CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 21 febrero 2008 (ZENIT.org).- En la mañana de este jueves, Benedicto XVI recibió en audiencia especial a los miembros de la Congregación General de la Compañía de Jesús. Antes de escuchar las palabras del Papa, el nuevo prepósito general, el padre Adolfo Nicolás, le dirigió el siguiente saludo:
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Beatísimo Padre,
Deseo que mi primera palabra a nombre mío y de todos los presentes, sea un caluroso «gracias» a Vuestra Santidad que ha querido benignamente recibir hoy a todos los miembros de la Congregación General reunida estos días en Roma, después de haberle dado el precioso don de una carta que, por su contenido y su tono positivo, alentador y afectuoso, ha sido recibida con gran aprecio por toda la Compañía de Jesús.
Sentimos, ciertamente, gratitud y un fuerte lazo de comunión al vernos confirmados en nuestra misión de trabajar en las fronteras: allí donde de debaten la fe y la razón; la fe y la justicia, la fe y el saber, así como en el campo de la reflexión y responsable investigación teológica.
Estamos agradecidos a Su Santidad por habernos exhortado una vez más a perseverar en nuestra tradición ignaciana de servicio allí donde el Evangelio y la Iglesia se enfrentan con el mayor desafío: un servicio que a veces pone en peligro la propia tranquilidad, la reputación y la seguridad. Por eso, es motivo de gran consolación constatar que Vuestra Santidad está al corriente de los peligros a que tal empeño nos expone.
Permítame, Santo Padre, que vuelva otra vez a la benévola y generosa carta que ha dirigido a mi predecesor, el Padre Kolvenbach, y a través de él a todos nosotros. La hemos recibido con un corazón abierto; la hemos meditado, hemos reflexionado sobre ella, hemos cambiado impresiones y estamos decididos a transmitir a toda la Compañía de Jesús su mensaje y la necesidad de aceptarlo incondicionalmente. Nos proponemos, además, llevar el espíritu de tal mensaje a todas nuestras estructuras de formación y, a partir de ahora, crear ocasiones de reflexión y diálogo sobre su contenido. Ocasiones que serán de ayuda a nuestros compañeros empeñados en la investigación y el servicio.
Nuestra Congregación General, a la que Vuestra Santidad ha hecho sentir su paternal aliento, busca en la oración y discernimiento el camino hacia una renovación del empeño de la Compañía al servicio de la Iglesia y de la humanidad.
Lo que nos inspira y nos impele es el Evangelio y el Espíritu de Cristo: sin la centralidad del Señor Jesús en nuestra vida, nuestras actividades apostólicas no tendrían razón de ser. Del Señor Jesús aprendemos a estar cerca de los pobres, de los que sufren y de los excluidos de este mundo. La espiritualidad de la Compañía de Jesús brota de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Y es precisamente a la luz de los Ejercicios Espirituales - fuente de inspiración de las Constituciones de la Compañía - que la Congregación General examina estos días nuestra identidad y nuestra misión. Los Ejercicios Espirituales, antes que ser un instrumento inapreciable de apostolado, son para los el jesuita la medida de su propia madurez espiritual.
En comunión con la Iglesia y guiados por su magisterio buscamos dedicarnos con dedicación al servicio, al discernimiento y a la investigación. La generosidad de tantos jesuitas que trabajan denodadamente por el Reino de Dios hasta dar su propia vida no atenúa el sentido de responsabilidad que la Compañía siente tener en la Iglesia. Responsabilidad que Su Santidad confirma en su carta cuando dice que «la obra evangelizadora de la Iglesia cuenta con la responsabilidad formativa que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión. Junto con el sentido de responsabilidad debe acompañaros la humildad, reconociendo que el misterio de Dios y del hombre es mucho más grande que nuestra capacidad de comprensión».
Nos entristece, Santo Padre, que la inevitable limitación y superficialidad de algunos de entre nosotros vengan usadas a veces para dramatizar y presentar como conflicto y oposición lo que en muchos casos no pasa de ser manifestación de nuestros límites y de la imperfección humana, o de las inevitables tensiones de la vida cuotidiana.
Nada de esto, sin embargo nos desanima ni apaga nuestra pasión no sólo por servir a la Iglesia sino con mayor radicalidad aún, conforme al espíritu y la tradición ignaciana, amar a la Iglesia jerárquica y al Santo Padre, Vicario de Cristo.
«En todo amar y servir». Este es el retrato de Ignacio. Esta es la carta de identidad del auténtico jesuita.
Por eso consideramos muy significativo para nosotros este encuentro con Su Santidad en la vigilia de la fiesta de la Cátedra de San Pedro, día de oración y de unión con el Papa y su altísimo servicio de magisterio universal que nos permite presentarle nuestros mejores deseos.
Y ahora, Santo Padre, estamos dispuestos, prontos y deseosos de escuchar sus palabras.
[Traducción del original italiano distribuida por la Congregación General de la Compañía de Jesús]