BUDAPEST, domingo, 16 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Desde este domingo y hasta el 22 de septiembre Budapest se ha convertido en la capital de la nueva evangelización, hospedando a los participantes al Congreso Internacional sobre el tema «Para aseguraros un futuro y una esperanza», (Jeremías 29,11).

El Congreso internacional culmina una serie de encuentros de este nivel realizados en las archidiócesis de las cinco capitales europeas entre el año 2003 y el 2007, siguiendo programas adecuados a cada una de las ciudades.

La primera misión tuvo lugar en Viena en el 2003, la segunda en París en el 2004, sucesivamente en Lisboa en el 2005, y finalmente en Bruselas en el 2006.

El encuentro húngaro concluye así el proyecto de evangelización ciudadana emanado por el Jubileo del 2000 por voluntad de Juan Pablo II y ya advertido como urgencia en la primera asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, que tuvo lugar en el 1991.

El tema quiere subrayar los nuevos horizontes que se han entreabierto para la nación magiar después de un pasado de sufrimiento y persecución bajo el régimen comunista.

Con esta ocasión, el Papa Benedicto XVI ha nombrado al cardenal Camillo Ruini, Vicario para la Diócesis de Roma, como enviado especial a las celebraciones de clausura de las «Misiones Ciudadanas europeas».

En el 2006-2007 la Iglesia en Hungría celebra, además, numerosos Jubileos: el 50° de la Revolución húngara del 1956 contra el régimen soviético, el VIII centenario del nacimiento de Santa Elisabet de Hungría, el 550° aniversario de la victoria de Belgrado (Nándorfehérvár) sobre los turcos y el milenario del nacimiento de San Emerico, hijo de San Esteban, primer Rey de Hungría y protector de los jóvenes húngaros.

Durante las mañanas del Congreso, la Catedral de San Esteban hospedará celebraciones eucarísticas, conferencias y testimonios sobre varios aspectos de la misión, mientras por la tarde las parroquias ofrecerán talleres temáticos y experiencias de iniciativas misioneras en el corazón de la ciudad.

Cada día tendrá su propio acento espiritual empezando por la fe, y continuando con la caridad, el ejemplo de los mártires y los testigos del Evangelio, con la peregrinación y la Santa misa en la Basílica de Esztergom, la alegría, la esperanza, el ecumenismo, y el futuro.

En el día conclusivo están previstos el encuentro de los arzobispos de Viena, París, Lisboa, Bruselas y Budapest y la celebración eucarística final con el envío misionero.

Hablando a Zenit de la preparación de este acontecimiento, el coordinador del Misión Ciudad de Budapest 2007, el padre Miklós Blanckenstein, Vicario pastoral de la archidiócesis de Esztergom-Budapest y Rector del Seminario del arzobispado de Esztergom, ha dicho que en este período «las comunidades y los movimientos han gustado los frutos y la alegría de trabajar juntos».

«Muchos sacerdotes han admitido haber podido contar con los hermanos sacerdotes y con las religiosas de todo el mundo, y muchos laicos han tomado conciencia que los sacerdotes no pueden ser reemplazados, sino que cada uno puede encontrar la propia vocación dentro de una comunidad bien desarrollada», ha añadido.

«Al mismo modo también se ha hablado del hecho que en un entorno liberal, ultraconservador, anticlerical y marxista, el fruto de esta atrevida y extraordinaria iniciativa no ha recogido --como generalmente ocurre-- las típicas críticas de parte de los medios de comunicación, sino que también ha suscitado comentarios positivos».

En el Congreso han trabajado sobretodo grupos de fieles de los 18 a los 35 años, y este sacerdote ha explicado que se prevén «programas especiales hechos a la medida para los jóvenes y para los niños. Las ofertas van de la música a los espectáculos pasando por actividades deportivas. Sabemos que más de 90 grupos formados por niños y familias han tomado parte en su preparación».

En una entrevista concedida a Zenit, el cardenal Péter Erdo, arzobispo de Esztergom-Budapest y Primado de Hungría, dijo: «En Budapest hemos visto que hace falta ante todo profundizar la fe, la espiritualidad y la conciencia misionera de aquéllos que están implicados en la parroquia, sacerdotes, religiosos, catequistas y laicos que se dedican plenamente al trabajo parroquial».

«Luego, en un según momento se tiene que tomar contacto también con toda la comunidad parroquial en forma litúrgica», añadió.

«En un tercer momento hay una gradual apertura hacia el mundo. Esta apertura al mundo no se refiere solamente al entorno que nos es cercano, a nuestra ciudad, al barrio dónde habitamos y dónde muchos no creen y no conocen el mensaje de Cristo o no han sido bautizados todavía, sino que quiere ser una mirada sobre todo el mundo, sobre los continentes más lejanos, a través de los testimonios de aquellas personas -sacerdotes, religiosos, misioneros y laicos- que han vivido en aquellas partes del mundo», concluyó el cardenal.