La actualidad de los mártires, según Benedicto XVI

Mensaje a la sesión pública de las Academias Pontificias

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 16 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje de Benedicto XVI con ocasión de la XII sesión pública de las Academias Pontificias.

* * *

Al venerado hermano
Mons. GIANFRANCO RAVASI
Presidente del Consejo pontificio para la cultura

Con ocasión de la XII sesión pública de las Academias pontificias, cuyo consejo de coordinación preside usted, me alegra dirigirle, querido hermano, un saludo especial juntamente con mis mejores deseos de un fecundo ministerio, orientado a promover e incrementar el diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo.

En esta circunstancia deseo, asimismo, dar muy cordialmente las gracias al señor cardenal Paul Poupard por el generoso y valioso servicio que ha prestado a la Iglesia durante sus veinticinco años de trabajo como presidente del Consejo pontificio para la cultura, y por el impulso que dio a las Academias pontificias, cuya renovación institucional promovió y cuya actividad al servicio de toda la Iglesia alentó.

Siguiendo esta línea, mi predecesor, de venerada memoria, el Papa Juan Pablo II instituyó en 1996 un premio especial destinado a animar y sostener la investigación y el empeño de jóvenes estudiosos y de instituciones particularmente beneméritas que, con sus actividades culturales o artísticas específicas, contribuyen de modo significativo a la promoción del humanismo cristiano al inicio del tercer milenio.

La celebración de esta sesión pública renueva de año en año una ocasión específica de encuentro y de colaboración entre las Academias pontificias, reunidas en su consejo de coordinación, para armonizar las diversas iniciativas, todas ellas orientadas a un objetivo preciso: promover, tanto en la Iglesia como en el mundo profano, una cultura digna de la existencia humana, fecundada por la fe, capaz de proponer la belleza de la vida cristiana y de responder adecuadamente a los desafíos, cada vez más numerosos, del actual contexto cultural y religioso.

Así pues, juntamente con usted, señor presidente, saludo a los señores cardenales, a los hermanos en el episcopado, a los embajadores, a los sacerdotes, a los responsables y a los miembros de las Academias pontificias, y a todos los participantes en el encuentro. En esta solemne sesión pública han sido protagonistas dos Academias —la Academia pontificia romana de arqueología y la Academia pontificia cultorum martyrum—, las cuales han propuesto el tema de este encuentro: «Testigos de su amor (Sacramentum caritatis, 85). El amor de Dios manifestado por los mártires y por las obras de la Iglesia».

Me complace especialmente la elección de este tema, particularmente querido por mí, que remite a un capítulo significativo de la exhortación apostólica Sacramentum caritatis. En ella subrayé una vez más el nexo fundamental entre la celebración de los misterios divinos y el testimonio de la vida, entre la experiencia de encuentro con el misterio de Dios, fuente de asombro y de alegría interior, y el dinamismo de un compromiso renovado que nos lleva a ser, precisamente, «testigos de su amor». Recordando que Jesús mismo es «el testigo fiel y veraz» (cf. Ap 1, 5), enviado por el Padre al mundo para dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18, 37), debemos convencernos de que precisamente el testimonio coherente y convencido de los creyentes es «el medio como la verdad del amor de Dios llega al hombre en la historia, invitándolo a acoger libremente esta novedad radical» (Sacramentum caritatis, 85).

A este propósito, hoy es más necesario que nunca volver a proponer el ejemplo de los mártires cristianos, tanto de la antigüedad como de nuestro tiempo, en cuya vida y en cuyo testimonio, llevado hasta el derramamiento de la sangre, se manifiesta de modo supremo el amor de Dios.

También mi venerado predecesor el siervo de Dios Juan Pablo II propuso a toda la Iglesia, sobre todo en el contexto del gran jubileo del año 2000, el ejemplo de los mártires, y en la bula de convocación de ese jubileo, Incarnationis mysterium, escribió: «Un signo perenne, pero hoy particularmente significativo, de la verdad del amor cristiano es la memoria de los mártires. Que no se olvide su testimonio. Ellos son los que han anunciado el Evangelio dando su vida por amor. El mártir, sobre todo en nuestros días, es signo de ese amor más grande que compendia cualquier otro valor» (n. 13).

Asimismo, merecen especial mención todas las obras de caridad que han florecido a lo largo de los siglos gracias al compromiso de fieles generosos. En estos veinte siglos de historia cristiana, muchísimos creyentes, pastores o fieles, impulsados por el fuego interior del amor a Cristo, han creado y promovido iniciativas de caridad e instituciones benéficas, para salir al encuentro de las necesidades de los más pobres y manifestar así de un modo concreto el nexo íntimo e indisoluble que existe entre amor a Dios y amor al prójimo. También en la actualidad numerosas obras de caridad promovidas por los creyentes constituyen un testimonio extraordinario de lo que puede hacer el amor de Dios cuando es acogido en el corazón del hombre.

Algunos estudiosos han hecho objeto de atento análisis esta historia gloriosa. Siguiendo la tradición, que ya tiene más de diez años, le ruego, señor presidente, que entregue el premio de las Academias pontificias, que a propuesta del consejo de coordinación entre las Academias pontificias, ha sido atribuido al doctor Antongiulio Granelli por la tesis de doctorado que lleva por título: «Il cimitero di Panfilo sulla via Salaria vetus a Roma«, defendida en la Universidad «La Sapienza» de Roma. En ella, a través de un estudio profundo, realizado con un enfoque interdisciplinar, se ilustra el cementerio de Pánfilo, poco estudiado con anterioridad, colocándolo en el sugestivo contexto del testimonio cristiano desarrollado en el primer tramo de la vía Salaria vetus, cuyo símbolo más elocuente, documentado en el cementerio por un grafito, es el mártir Pánfilo.

Asimismo, aceptando la sugerencia del mismo consejo de coordinación, le ruego que entregue también, como signo de aprecio y de aliento, una medalla del pontificado al estudioso doctor Massimiliano Ghilardi, por la obra: «Gli arsenali della fede. Tre saggi su apologia e propaganda delle catacombe romane«, Roma 2006. Este libro repasa los acontecimientos relativos al descubrimiento de catacumbas e hipogeos cristianos, poniendo de relieve el uso apologético de esos descubrimientos.

Por último, señor presidente, le ruego que manifieste a todos los académicos, y especialmente a los miembros de la Academia pontificia romana de arqueología y de la Academia pontificia cultorum martyrum, mi vivo aliento a proseguir con entusiasmo siempre renovado su labor, para que su compromiso en los diversos ámbitos culturales y artísticos sea realmente un testimonio luminoso y bello, que resplandezca también ante los hombres de hoy impulsándolos a glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5, 16).

Con estos sentimientos, a la vez que encomiendo a cada uno de los miembros de las Academias pontificias a la intercesión celestial de los santos mártires, testigos del amor de Dios, así como a la materna protección de la santísima Virgen María, Madre de Cristo y Reina de los mártires, le imparto de corazón a usted, señor presidente, y a todos los presentes una bendición apostólica especial.

Vaticano, 8 de noviembre de 2007
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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