. Estas están experimentando recientemente, de forma positiva, momentos más intensos de contacto y de compromiso, superando las tensiones y las incertidumbres de la década de 1990 y del inicio del siglo XXI.
Por otra parte, la fase actual de diálogo, como ha destacado el Comité mixto de coordinación, se inserta en el contexto de los resultados alcanzados y expresados en los primeros cuatro documentos comunes publicados por la Comisión mixta del diálogo católico-ortodoxo y enmarcados en la perspectiva de la teología de la «koinonía», es decir, de la comunión eclesial en la unidad de fe, de vida sacramental y de ministerio.
Mons. Eleuterio F. FORTINO
Subsecretario del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos