El Papa indica el «luminoso testimonio» de tres nuevos beatos de la Iglesia universal

El padre Papczynski, el padre Moreau y sor María Celina de la Presentación

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CASTEL GANDOLFO/LICHEN/LE MANS/BORDEAUX, martes, 18 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Desde el pasado fin de semana la Iglesia cuenta con tres nuevos beatos, el padre Papczynski, el padre Moreau y sor María Celina de la Presentación, cuyo «luminoso testimonio» invita el Papa a seguir.

El domingo, tras el rezo del Ángelus, Benedicto XVI recordó a los fieles la beatificación, recién celebrada –por el cardenal Tarcisio Bertone como delegado suyo— en el Santuario de Lichen (Polonia), del padre Stanislao Papczynski, y envió su saludo a los numerosos fieles reunidos por la ocasión.

El sacerdote de origen polaco, Stanislao de Jesús María, fallecido en 1701 a la edad de 72 años, fue el primer fundador de una congregación masculina –Clérigos Marianos– que en la Iglesia estuviera dedicada a la Inmaculada Concepción de María Santísima, unos dos siglos antes de la proclamación de este dogma.

«Sacerdote ejemplar en la predicación, en la formación de los laicos, padre de los pobres y apóstol de la oración en sufragio por los difuntos»: así sintetizó el Santo Padre la vida del sacerdote.

En su homilía, el cardenal Bertone hizo hincapié en la guía mariana que siguió siempre el nuevo beato polaco, «auténtico amigo de Cristo y su infatigable apóstol».

Y recordó cuando decía el padre Papczynski: «Un hombre sin caridad, un religioso sin caridad, es una sombra sin sol, un cuerpo sin alma, simplemente no es nada. Lo que el alma es para el cuerpo, así en la Iglesia, en las órdenes religiosas y en las casa religiosas es la caridad».

«También esta mañana –añadió el Papa el domingo–, en Burdeos, el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, en mi nombre ha proclamado beata a sor María Celina de la Presentación de la Santísima Virgen María, monja profesa [de origen francés] de la Segunda Orden de San Francisco».

«Su vida marcada por la cruz quiso ser un signo de amor, como ella misma decía: «Tengo sed de ser una rosa de caridad»», añadió Benedicto XVI hablando de la nueva beata (en el siglo, Giovanna Germana Castang), fallecida a los 19 años en 1897, tiempo en que también murió Santa Teresa del Niño Jesús (de Lisieux).

«La nueva beata, que vivió una existencia pobre, carente de acontecimientos sobresalientes, pero completamente invadida por el amor de Dios y por el amor hacia los hermanos, nos confirma que también nosotros podemos alcanzar, en una alegre perseverancia, aquello que el Siervo de Dios Juan Pablo II llamó con profunda felicidad la » ‘alta medida’ de la vida cristiana ordinaria», o sea, la santidad», recalcó el purpurado portugués en su homilía.

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ZENIT Staff

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