CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 noviembre 2007 (ZENIT.org).- El prefecto de la Congregación vaticana para el Clero alerta: «En América latina y en América central, pero no sólo, existen catequistas asesinados por ser catequistas, esto es, testigos y anunciadores de Cristo y de una verdad revolucionaria: Dios ama al hombre».
Con este comentario abre «L’Osservatore Romano», en su edición del 7 de noviembre, la entrevista que el cardenal prefecto Claudio Hummes concede a propósito del reciente mensaje que dedicó a los catequistas del mundo.
El purpurado «alza la voz para afirmar ante el mundo una verdad que no puede ni debe ser escondida», escribe el diario como voz oficiosa de la Santa Sede.
La catequesis es una de las tareas confiadas a la Congregación para el Clero, por lo que el purpurado, después de un mensaje a los sacerdotes y otro a los diáconos permanentes, quiso dirigirse directamente a los catequistas en la festividad de San Lucas evangelista, consciente de la importancia de tener una «relación personal con todos».
«Y esto actualmente es posible hacerlo velozmente también gracias a Internet […]. Es un diálogo útil además para mostrar todo nuestro amor, nuestra admiración, nuestro aliento por la labor que los catequistas realizan y que es verdaderamente extraordinaria»; «la Iglesia les debe muchísimo», reconoce.
«Viven situaciones muy diferentes, incluso opuestas», con «enormes disparidades» –recuerda-: unos catequistas realizan su labor «en un mondo muy desarrollado, también intelectual y culturalmente, además de económicamente», «pero existe también todo un mundo aún más sencillo, donde la gente no sabe leer ni escribir y carece de posibilidad de educación» .
«En estas realidades misioneras los catequistas desarrollan una acción que a veces es verdaderamente heroica», y «muchos mueren por la fe», recalca.
«Lo he visto personalmente en América Latina y en América central –expresa el cardenal Hummes– donde ha habido muchas represiones violentas. Allí han sido asesinados catequistas precisamente por ser catequistas. Lo mismo ha sucedido también en África. Por lo demás, existen catequistas mártires ya beatificados. Es un ejército imponente presente en todo el mundo, siempre en primera línea».
Por ello, en su reciente misiva, el purpurado da las gracias y alienta a los catequistas, y les pide que estén siempre dispuestos a fortalecer la propia fe «con la oración, con la formación, con la caridad».
El catequista –sintetiza en «L’Osservatore Romano»– «es un hombre de la alegría», «de la esperanza», «capaz de cultivar relaciones de amor auténticas».
Y «en un mundo frecuentemente sin esperanza, presa de la violencia y del egoísmo, cada gesto del catequista, cada sonrisa, cada palabra, debe ser un testimonio de que le Señor ama al hombre», añade.
Por todo esto el catequista «debe ser un verdadero discípulo de Jesucristo»: «una persona que ya ha encontrado a Cristo, que ha hecho una elección personal y comunitaria por Cristo»; «una persona en escucha y en búsqueda continua de Cristo»; una persona orientada hacia Él «en el corazón de la Iglesia», fiel a su enseñanza.
Fundamental, siguiendo al prefecto del citado dicasterio, es que el catequista tenga «una formación suficiente para su misión, adaptándose a la región en la que está viviendo», consciente de que «es necesario transmitir el catecismo en su integridad y no sólo una parte».
Éste es su consejo a los catequistas: «Hacer entender que Dios nos ama»; «repetimos a la gente que ame a Dios, pero olvidamos dar la bella noticia de que Dios nos ama».
«Seremos capaces de amar a Dios sólo si antes hemos experimentado que Él nos ama», concluye.