CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 4 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI exhorta a la realización de «todo esfuerzo para lograr una solución pacífica de los problemas que recientemente han surgido entre Turquía y el Kurdistán iraquí».
Al finalizar el rezo del Ángelus este domingo, ante cincuenta mil fieles y peregrinos en la Plaza de San Pedro y con la conexión radio-televisiva de emisoras de todo el mundo, reconoció la preocupación que suscitan las nuevas tensiones en la región fronteriza turco-iraquí.
«No puedo olvidar que en esa región numerosas poblaciones han encontrado refugio para huir de la inseguridad y del terrorismo que han dificultado la vida en Irak en estos años», subrayó.
Por el bien de tales poblaciones, «que incluyen también a numerosos cristianos», Benedicto XVI hace un fuerte llamamiento para «que todas las partes se empleen en favorecer soluciones de paz».
La presente crisis entre Bagdad y Ankara está ligada a la presencia de rebeldes kurdos del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) en el norte de Irak. Tal partido –recordó el sábado la voz oficiosa de la Santa Sede, «L’Osservatore Romano»– está considerado organización terrorista por Turquía, los EE. UU., la Unión Europea e Irak.
El diario romano recogió que el sábado por la mañana, en la conferencia en Estambul, los ministros de Exteriores de los países limítrofes con Irak habían acordado suscribir en el documento final un fuerte compromiso para combatir el terrorismo del independentista PKK en el norte iraquí.
En sus páginas se apunta igualmente que la víspera, en la capital turca, a través de la secretaria de Estado, Condolezza Rice, los EE. UU. prometieron una acción «eficaz» contra el PKK, a la vez que reprueban que Turquía lleve a cabo operaciones militares a gran escala porque podría desestabilizar seriamente toda la región.
Y es que hace tiempo que Turquía amenaza con una intervención de este tipo en el Kurdistán iraquí, donde el PKK ha creado bases.
La preocupación del Papa se hizo este domingo también visible al exhortar, después del citado llamamiento, a que «las relaciones entre poblaciones inmigrantes y poblaciones locales se produzcan en el espíritu de la elevada civilización moral que es fruto de los valores espirituales y culturales de todo pueblo y país».
«Que quien tiene la responsabilidad de la seguridad y la acogida sepa hacer uso de los medios adecuados para garantizar los derechos y deberes que están en la base de toda verdadera convivencia y encuentro entre los pueblos», recalcó.
En la sociedad italiana se palpa aún la conmoción por el reciente asesinato de una ciudadana romana a manos, presuntamente, de un inmigrante rumano, así como el asomo de tensiones xenófobas.
Por Marta Lago