SYDNEY, domingo, 29 julio 2007 (ZENIT.org).- Con un año por delante, la ciudad anfitriona de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2008 calienta motores con lo que algunos sobre el terreno describen como «santa anticipación».
Y para responder a la petición de Benedicto XVI y su predecesor, la oración está desempeñando un papel vital en la serie de actividades preparatorias que están teniendo lugar en todo Sydney y otras diócesis del país.
El pasado día 20, un año antes de la misa final papal, jóvenes y viejos se reunieron en una de las más antiguas iglesias de Sydney, para lo que el coordinador de la JMJ 2008, el obispo auxiliar Anthony Fisher, definió como «Una hora santa de fuerza».
El acontecimiento empezó con una impresionante interpretación del ya popular tema de la JMJ, «Receive the Power» («Recibe la fuerza»), interpretada por jóvenes católicos estudiantes de artes escénicas.
Las lágrimas salieron de los ojos de algunos de los reunidos mientras contemplaban en una pantalla la más reciente audiencia de Benedicto XVI, subrayando sus palabras de ánimo para la misión australiana.
Pero tras algunas otras canciones, la lectura de la Escritura y un testimonio personal del ex profesional de fútbol convertido en director de evangelización y catequesis Steve Lawrence, fue realmente Jesús en la Eucaristía quien ocupó el papel central.
Como indicó monseñor Fisher, la ubicación exacta para el acontecimiento destaca el desafío que Sydney afronta hoy.
Relató la historia de la Iglesia de San Patricio que se remonta al siglo XIX, cuando los primeros católicos del país trataron de obtener una concesión de terreno para una iglesia y el gobierno rechazó su petición. Entonces, el único sacerdote fue expulsado por las autoridades británicas, dejando tras él sólo una hostia consagrada.
Pero esto no hizo que los católicos australianos dejaran de testimoniar su fe, dijo el obispo. El cuadro de los católicos perseguidos reuniéndose en secreto para orar fue usada para describir aquellos primeros días como una «época de catacumbas».
«Los fieles laicos siguieron conservando y adorando a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento durante todo un año... hasta que otro sacerdote francés llegó a consumirlo y celebró de nuevo una Misa para ellos», explicó el obispo
Así, volviendo a las raíces de la fe en este continente, monseñor Fisher exhortó a los australianos a tratar de experimentar esta dedicación de sus antepasados y revivir la devoción a la verdad y voluntad de Dios.
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Jul 29, 2007 00:00