CIUDA DEL VATICANO, martes, 5 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este domingo antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
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Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera encomendar a vuestra oración algunas intenciones. En primer lugar, recordando que ayer, fiesta litúrgica de la presentación del Señor, celebramos la Jornada de la Vida Consagrada, os invito a rezar por aquellos a quienes Cristo llama a seguirle más de cerca con una consagración especial. Nuestra gratitud se dirige a estos hermanos y hermanas nuestros, que se dedican al servicio total de Dios y de la Iglesia, con los votos de pobreza, castidad y obediencia. Que la Virgen Santa alcance muchas y santas vocaciones a la vida consagrada, que constituye una riqueza inestimable para la Iglesia y para el mundo.
Otra intención de oración nos la ofrece la Jornada para la Vida, que se celebra hoy en Italia y que tiene por tema «Servir la vida». Saludo y doy gracias a cuantos están aquí reunidos, en la Plaza de San Pedro, para testimoniar su compromiso en defensa y promoción de la vida y para confirmar que «la civilización de un pueblo se mide por su capacidad de servir a la vida» (Mensaje de la Conferencia Episcopal Italiana para la XXX Jornada para la Vida). Cada quien, según sus propias posibilidades, profesionalidad y competencias, tiene que sentirse movido siempre a amar y a servir la vida, desde su inicio hasta su ocaso natural.
De hecho, es un compromiso de todos acoger la vida humana como don que hay que respetar, tutelar y promover, sobre todo si es frágil y necesita atención y cuidados, ya sea antes de su nacimiento ya sea en su fase terminal. Me uno a los obispos italianos para alentar a cuantos, con cansancio pero alegría, sin ruido y con gran entrega, atienden a familiares ancianos o discapacitados, y a quienes consagran regularmente parte de su propio tiempo para ayudar a las personas de toda edad, cuya vida está probada por tantas formas de pobreza.
Recemos también para que la Cuaresma, que comenzará este miércoles próximo con el rito de las cenizas, que yo celebraré como todos los años en la Basílica de Santa Sabina en el monte Aventino, sea un tiempo de auténtica conversión para todos los cristianos, llamados a un testimonio cada vez más auténtico de su propia fe.
Confiamos estas intenciones de oración a la Virgen. Desde ayer hasta y hasta todo el día del 11 de febrero, memoria de la Virgen de Lourdes y 150 aniversario de las apariciones, es posible recibir la indulgencia plenaria, aplicable a los difuntos, con las acostumbradas condiciones –confesión, comunión y oración según las intenciones del Papa– y rezando ante una imagen bendita de la Virgen de Lourdes expuesta a la veneración pública. Para los ancianos y enfermos esto es posible a través del deseo del corazón. Que María, Madre y Estrella de la Esperanza, ilumine nuestros pasos y nos haga cada vez más fieles discípulos de Jesucristo.
[Después de rezar el Ángelus, pronunció llamamientos y saludos en varios idiomas. En italiano, comenzó diciendo:]
Os invito a uniros a los hermanos y hermanas de Kenia, algunos de los cuales están aquí presentes en la Plaza de San Pedro, en la oración por la reconciliación, la justicia y la paz en su país. Asegurando a todos mi cercanía, deseo que los esfuerzos de mediación actualmente en curso puedan tener éxito y llevar, gracias a la buena voluntad y a la colaboración de todos, a una rápida solución del conflicto, que ya ha provocado demasiadas víctimas.
La maldad, con su carga de dolor, parece que no conoce límites en Irak, como nos lo demuestran las tristes noticias de estos días. Elevo de nuevo mi voz en favor de esa población tan duramente probada y para ella invoco la paz de Dios.
[En español]
No dejo de elevar fervientes súplicas a Dios por Colombia, donde, desde hace tiempo, muchos hijos e hijas de ese amado país padecen la extorsión, el secuestro y la pérdida violenta de sus seres queridos. Pido al Señor que se acabe definitivamente con ese sufrimiento inhumano y se encuentren caminos de reconciliación, respeto mutuo y concordia sincera, restaurándose así la fraternidad y la solidaridad, que son las bases sólidas para lograr el justo progreso y construir una paz estable.
[En italiano]
En mi mensaje para la reciente Jornada Mundial de la Paz subrayé el hecho de que en la familia se aprende el lenguaje de la convivencia civil y se descubren los valores humanos. Las festividades del fin de año lunar reunirán alegremente, en los próximos días, a las familias de los diferentes países asiáticos. A todos les deseo todo bien y prosperidad y deseo que sepan conservar y valorar estas hermosas y fecundas tradiciones de vida familiar para beneficio de sus respectivas naciones y de esos países en los que viven.
En la diócesis de Roma comienza hoy la Semana Diocesana de la Vida y de la Familia, que culminará el próximo domingo, en el Santuario de la Virgen del Amor Divino, con la celebración de la Fiesta Diocesana de la Familia. Aliento a todos los padres a redescubrir la grandeza y la hermosura de la misión educativa. Sí, educar es más comprometedor, pero entusiasmante. Haced que vuestros hijos, desde la más tierna edad, experimenten esa cercanía que testimonia el amor, entregaros a vosotros mismos para que a su vez se abran a los demás y al mundo con serenidad y generosidad. Que el alma de la educación siempre sea la confianza en Dios que «da esperanza a nuestro futuro».
[Tras hablar en francés, en inglés y en alemán, el Papa volvió a saludar a los peregrinos en español].
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los Profesores y alumnos del Colegio Diocesano «San Atón» de Badajoz. Próximo ya el Miércoles de Ceniza, con el cual comienza la Cuaresma, la proclamación de las bienaventuranzas, que hoy hemos escuchado, nos invita a convertirnos a Cristo, ilumina nuestra vida y nos alienta a buscar la auténtica felicidad, por encima de la riqueza o el poder, en el amor a Dios y a todos los hombres. ¡Muchas gracias!
El Papa saludó por último a los peregrinos en portugués, polaco e italiano.
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]