MADRID, domingo, 2 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha publicado en la página web de la revista Ecclesia Luis Santamaría del Río, miembro de la delegación católica española en la III Asamblea Ecuménica Europea, que comienza el 4 de septiembre en Sibiu (Rumania).
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Está a punto de comenzar el acontecimiento ecuménico más importante del año: la III Asamblea Ecuménica Europea (AEE). Tras las anteriores citas de Basilea en 1989 y Graz en 1997, una década después vuelven a reunirse representantes de las diversas confesiones cristianas del continente para encontrarse en torno a Cristo, luz que ilumina a todos, como reza el lema. ¿Cuál es la participación católica en la AEE?
Primera etapa de la AEE: Roma
En enero del año pasado se escogió Roma para albergar la primera etapa del proceso asamblear,. La etapa siguiente se ha basado en encuentros a nivel nacional, regional y local, desde Pentecostés de ese año hasta comienzos de 2007, cuando ha tenido lugar la tercera etapa, en Lutherstadt-Wittenberg (lugar de gran tradición protestante) en el pasado mes de febrero. La cuarta etapa será la gran reunión en Sibiu, de mayoría ortodoxa, que comienza el próximo martes 4 de septiembre.
Según Amédée Grab, obispo católico suizo, la AEE es una gran peregrinación a lo largo de Europa, en la que se pretende descubrir los dones de cada tradición confesional, y de ahí el recorrido entre las tres sedes. Por eso Roma, sede madre de la Iglesia católica, acogió este encuentro, en el que «simbólicamente buscaremos recorrer las huellas de los apóstoles Pedro y Pablo». Hubo en este evento, además, dos momentos para estar con el papa Benedicto XVI: un encuentro de oración y una audiencia privada, ambos «significativos para todos, ya sea para acoger una dimensión de fondo de nuestra Iglesia católica, ya sea para el camino ecuménico».
Para Grab, presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), organismo católico que organiza este importante evento ecuménico junto con la KEK (Consejo de Iglesias de Europa), «ha llegado la hora de profundizar en qué es el diálogo y sobre todo cuál es su relación con la verdad». Haciendo una lectura en esta clave del pasaje del encuentro del Señor glorioso con los discípulos en el camino a Emaús, Grab indica que «es el Resucitado el que hace comprender: no basta ser excelentes teólogos o personas especialmente inteligentes. Cuando el Resucitado comienza a caminar con ellos ‘sucede’ algo verdaderamente nuevo. Los dos encuentran la luz, comprenden y vuelven a la comunión de la Iglesia. El hablar entre ellos se ha convertido en un verdadero diálogo, cuando el Resucitado ha comenzado a caminar con ellos».
El presidente de la CCEE destaca que el esfuerzo ecuménico no ha de ser voluntarista, sino que debe contar con la acción imprescindible de Dios. «No podemos caer en el engaño de ser nosotros, sólo con nuestras fuerzas, capaces de llevar adelante el camino ecuménico o de contribuir a la esperanza de Europa en el mundo». Es necesaria la presencia y la acción de Cristo Resucitado. Y añade: «las estadísticas dicen que en Europa somos 560 millones de cristianos, si fuéramos lo que deberíamos ser y si estuviésemos unidos, la levadura del Evangelio podría dar verdadera esperanza a nuestros pueblos».
Roma: sede de mártires
Para Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma, es «particularmente significativa la elección de iniciar en Roma esta singular ‘peregrinación’, que concierne a los cristianos pertenecientes a las diversas Iglesias y confesiones cristianas de Europa». Con estas palabras recibió en la urbe a todos los que compartimos la misma fe en Jesucristo dirigiéndose a ellos con estas palabras llenas de significado: «como tantísimos creyentes a lo largo de los siglos, también vosotros, en nombre de las Iglesias y las comunidades cristianas, venís ante la tumba del apóstol Pedro, a quien Jesús por tres veces preguntó: ‘¿me amas?’, y al lugar del martirio del apóstol Pablo, que anunció a las gentes la gran noticia de Jesucristo, luz del mundo».
