BUENOS AIRES, jueves, 20 septiembre 2007 (ZENIT.org).- En el microcentro de Buenos Aires, Argentina, desde 2001, los apresurados viandantes pueden detenerse en un remanso de paz, creado en una parte del un edificio con solera en el país, el Convento de Santa Catalina de Siena.
El horario diario está muy pensado para quienes pasan por sus puertas, de lunes a viernes, en medio del ajetreo diario: distribución de la comunión varias veces en la jornada, celebración de la eucaristía a las 13 horas; el domingo en cambio, dos eucaristías a horas asequibles para todos.
«Todo lo que hacemos está pensado para la gente que trabaja», informa a Zenit Camila Picchiello, del equipo de Santa Catalina
El Centro de Atención Espiritual (www.santacatalina.org.ar) ofrece otras actividades permanentes como talleres de oración, charlas, celebración de la unión de los enfermos, bendición de madres embarazadas, o misas en días especiales.EPTIEMBRE
Entre las actividades no diarias están disponibles talleres de Biblia y de Teodanza; rezo del Rosario, adoración eucarística, visitas guiadas al Convento.
Santa Catalina, monumento histórico nacional de Argentina, fundado en 1745, fue en sus orígenes un Monasterio y una iglesia de monjas dominicas contemplativas de clausura.
Hace treinta años fue legado al Arzobispado de Buenos Aires. En 2001, el Monasterio fue renovado con el fin de ponerlo al servicio de su nueva misión: dar una respuesta a las necesidades espirituales de las personas que trabajan en el microcentro porteño, sin exclusiones.
Hoy Santa Catalina atiende a quienes se acercan en busca de una escucha personalizada, contando para ello con un cualificado grupo de sacerdotes y laicos especializados en el acompañamiento espiritual, servicios de asesoría jurídica, de orientación laboral y de acompañamiento en el duelo.
Desde su identidad católica, además de ofrecer talleres y seminarios sobre temas religiosos, cultiva el camino espiritual de la belleza mediante la promoción del canto, la música, la danza, las artes visuales y la restauración de pinturas e imágenes.
El desafío de los arquitectos que remozaron el histórico edificio para adecuarlo a su uso actual fue ser lo más fieles posible a los planos trazados por el hermano Andrés Bianchi, arquitecto italiano de la Compañía de Jesús que también diseñó la remodelación de otros edificios emblemáticos en Argentina.
El Centro pretende atender las necesidades de la gente sin proponer una espiritualidad específica integrando la música, la expresión corporal, las artes plásticas y hasta la poesía y el cine.
Está a cargo del sacerdote Rafael Braun, que trabaja desde las 8 a.m. hasta las 8 p.m. en la iglesia aledaña al Centro. El cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, nombró a Braun rector de la iglesia Santa Catalina de Siena.
El padre Braun explicó recientemente que el nuevo centro busca salir al paso de las necesidades espirituales de la gente que trabaja todos los días en la zona más céntrica de la ciudad. «No proponemos una forma determinada de vivir la espiritualidad, sino estar atentos a las necesidades de las personas y suplirlas», comentó el sacerdote, indicando que el error de algunas organizaciones religiosas es «vender» un determinado «producto o propuesta» en lugar de atender las necesidades reales de las personas.
Tiene su misión clara: «Servir, acompañar y sostener a los hombres en su camino espiritual. Ser un centro de acogida y de espiritualidad».
Para Braun, la palabra espiritualidad «hace referencia a cómo disciplinar la energía creadora, el eros o deseo que llevamos adentro, sabiendo que la fuente del deseo es la presencia del Espíritu Santo en nosotros».
La idea del cardenal Bergoglio cuando le pidió este servicio era, según relata el sacerdote, «estar al frente de una parroquia del microcentro para poder asesorar a la gente que trabaja allí».
«A partir de ahí –añade– elaboré el concepto de atención espiritual. Las personas que trabajan en el microcentro, en general, no encuentran en las parroquias servicios adecuados a sus horarios, y se quejan de que las iglesias están cerradas. Entonces, lo primero que hicimos fue abrir la iglesia y la secretaría de 8 a 20».
La propuesta novedosa incluye la invitación a diversas familias espirituales (franciscanos, benedictinos) a participar, y a laicos especializados para que colaboren en el acompañamiento. «Eso es lo original y estoy convencido de que a la gente le interesan las riquezas y los dones que pueden ofrecer las distintas espiritualidades», comenta.
Surge la cuestión de si las personas pasan por allí buscan o no el encuentro con Dios. La respuesta del rector es transparente: «Creo que están muy abiertas a ser recibidas y protegidas sin condiciones; no tanto a que les pregunten si creen o no en Dios. Quieren compartir sus problemas. Pero detrás de eso se nota una búsqueda».
El acompañamiento que se ofrece en el centro tiene varios niveles y está a cargo de personas religiosas y laicos especializados. «Queremos tener un servicio de guardia y otro de consultorio. Trataremos de ofrecer una atención individual, personalizada, y a su vez contar con sacerdotes y laicos preparados que estén disponibles para quien se acerque sin turno», concluye.