SANTIAGO, sábado, 10 noviembre 2007 (ZENIT.org).-Publicamos la última parte de la intervención de monseñor Alejandro Goic Karmelic, obispo de Rancagua, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile. ante el Consejo Asesor para la Equidad Social, el pasado 7 de noviembre.


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¿Por qué hablé de sueldo ético?


Porque vivo en un país mayoritariamente cristiano (cerca del 90%); el mensaje de Jesús es claro; y también porque los que tienen otra fe, ó los que no tienen ninguna, anhelan mayoritariamente un Chile mejor para todos.

Aquella miseria que condena a los pobres al hambre, a la enfermedad, a la soledad, al llanto, no tiene su origen en Dios. Al contrario, aquello es un escándalo para Él. Dios quiere a todos saciados, felices y riendo. Los que no interesan a nadie le interesan a Dios. Los que no tienen a nadie que los defienda le tienen a Dios como Padre. El mensaje y la actuación de Jesús no significan ahora mismo el final del hambre y la miseria, pero sí una dignidad indestructible de todas las víctimas de abusos y atropellos. Todo el mundo ha de saber que son los hijos e hijas predilectos de Dios. Nunca, en ninguna parte, se construirá la vida como la quiere Dios si no es liberando a estos hombres y mujeres de la miseria.

Éste es un momento privilegiado de Chile. Se instaló el tema de la mayor equidad y justicia social. Ustedes han sido llamados por la máxima autoridad del país, para pensar propuestas y caminos de solución, que después deberán ser transformadas en leyes para cambiar la actual realidad.

Yo me dirigí a la conciencia cristiana de Chile, especialmente a los que comparten mi fe, pero también a todos los chilenos y chilenas que no profesan mi fe y que anhelan un país más justo.

Hay una actitud básica que es fundamental si queremos una mayor justicia social: ponernos en el lugar de los más pobres.

Permítanme concluir con una historia real reciente: «Quiso vivir con el sueldo que pagaba y no llegó a fin de mes».

El empresario italiano Enzo Rossi, de 42 años, ha decidido subir el sueldo de sus empleados en doscientos euros netos al mes después de haber intentado vivir con su salario y llegar sólo hasta el día 20. Rossi, director de la fábrica de pasta Campofilone, declara tras la experiencia que «es justo tomar más de los ricos para dárselo a los pobres», según publicó el diario La Repubblica en su edición digital.

El empresario se asignó un sueldo de mil euros para sí y otros mil para su mujer, que también trabaja en la sociedad, aunque reconoce que esos dos mil euros de ingresos son superiores, incluso, a los que tienen algunas de las familias de sus empleados.

El empresario explica que decidió hacer la experiencia porque «estamos volviendo al siglo XIX cuando en el pueblo había condes y barones, por un lado, y aparceros, por el otro, y se decía que los cerdos nacían sin piernas porque los jamones debían ir a los señores».

«En los últimos decenios la vida de los trabajadores creció y la diferencia con las otras clases sociales había disminuido. Pero ahora se está volviendo atrás y hay que remediarlo».

El empresario comenta que no ha sido capaz de llegar al día 20 después de haber pagado las facturas del agua, el gas, el seguro del automóvil y haber tenido cuidado en el gasto cotidiano. «Eso significa que en un año entero habría estado sin dinero durante 120 días al año; eso no sólo es pobreza, es también desesperación.»

Después, hace una metáfora para mejor comprender la situación de no tener dinero a fin de mes: «me he sentido como uno cuando se sumerge en el mar a veinte metros de profundidad y descubre que la bombona de oxígeno se ha agotado». Por ello, ha decidido subir el sueldo de sus empleados en 200 euros al mes, ya que «es lo mínimo» que podía hacer.

«El coste de la vida ha subido 150 euros al mes, según el Instituto Nacional de Estadística. Para los que son como yo no es nada, para los trabajadores 150 euros menos son casi dos mil euros al año y eso significa no pagar las averías del automóvil o no comprar el ordenador al hijo».

El empresario explica que en los dos últimos años los beneficios de su empresa han ido bien y, por tanto, «no es justo que el único en disfrutarlos sea yo».


Con profundo respeto y sincera humildad, le hago una propuesta a cada uno de ustedes, en este hermoso y complejo trabajo que les encomendó la Sra. Presidenta de la República:

Dediquen un día, o medio día a dialogar con un hogar pobre en alguna población de Santiago. Vayan en el Transantiago. Penetren en ese hogar, dialoguen con sus integrantes, escúchenles, pónganse en su lugar. Estoy seguro que les pasará algo parecido a lo que vivió el empresario italiano, Enzo Rossi. Y entonces, a través de ustedes y de su noble servicio a Chile, muchos más entenderán que el salario ético es una necesidad ética para nuestros compatriotas más pobres, y que entonces, sí, que el Bicentenario será una auténtica celebración de humanidad y fraternidad.