Estos importantes recuerdos apostólicos, así como otros muchos lugares de la ciudad eterna donde se hace memoria de la entrega generosa de la vida de tantos cristianos de los primeros tiempos –y de la actualidad– por causa de la fe, nos están diciendo que «la fe exige también hoy un testimonio martirial». Para el cardenal Ruini, «el testimonio común del martirio es fuente de unidad entre los discípulos del Señor», como lo demuestra la dedicación por parte de Juan Pablo II de la Basílica de San Bartolomé (isla Tiberina) a los mártires del siglo XX, pertenecientes a diversas confesiones cristianas.
En la situación cultural actual, Ruini hace un llamamiento al esfuerzo ecuménico: «muchos en Europa, incluidos los jóvenes, están poniéndose a buscar para descubrir una luz que pueda iluminar el futuro y una fuente de agua pura y fresca que pueda calmar la necesidad de sentido y de paz». Pone ejemplos de personas que trabajan por este cambio, de jóvenes ilusionados por un mundo mejor construido desde el evangelio, y afirma que «las numerosas necesidades del mundo, sobre todo las de los más pobres, las preguntas por el sentido que vienen de tantos engañados por los falsos mitos de un mundo consumista y cruel, nos piden a todos nosotros un nuevo coraje ecuménico, una renovada obediencia al Señor, que nos pide que estemos unidos para apresurar el paso de la comunión y de la unidad».
Benedicto XVI: oración por los frutos de la AEE
Como intención universal para la oración de este mes, difundida por el Apostolado de la Oración, Benedicto XVI ha marcado la siguiente: «Para que la asamblea ecuménica de Sibiu en Rumania contribuya al crecimiento de la unidad de todos los cristianos por la que oró el Señor en la Ultima Cena». Así se une desde la distancia a este importante evento ecuménico al que no acudirá, pero que ha acompañado y alentado desde su comienzo.
Ya en el discurso que dirigió el pasado mes de enero a la comisión preparatoria de la AEE manifestó su alegría porque el proceso comenzara en Roma, «donde tuvieron lugar el anuncio y el martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo», ya que nuestra fe se basa en el testimonio apostólico, común a todos los cristianos. El Papa, fijándose en el lema de la Asamblea, afirmaba que la verdadera prioridad para Europa es «esforzarse para que la luz de Cristo resplandezca e ilumine con renovado vigor los pasos del continente europeo al inicio del nuevo milenio».
Además, expresaba su deseo de que «cada etapa de esta peregrinación esté marcada por la luz de Cristo y que la próxima Asamblea ecuménica europea contribuya a lograr que los cristianos de nuestros países tomen mayor conciencia de su deber de testimoniar la fe en el contexto cultural actual, a menudo marcado por el relativismo y la indiferencia. Se trata de un servicio indispensable que es preciso prestar a la Comunidad europea, la cual durante estos años ha ensanchado sus confines».
Para Benedicto XVI, está claro que «para que sea fructuoso el proceso de unificación que ha puesto en marcha, Europa necesita redescubrir sus raíces cristianas, dando cabida a los valores éticos que forman parte de su vasto y consolidado patrimonio espiritual». Por ello los cristianos tenemos que tomar en serio la tarea de «ayudar a Europa a tomar conciencia de esta peculiar responsabilidad suya en el concierto de los pueblos». Sin embargo, señala el Papa, «la presencia de los cristianos sólo será eficaz e iluminadora si tenemos la valentía de recorrer con decisión el camino de la reconciliación y de la unidad».
El obispo de Roma aprovechó también la ocasión para reafirmar su prioridad ecuménic
a: «renuevo aquí mi firme voluntad, manifestada al principio de mi pontificado, de asumir como compromiso prioritario el trabajar, sin ahorrar energías, en el restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo».