SAN JUAN, 11 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que pronunció este lunes monseñor Roberto Octavio González Nieves, OFM, arzobispo de San Juan de Puerto Rico, en las escalinatas de El Capitolio de San Juan, con motivo de una concentración de pastores.
En estos momentos en Puerto Rico, la Cámara de Representantes está considerando aprobar una consulta popular sobre la posibilidad de incluir en la Constitución la definición de matrimonio hombre-mujer, según su sexo de nacimiento. El Senado ya dio su visto bueno a la medida en noviembre.
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Muy buenos días queridos hermanos y hermanas:
Mis primeras palabras son para expresar el agradecimiento a nuestros hermanos en el cristianismo, los pastores y pastoras de la FRAPE, y en particular, a su Presidente, el Rvdo. Efraín Márquez por esta iniciativa y por su gentil invitación a participar de esta gesta junto con el Obispo de Caguas, Mons. Rubén González, Presidente de la Conferencia Episcopal puertorriqueña, y hermanos sacerdotes.
Hoy, nos hemos reunido aquí, un grupo de líderes religiosos, porque al igual que San Pablo en su discurso a los corintios, sentimos la necesidad de anunciar con urgencia el Evangelio de la Familia. «Ay de nosotros si no predicamos el evangelio».
Queremos proponer la Verdad que nos ha sido transmitida; la Verdad que conocemos sobre el ser humano y la familia, y que es inseparable de su origen, identidad y destino; no la queremos imponer, sino anunciarla, celebrarla, compartirla y proponerla porque sabemos que es la Verdad que hace libre al ser humano, le da sentido a su existencia y lo llena de felicidad.
La verdad sobre el matrimonio está inscrito en lo más profundo del ser humano como un instinto natural: es en la unión de un hombre y una mujer que su amor se consume a plenitud y el fruto de su amor en los hijos e hijas garantizan la perpetuidad de la humanidad.
Y es por eso que los fundadores, los gestores de las constituciones de todos los países del mundo nunca entendieron necesario plasmar en las cartas magnas un derecho constitucional al matrimonio y menos vieron la necesidad de definir el mismo. Era evidente; se sobre entendía; de no haber sido así; me atrevo a segurar que se hubiese plasmado en nuestra constitución.
¿Entonces, por qué enmendar la constitución ahora? ¿Por que existe la necesidad de que se proteja la familia y el matrimonio? La respuesta también es evidente, por que en el mundo de hoy se pretende redefinir y crear por vía legislativa otras formas de familia, comenzando así un proceso de desmantelamiento y destrucción familiar.
¿Por qué proteger a la familia en nuestra constitución? Por que la familia es un bien común para la humanidad que le ha servido bien durante miles y miles y miles de años; y por eso el futuro de la humanidad depende de la familia. Es la única institución que garantiza la perpetuidad de la humanidad. Este bien común requiere una identidad estable e inconfundible. La familia es un tesoro insustituible.
¿Por qué proteger a la familia en nuestra constitución? Porque en el mundo actual surge nuevamente en la historia la crisis de identidad más profunda que se puede dar en el mismo ser humano. ¿Qué es ser humano? ¿Cuándo comienza a existir? ¿Cuál es su propósito en la vida? ¿Cuál es su destino? Y esta crisis es la que origina las crisis en las personas y las instituciones vitales para nuestra vida social y que han afectado a la familia particularmente.
Ante esta crisis, nosotros como líderes religiosos, le proponemos a Puerto Rico que el ser humano y sus instituciones son inseparables de la Verdad que se conoce en la huella digital del ser humano: la presencia del Misterio que da origen y sentido a la vida; al matrimonio y a la familia que son fuente del amor que dan vida biológica, social y espiritual.
¿Por qué proteger a la familia en nuestra constitución? Porque hay fuerzas poderosas filosóficas, económicas e ideológicas a nivel mundial que promueven conceptos del ser humano que lo desvinculan de la Verdad de su dignidad e identidad, y no queremos que se legisle para redefinir el matrimonio y la familia.
Quienes se oponen a la propuesta de la enmienda a la constitución suelen argumentar, entre otras cosas que:
* Ya existe una ley que define el matrimonio y que no hace falta enmendar la constitución. Pero las leyes son fáciles de enmendar; los legisladores las pueden enmendar con la firma del gobernante en un proceso sencillo y rápido. Por lo que la protección al matrimonio por medio de una ley aunque es adecuada, no es la mayor. Queremos la mayor protección al matrimonio, la protección constitucional, para que goce de la más alta jerarquía en nuestro marco jurídico; que sea la expresión de un pueblo, libre, sin presiones.
* También, algunos argumentan que la enmienda constitucional atenta contra la igual protección de las leyes. La igual protección a las leyes se funda en el principio de trato similar para personas similarmente situadas. Esto significa que el gobierno puede hacer distinciones entre las personas para cualesquiera propósitos legítimos. Sin embargo, las personas que invocan la igual protección de las leyes para reclamar un supuesto derecho al matrimonio no pueden invocar esta cláusula porque no están similarmente situadas la unión de un hombre y una mujer con la unión de personas de un mismo sexo.
* Ha dicho nuestro Tribunal Supremo que: «La garantía de la igual protección de las leyes lo que prohíbe, repetimos, es el trato desigual injustificado. … El principio constitucional de la igual protección de las leyes no exige que se dé un trato igual a todos los ciudadanos siempre. El Estado puede hacer clasificaciones entre las personas siempre y cuando la clasificación sea razonable para la protección de un interés público legítimo» (López Rivera v. ELA, 2005 TSPR 102). Hoy nosotros, con miras a la protección de un interés público como lo es la familia y el matrimonio, pedimos que se dé la oportunidad a nuestro pueblo de expresarnos para proteger al matrimonio.
¿Qué es lo que debemos proponer a nuestros legisladores?
Lo que debemos proponer es que se inicie un proceso de consulta en que se le dé la oportunidad al pueblo a que determine qué tipo de protección debe dársele al matrimonio en nuestra sociedad. Si es la protección por medio de una ley, o si es la mayor protección, la de más alta jerarquía: la protección constitucional. Nuestro llamado es a que se dé la oportunidad de expresar el sentir de los puertorriqueños y puertorriqueñas sobre el matrimonio y la familia. Que se escuche la voz de los millones de electores y no solamente la voz de poderosos intereses particulares que intentan nublar y tergiversar nuestra identidad.
Finalmente, sigamos animando a nuestro pueblo a optar por la mayor protección al matrimonio y a la familia, con la garantía constitucional.
Sigamos insistiendo, con profundo respeto, sin ofender a nadie, y con amor hacia todos y todas, para que se incluya la definición, clara, fuerte, inequívoca que aparece en el texto del Art. 69 del actual Código Civil que establece que en Puerto Rico el matrimonio solo y exclusivamente consiste en la unión de un hombre y una mujer y que no se le otorgará reconocimiento a cualquier supuesto matrimonio a ningún otro concepto jurídico que se equipare al matrimonio que sean celebrados en otras jurisdicciones.
Confiemos que nuestro pueblo puertorriqueño se unirá por encima de todas las diferencias ideológicas, partidistas y religiosas para expresar nuestro amor por la institución más necesaria para nuestro futuro: la familia fundada sobre el matrimonio, y darle la protección más fuerte que se le pueda dar en este momento histó
rico y para la posteridad.
Que el Señor bendiga estos esfuerzos y guarde a Borinquen siempre bella y hermosa.