CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Librar a la humanidad de hambre y malnutrición requiere no sólo habilidades técnicas, «sino sobre todo un genuino espíritu de cooperación que una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad», exhorta Benedicto XVI.
Al recibir en audiencia en el Vaticano a los participantes de la 34ª conferencia general de la FAO –Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura--, el Papa constató los obstáculos para acabar con el flagelo del hambre: «conflictos armados, enfermedades, calamidades atmosféricas, condiciones ambientales y desplazamiento forzoso masivo de población».
Lejos de caer en desalientos en el camino de superación de esta tragedia, tales dificultades deben «servir como motivación para redoblar nuestros esfuerzos a fin de proporcionar a cada persona su pan cotidiano», animó el Papa.
Pero «el esfuerzo conjunto de la comunidad internacional para eliminar la malnutrición y promover el genuino desarrollo necesariamente pide estructuras claras de gestión y supervisión --indicó--, y una evaluación realista de los recursos que se necesitan» para afrontar una diversidad de situaciones.
«Requiere la contribución de cada miembro de la sociedad –individuos, organizaciones voluntarias, empresas, y gobiernos locales y nacionales— siempre con el debido respeto de los principios éticos y morales que son patrimonio común de todos los pueblos y fundamento de toda la vida social», añadió.
Y es que es clave, apunta el Papa, enraizar todas estas iniciativas en la «dignidad inalienable y en los derechos de la persona humana».
«Hoy más que nunca la familia humana necesita encontrar las herramientas y estrategias capaces de superar los conflictos causados por diferencias sociales, rivalidades éticas y grandes disparidades en niveles de desarrollo económico», reconoce.
Así lo sintetiza: «La humanidad está sedienta de paz verdadera y permanente –una paz que sólo puede suceder si los individuos, grupos a todo nivel y líderes de gobierno cultivan hábitos de toma de decisiones responsables, firmemente arraigadas en los principios fundamentales de la justicia».
Y no se puede fracasar «en reconocer como el fundamento de la auténtica justicia el destino universal de los bienes de la creación», subraya el Papa a los miembros de la FAO.
Igualmente apunta en la religión «una poderosa fuerza espiritual para curar las heridas del conflicto y de la división».
Como subrayó el Santo Padre, «la actividad de la FAO por el desarrollo y la seguridad alimentaria claramente apunta a la correlación entre la difusión de la pobreza y la negación de los derechos humanos básicos, empezando por el derecho fundamental a la nutrición».
«Paz, prosperidad y respeto de los derechos humanos están inseparablemente unidos», insistió.
«¡Es tiempo de asegurar, por el bien de la paz, que ningún hombre, mujer o niño jamás vuelva a pasar hambre!», concluyó.
Por Marta Lago